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Blogs Cosas del cerebro por Pilar Quijada

Al son que nos tocan

Pilar Quijadael

El 22 de noviembre se celebra el día internacional de la música, un lenguaje universal capaz de mover las emociones en personas de distintas edades y nacionalidades a lo largo de la historia. Una cualidad que se ha utilizado desde antiguo para generar estados de ánimo grupales, y que puede hacer incluso que cambie nuestra percepción de la realidad. La explicación está en nuestro el cerebro.

Espanta a las fieras o calma los males, según el refranero, y aleja las desgracias, que a veces se representen en forma de plagas, como en el flautista de Hamelin. Y es que la música es capaz de modificar el estado de ánimo de las personas, que varía en función del son que nos tocan. Como sostenían Schopenhauer, la música es capaz de reproducir “todas las emociones de nuestro ser más profundo”. Algo que se conoce desde antiguo y se ha utilizado con diversos fines. Así las trompetas han sonado para movilizar y llamar a la batalla. Por el contrario, la flauta produce relajación y no solo en nuestra especie, como bien sabían los “encantadores de serpientes”. Por el contrario el tambor, utilizado en fiestas y banquetes, nos lleva a un estado placentero.

Y todo ello porque cada uno de estos sonidos es capaz de movilizar un neurotransmisor cerebral diferente: las trompetas, en la música marcial, promueve la liberación de noradrenalina, que despierta la agresividad. La flauta, uno de los instrumentos musicales más antiguos, con sus sonidos más melódicos, nos conduce a un estado de relajación, a través de la liberación de serotonina. Mientras que el sonido de los tambores, que nos induce a movernos, se asocian a estados placenteros, detrás de los que se encuentran la dopamina y las endorfinas.

Algo que musicalmente se logra modificando el modo (mayor o menor) y el ritmo de una melodía, con lo que se logra que el estado de ánimo del oyente varié desde la tristeza a la felicidad. Y el cambio en el estado de ánimo puede influir también en “el color del cristal con que miramos las cosas”. “La música que escuchamos puede alterar directamente la forma en que percibimos el mundo”, señala una investigación de la Universidad de Groningen.

Y es que, aseguran los autores, nuestra percepción del mundo es menos objetiva de lo que creemos y está muy influenciada por nuestro estado emocional. Los investigadores hicieron escuchar a un grupo de voluntarios 15 minutos de música que les hiciera sentir tristes y otros 15 de músicas que les producían un estado de ánimo positivo. Cuando escuchaban melodías alegres identificaban un mayor número de caras como alegres, en relación a cuando no escuchaban ninguna música. Mientras que al escuchar canción triste era la proporción de caras tristes la que aumentaba.

De forma intuitiva, nos gusta escuchar la música más acorde a nuestro estado anímico para que nos ayude a drenar nuestras emociones. Cuando melodía y estado de ánimo concuerdan, se activa el giro temporal superior, relacionado con la percepción auditiva, pero se desactiva otra parte de la corteza cerebral relacionada con el reconocimiento de los rostros, el giro fusiforme. Esto explica que los participantes en el ensayo fueran menos precisos a la hora de reconocer la expresión de felicidad o tristeza en las caras que se les presentaban.

Curiosidades Pilar Quijadael

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