Las reglas del liderazgo taoísta
¿Cómo guiará ese sabio a los hombres?
Para empezar, no lo hará desde delante, como los generales que enarbolan el sable y llevan a sus tropas a la batalla. No, lo hará desde atrás, desde donde pueda pasar inadvertido. “El gran gobernante pasa inadvertido por el pueblo.”
El sabio no interfiere en la vida del pueblo, no da directrices, deja hacer (“El sabio (…) hace suyo el espíritu del pueblo”; “El buen conductor de hombres se supedita a ellos”; “Cuando el gobierno es inactivo, el pueblo es diligente. Cuando el gobierno es activo, el pueblo es indolente”). Es el ideal último de los libertarios republicanos de EEUU. Pero la asunción es que el pueblo, si se le deja a su albedrío, obrará bien. No sé si los libertarios republicanos tienen una confianza antropológica tan fuerte. Lao tsé dice: “¿Por qué es el pueblo difícil de gobernar? Porque los de arriba intervienen demasiado y sirven a sus intereses personales”. ¿Se reconocerían en esta frase los líderes republicanos norteamericanos?
¿Cómo se consigue no interferir en la vida del pueblo? No actuando (“wu wei”). No actuar significa no dejarse llevar por el ego, no buscar resultados, dejarse llevar por la espontaneidad, lo que implica hacer siempre lo que requiere la situación. Uno sabe lo que requiere la situación, cuando se deja arrastrar por la corriente, cuando abandona el ego con sus miedos, con sus expectativas equivocadas, con sus codicias, con sus prejuicios…
Existen unos versos especialmente hermosos: “Si un hombre quiere darle forma al mundo, modelarlo a su capricho, difícilmente lo conseguirá. El mundo es un jarro sagrado que no se puede manipular ni retocar. Quien trata de hacerlo, lo deforma. Quien lo aferra, lo pierde. Por eso el sabio no intenta modelarlo, luego no lo deforma”. Yo lo interpreto como que la realidad es lo que es, quien cree que puede modificarla, se equivoca. Trata de modificarla y te encontrarás con lo que no te esperabas. Aviso de navegantes para todos los ingenieros sociales que en el mundo han sido. En general, creyendo que resolvían un mal social, creaban otro en el que no habían pensado.
Frente a la actitud de los ingenieros sociales “el sabio adopta la actitud de no-obrar y practica sin palabras [esta sola frase bastaría para demostrar que no hay que confundir el no-obrar con la inactividad. La frase también indica que el sabio no se jacta de lo que hace, no convierte sus acciones en ladrillos para construir un ego rutilante]. Todas las cosas aparecen sin su intervención [¿significa que debían ocurrir en todo caso con o sin él? ¿o más bien que su intervención no-egoica es como si no interviniese? Me inclino por lo segundo]. Nada usurpa ni nada rehúsa, ni se atribuye la obra acabada, y por eso, su obra permanece con él [¿cómo arrebatarle el mérito de lo hecho a quien no lo buscó, al que se olvidó a sí mismo y obró según lo que requería la situación?]”
El Tao Te Ching desconfía de instituciones y leyes; parece confiar en la capacidad autoorganizativa del pueblo, tal vez con un pequeño empujoncito del sabio. Lo superior es el Tao, la capacidad de obrar espontáneamente siguiendo las vías del universo. Cuando se pierde el Tao, “queda la virtud. Perdida la virtud, queda la bondad. Perdida la bondad, queda la justicia. Perdida la justicia, queda el rito. El rito es sólo apariencia de fidelidad y origen de todo desorden”. O sea, que una vez que se pierde la comprensión no-egoica de la realidad, debemos recurrir a las buenas cualidades humanas; en orden, la virtud, la bondad y la justicia. Cuando hasta éstas nos fallan, sólo nos queda el rito. Incapaces de un obrar virtuoso autónomo, necesitamos que una norma de fuera nos encorsete para que no nos desmandemos. ¿Habrá una crítica soterrada aquí contra Confucio, que confiaba en que los ritos correctamente realizados traerían la estabilidad del Estado y la decencia de gobernantes y gobernados? Yo creo que sí. En otra parte el Tao Te Ching dice: “Cuando no existe armonía entre los seis parientes, se necesita la piedad filial y el amor paternal. Cuando hay revueltas en el reino, se inventa la fidelidad del buen súbdito”. Esto es, cuando falta la verdadera virtud, tenemos que crear convenciones sociales, instituciones y normas, maneras de manipular al pueblo para que actúe como queremos que actúe. Pero esa actuación del pueblo manipulada, ya no es la acción espontánea conforme al Tao. La vara de medir aquí no es el Tao, sino la intención y la voluntad de los gobernantes.
El Tao Te Ching muestra un rechazo absoluto hacia la guerra. Para mí las numerosas referencias a la guerra indican que el Tao Te Ching se compuso realmente en la época de los Reinos Combatientes, cuando los conflictos entre los distintos Estados alcanzaron su paroxismo. “El que está en el camino del Tao, no refuerza el imperio de las armas. Toda acción provoca reacciones. Sólo zarpas y espinos nacen en el lugar donde acampan los ejércitos. Después de la guerra, siguen años de hambre.”
