Pensaban que estas cosas ya no pasaban pero se equivocaron. Las imágenes son demoledoras. Cinco policías se ensañan con dos jóvenes en el patio de la Comisaría. Están en calzoncillos. Los agentes les someten a torturas con agua y bolsas de plásticos en un simulacro de asfixia. En la última dictadura argentina (1976-83) estas prácticas se bautizaron como “submarino” y “submarino seco”. El primero consiste en introducirles la cabeza en un cubo lleno de agua y el segundo en tapársela con una bolsa y presionarla contra la nariz y la boca.
El suceso se registró en la provincia de Salta, fronteriza con Bolivia. El escándalo ha conmovido a un país que pensó que había dejado atrás el terror que ejercían, desde el Estado, aquellos destinados a cuidar y proteger a los ciudadanos. Los policías han quedado detenidos pero la sospecha de que éste no es un caso aislado se extiende. Los lamentos de los jóvenes y la familiaridad con la que se dirigen a sus verdugos, a uno le llaman “gordito”, producen escalofríos.
