Evo Morales sorprendió a Bolivia al anunciar una huelga de hambre que no se cree ni él. La medida, por cierto muy habitual en ese país, forma parte del folclore en el que se ha convertido la política en este lado de América.
El presidente, a la sazón titular de la federación de sindicatos cocaleros del trópico, lo cual también es de chiste, pretende con su ayuno convencer al Congreso y a las masas para celebrar elecciones generales antes de fin de año.
El problema es que la oposición pide una actualización previa del padrón porque es defectuoso. Curiosamente todos coinciden en que el censo electoral es irregular y obsoleto. Eso, no lo discute nadie. Tampoco los observadores internacionales que estuvieron presentes en el referéndum constitucional de enero y advirtieron un margen de error, mínimo, del 5 por ciento.
Pero a Evo Morales le importa un bledo el padrón porque le beneficia. Lo conoce bien y permitió que en él metiera la mano de forma directa la delegación de funcionarios venezolanos que opera en La Paz como si estuviera en Caracas.
La cuestión, en definitiva, no es si hay elecciones o no que, según la nueva Constitución debería haberlas antes de fin de año. El tuétano de este hueso electoral es otro: ¿Qué es más importante, cumplir con el plazo previsto o que se celebren los comicios de forma limpia y transparente? La polémica, en un país donde las Constituciones son papel mojado, está a pedir de boca, la de Morales.
Otros temas Carmen de Carlosel