Pero el Tao Te Ching no defiende un pacifismo a ultranza, sino que es realista y sabe que en ocasiones el recurso a las armas es inevitable. “Las armas son instrumentos nefastos. El hombre de Tao nunca se sirve de ellas. Sólo las usa en caso de necesidad, y lo hace comedidamente, sin alegría en la victoria”. El buen general taoísta “no abusa de su poder, no se sobrestima. Vence y no se jacta, vence porque es su deber”. Estas últimas reflexiones me recuerdan al “Bhagavad Gita”, en el que Arjuna no quiere entrar en combate, porque supondría luchar contra sus parientes. El dios Krishna le dice que tiene que hacerlo porque es su deber. Aquí el concepto de “deber” adquiere tintes existenciales; es un deber que emana de la propia naturaleza de Arjuna y de las circunstancias. Es lo que tiene que hacer.
Entreverado en el Tao Te Ching encontramos algunos consejos menores dirigidos al líder taoísta:
1) “No ensalzar los talentos, para que el pueblo no compita.” El Tao Te Ching destila sospecha sobre los listillos, los astutos que quieren manipular a la sociedad “por su propio bien”. Al mismo tiempo el Tao Te Ching aspira a una sociedad igualitaria, en la que nadie descuelle. Pensando en los caminos por los que nos han llevado los líderes del pasado y del presente que han descollado, me parece muy sabio por parte del Tao Te Ching. Pero al mismo tiempo tengo mis dudas sobre la capacidad autoorganizativa del pueblo, que parece preferir el taoísmo. Pensemos, por ejemplo, donde terminó la espontaneidad autoorganizativa y asamblearia del 15-M;
2) “No estimar lo que es difícil de adquirir para que el pueblo no se haga ladrón. No mostrar lo codiciable para que su corazón no se ofusque.” El taoísmo aboga, tanto a nivel social como personal, por la sencillez y la austeridad. Una vez que las necesidades básicas han sido cubiertas, ¿realmente hace falta más? La búsqueda del lujo y de lo superfluo es el comienzo de todos los males: uno pierde la vida para conseguirlo, uno se comporta amoralmente, uno siente la necesidad de descollar para conseguirlo y finalmente la sociedad enloquece y se divide entre los que poseen lo superfluo y los que no. “El sabio gobierna de modo que vacía el corazón, llena el vientre, debilita la ambición, y fortalece los huesos. Así evita que el pueblo tenga saber ni deseos, para que los más astutos no busquen su triunfo.”;
3) Una de las citas más desconcertantes es la que dice: “El universo no tiene sentimientos; todas las cosas son para él como perros de paja. El sabio no tiene sentimientos; el pueblo es para él como un perro de paja”. Los perros de paja eran representaciones de perros que se rellenaban de paja y se ofrendaban a los dioses. Durante el ritual se les trataba con miramiento, pero una vez terminado, se les descartaba.
Mi interpretación va a ser un poco complicada, como corresponde con una cita tan paradójica. Para empezar, el sabio no tiene sentimientos hacia el pueblo. Ni odio, ni amor, ni temor, ni soberbia. No tiene sentimientos porque lo acepta tal cual es. Si no fuese así, trataría de manipularlo, de forzarlo a hacer su voluntad. Pero el Tao Te Ching consistentemente se opone a coartar la espontaneidad natural del pueblo. Los perros de paja tienen dos caras: la cara brillante, cuando son el centro del ritual y se les trata con respeto, y la parte oscura, cuando el ritual ha terminado y se les desecha. El pueblo es igual. Tiene una función que cumplir dentro de los caminos del Tao y, terminada esa función, ha de ser descartado. ¿Suena duro? Nos iría mucho mejor si muchos gobernantes en lugar de tratar de perpetuarse en el poder, se hiciesen a un lado como el sabio taoísta. Porque el sabio taoísta no se trata así mismo distinto de lo que trata al pueblo. Una vez cumplida su misión sigue la ley del cielo que es “retirarse de la obra acabada, del renombre conseguido.”
4) La imparcialidad. “Ama a los buenos y también a los que no son buenos.” Si no existe la dualidad, sino que los opuestos son complementarios, todo malo tendrá en sí algún pequeño elemento bueno y viceversa. Todos provenimos del Tao, todos podemos convertirnos en sabios. Incluso podría pensarse que ser bueno o malo depende de las circunstancias, que no deja de ser un juicio de valor por parte del que no conoce el Tao.
5) “El sabio no emprende grandes cosas, y en ello está su propia grandeza”. El Tao Te Ching desconfía de las grandes empresas. Emprender una gran empresa es un reflejo del ego del líder. No es algo que se haga en beneficio del pueblo o porque las circunstancias lo requieren. El sabio taoísta gobierna desde la cotidianeidad. Es lo cotidiano lo que hace la felicidad del pueblo, no las grandes gestas, que en último extremo no traen sino sufrimiento. Otra palabra para esta cualidad, que recoge el Tao Te Ching, es la moderación.
Por otra parte, el sabio aborda los asuntos con parsimonia: “Ejecuta lo grande comenzando por lo más pequeño. Las cosas más difíciles se hacen siempre abordándolas en lo que es más fácil, y las cosas grandes en lo que es más pequeño.” En “Una sonrisa en el ojo de la mente” Lawrence Durrell cuenta como un amigo chino le dice que para comer una carne de mala calidad, lo que hay que hacer es cortarla en cachitos muy pequeños y así se come sin sentir. Lo mismo podría aplicarse a una empresa difícil.
6) El sabio no promete nada a la ligera. “El que promete a la ligera merece poco crédito.”Prometer que se conseguirá algo es interferir en el libre curso del Tao, intentar imponerle nuestras expectativas, cuando el Tao es puro fluir y existe ajeno a nuestros deseos.
De quien actúe como se ha expuesto aquí, podrá decirse: “… El sabio efectúa su trabajo sin acumular nada, y realiza su labor sin aferrarse a ella. No quiere que sus méritos sean vistos.”
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