Un nuevo estudio publicado en Procedings of the National Academy of Science (PNAS), asegura que la función cerebral de los niños con autismo de alto funcionamiento mejora después de una única dosis de oxitocina, una hormona producida en el hipotálamo que está implicada, entre otras muchas funciones, en el establecimiento de lazos sociales.
“Es el primer estudio para evaluar el impacto de la oxitocina en la función cerebral de los niños con trastornos del espectro autista (TAE)”, explica el primer autor del trabajo, Ilanit Gordon, estudiante postdoctoral de la Yale. Se trata de un estudio doble ciego con placebo, en el que han participado 17 niños y adolescentes con TAE de alto funcionamiento entre 8 y 16,5 años, a los que se les dio al azar un espray nasal de oxitocina u otro con placebo, mientras realizaban una tarea que implicaba un juicio social.
La tarea consistía en evaluar una serie de fotografías en las que aparecían coches o los ojos de distintas personas. Estas últimas imágenes se basan en el Test de Lectura de los Ojos o Test de la Mirada (Baron-Cohen y cols. 2001). Este Test se desarrolló a partir de los conceptos e la Teoría de la Mente (ToM), que consideran que los sujetos sanos son capaces de determinar el estado mental de una persona a partir de la expresión de la mirada. A los participantes se les muestran una serie de fotografías (en total 36) de la zona de los ojos de distintas personas y deben elegir entre cuatro opciones escritas la que mejor refleje la expresión de la mirada que esta percibiendo en la fotografía.
“Encontramos que los centros del cerebro asociados con la recompensa y el reconocimiento de las emociones respondieron mejor durante las tareas sociales (fotografías de los ojos) en los niños que habían recibido oxitocina que en los que recibieron el placebo”, explica Gordon. “La oxitocina normaliza temporalmente los centros cerebrales responsables de los déficits sociales observados en los niños con autismo”, explica el científico. Además, facilita la sintonía social, un proceso que hace que las regiones del cerebro implicadas en el comportamiento y habilidades sociales se activen más ante estímulos sociales (como los ojos) y menos ante estímulos no sociales (fotos de automóviles). “Nuestros resultados son particularmente importantes teniendo en cuenta la urgente necesidad de tratamientos para combatir la disfuncón social característica de los TAE”, concluye.
La fiebre de la oxitocina
Y precisamente ahí, en la necesidad de tratamientos, puede haber una urgencia mal entendida que lleva a algunos padres a demandar este tratamiento para sus hijos con autismo a pesar de que los resultados a largo plazo no están aún suficientemente probados y el número de personas en las que se ha probado sea pequeño. No són los únicos que se impacientan: “Los psiquiatras han cogido la fiebre de la oxitocina. Decenas de ensayos clínicos están en marcha, para investigar los potenciales beneficios de esta hormona para una amplia gama de trastornos psiquiátricos. El interés no es difícil de entender. Muchas alteraciones psiquiátricas tienen síntomas sociales, como la característica falta de empatía en el autismo, la ansiedad en los lazos afectivos que experimentas las personas con trastorno límite de personalidad y la paranoia de la esquizofrenia. Sin embargo, no hay fármacos aprobados para mejorar el comportamiento social”, comentaba en el número de enero de este año de la revista “Science” Glen Miller, lincenciado en zoología y doctorado en neurociencia por Stanford.
Para el autismo en particular, resalta Miller, las esperanzas asociadas a la oxitocina se han exaltado. Hay un gran ensayo de la hormona en curso en 300 niños. Mientras tanto, miles de impacientes padres han persuadido a los médicos para que prescriban el aerosol nasal de oxitocina.
Sin embargo, advierte la publicación, la gran mayoría de trabajos sobre la oxitocina llevados a cabo hasta la fecha han examinado los efectos de una dosis única en el transcurso de una hora más o menos y en el laboratorio. “La verdadera pregunta es si la hormona puede restaurar el comportamiento normal en la vida real. Para averiguarlo, varios investigadores están llevando a cabo ensayos en los que las personas con autismo reciben oxitocina durante varias semanas o meses. Estos estudios pilotos están en diversas etapas y varios investigadores señalan que es demasiado pronto para hablar de los resultados en detalle. “Hay cosas interesantes”, señala Adam J. Guastella, de los trabajos llevados a cabo por su grupo en la Universidad de Sidney. “Al mismo tiempo, no estamos viendo un resultado tan bueno que nos haga pensar que esto pueda ser una cura para el autismo.”
El primer estudio sobre el efecto de la oxitocina en niños con autismo se hizo a finales de 2009 con 16 jóvenes autistas entre 12 y 19 años de edad, dirigido por Adam Guastella, de la Universidad de Sydney, en Australia. Los adolescentes recibieron una sola dosis de espray nasal de oxitocina o de placebo en una sola sesión y en la siguiente la opción alternativa. Ni los participantes ni los investigadores sabían en cual de los dos ensayos habían recibido la hormona. Los chicos que recibieron oxitocina fueron mejores en el test de lectura ojos, en el que tenían mirar fotografías decidir qué emoción era más probable que esté experimentando la persona. La mejoría fue modesta: entre el 45% a 49% en promedio. Las personas sin autismo típicamente aciertan en el 70% de los casos.
La explosión de los ensayos clínicos con oxitocina, particularmente en los niños, preocupa a Karen Bales, neurocientífico de la conducta en la Universidad de California: “Se ha pasado enseguida desde los ensayos con una sola dosis de oxitocina realizados con adultos sanos a dársela a los niños con autismo, cuyos cerebros están aún en desarrollo”. En los adultos sanos la administración de oxitocina nasal se ha utilizado para ver el efecto sobre diferentes comportamientos (pareja, relaciones sociales, confianza) y los resultados han variado dependiendo del contexto.
Una espada de doble filo
Bales cree que los resultados plantean la preocupante posibilidad de que el uso repetido del espray nasal de oxitocina pueda provocar cambios a largo plazo en el cerebro que anulen o incluso reviertan los beneficios de la hormona, tal vez porque induce al cerebro para producir menos oxitocina propia. Algunos estudios con roedores apuntan en esta dirección: un estudio reciente mostraba que los ratones machos tratados durante varias semanas con el aerosol nasal de oxitocina en la época de la adolescencia no tenían después una buena vinculación social con las hembras. Para algunos investigadores, destaca Miller, la oxitocina es una espada de doble filo: por un lado puede promover vínculos con individuos familiares, o comportamientos hostiles hacia los extraños, dependiendo del contexto.
La oxitocina podría tener un papel importante a la hora de resaltar los estímulos sociales. Cuando se administra a los niños en un entorno controlado, como la consulta de un terapeuta, es seguro que recibirán un refuerzo positivo. Pero si su uso se generaliza al día a día, y en el contexto escolar se encuentran con compañeros que los intimidan, el uso de esta hormona no tendrá un impacto positivo y por el contrario puede que la situación empeore, argumentan.
Otros investigadores, por el contrario, creen que la justificación científica para el uso de oxitocina ya es lo suficientemente fuerte, especialmente teniendo en cuenta la falta de mejores opciones. “Este podría ser el primer fármaco para tratar los síntomas centrales de autismo,” sostiene Geraldine Dawson, psicóloga clínica infantil y del desarrollo de Autism Speaks, una organización fundada en 2005 por los abuelos de un niño con autismo, que ha financiado algunos de los primeros estudios pilotos sobre la controvertida hormona.
Finalmente, algunos expertos sostienen que ante la posibilidad de adquirir esta sustancia, son necesarios ensayos que determinen al menos si su uso es seguro.
Investigación Pilar Quijadael