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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

La trampa de Tucídides (y 3)

Emilio de Miguel Calabiael

Allison apuesta por que la sangre no llegará al río y ofrece doce recetas para que así sea. Menciono las que me han parecido más interesantes:

1) Que una autoridad superior les ayude a resolver sus diferencias de manera pacífica. Un ejemplo histórico sería cómo el Papa Alejandro VI logró que Portugal y España consensuasen la división de las tierras ultramarinas por descubrir. En el siglo XXI esa autoridad superior podrían ser el Consejo de Seguridad de NNUU y el Tribunal Permanente de Arbitraje. En aras de la efectividad, yo aconsejaría más bien el recurso a los Reyes Magos;

2) Insertar a las potencias rivales en instituciones economicas, políticas, de seguridad, que restrinjan de alguna manera lo que sería su comportamiento habitual. Un ejemplo sería cómo la integración en el entonces Mercado Común, modificó el comportamiento de Alemania;

3) Hacer de la necesidad virtud y comprender cuándo el status quo se ha alterado para siempre y tienes que apechugar. Esto es más fácil decirlo que ponerlo en práctica y el ejemplo son todos los conflictos que ha habido entre potencias en ascenso y potencias establecidas. Uno de los pocos casos en que la potencia establecida se dio cuenta de que no tenía nada que hacer y puso a mal tiempo buena cara, fue la reacción del Imperio británico ante el ascenso de EEUU. El Primer Ministro británico Lord Salisbury lo expresó de la siguiente manera ya en 1902: “Es muy triste, pero me temo que América está destinada a seguir progresando y nada puede restaurar la igualdad entre nosotros. Si hubiéramos intervenido en la Guerra Confederada, entonces nos habría sido posible reducir el poder de Estados Unidos a proporciones manejables. Pero dos oportunidades así no se le presentan a una nación en el curso de su carrera.” En mi opinión, aunque la élite británica simpatizase con los confederados e incluso Gran Bretaña les ayudase algo de tapadillo, nunca se planteó seriamente una intervención plena en el conflicto. La frase de Lord Salisbury muestra lo listos que somos todos a toro pasado.

4) Una cultura común puede ayudar a reducir el conflicto. Desde luego, que compartir cultura aminora la posibilidad de malentendidos y seguramente ésa fuera una de las principales causas por las que la rivalidad entre EEUU y el Imperio británico no acabó en conflicto;

5) No hay nada nuevo bajo el sol, salvo las armas nucleares. Las realidades del poder son atemporales. El ansia por mandar y no ser mandado es algo que entienden el jefe de la tribu yanomami en el Amazonas, Pericles y Donald Trump. El ser humano no ha cambiado tanto en estos últimos 100.000 años. Pero, eso sí, como señala Graham Allison, las armas nucleares han introducido un nuevo factor que no existía antes de 1945. Las armas nucleares introducen la posibilidad de una guerra de aniquilación, que destroce a ambos contendientes y a media Humanidad de paso. Las armas nucleares fueron un factor clave para que la Guerra Fría no se convirtiera en caliente y EEUU y la URSS encontraran acomodos que les impidieran llegar a una situación de conflicto abierto. Aunque no podemos saber si esa misma racionalidad se impondrá entre China y EEUU, todo apunta a que es lo más probable. Una cuestión distinta son pequeños Estados incontrolados en posesión del arma nuclear, que se sintiesen acorradados y pensasen que era su única opción de supervivencia o que un grupo terrorista pudiera hacerse con una (difícil, pero no imposible);

6) Una fuerte interdependencia económica aumenta el coste de ir a la guerra y con ello aminora las posibilidades de conflicto. Este argumento es el que me parece más débil. El libro “La Gran Ilusión” de Norman Angell, que data de 1910, tenía como idea-eje que la guerra era un negocio ruinoso y que las economías nacionales estaban lo suficientemente interconectadas como para que la guerra fuese una posibilidad remota. Cuatro años después las cancillerías europeas le mostraron lo equivocado que estaba. El poder tiene un componente irracional que hace que no siempre responda a lo que esperaríamos según los dictados de la lógica;

7) Las alianzas pueden representar una atracción fatal y empeorar las cosas en lugar de mejorarlas. En un contexto de rivalidad entre dos grandes potencias, resulta tentador buscarse aliados que contrapesen al rival. Esto tiene dos peros. El primero es que el rival puede sentirse en peligro de verse sobrepasado y empiece también a buscar aliados, creándose una carrera arriesgada entre ambas potencias. El segundo es que los aliados tienen sus propias agendas y amenazas y pueden dificultar la moderación estratégica de la potencia principal. Por ejemplo, el origen último de la I Guerra Mundial fue que Alemania sintió que debía apoyar hasta el final a su aliada Austro-Hungría en su conflicto con Serbia.

8) La situación doméstica es clave, ya que determina el poder relativo de cada una de las potencias. Los principales factores para Allison son: la economía; el buen gobierno; el espíritu nacional. La economía norteamericana era la mitad de la británica en 1840; en 1870 alcanzó la paridad y para 1914 la había doblado. Sólo este factor económico ya era suficiente para que el Reino Unido se lo pensase dos veces antes de entrar en conflicto con EEUU.

En la parte final del libro, Allison se pregunta por la política que EEUU ha seguido con respecto a China. La define como “Atráetela, pero precávete” (mi traducción no es de las mejores, pero me cuesta encontrar en castellano una traducción adecuada a “Engage but hedge”, que es lo que escribe Allison). Para Allison se trata de una estrategia débil, porque lo permite todo y no prohibe nada y deja que cada parte del gobierno norteamericano haga lo que más le pide el cuerpo. El Departamento de Estado y el Tesoro buscan más el acomodo y el Departamento de Defensa opta por la prevención.

Hasta hace algunos años, el ánimo era moderadamente optimista. No pocos pensaban que China se comportaría como Japón y Alemania, buscando su lugar en un mundo regido por las normas establecidas por EEUU. A medida que China se fuese haciendo más rica, iría asumiendo su parte de responsabilidad en el mantenimiento del orden internacional. También, con el desarrollo económico, sus ciudadanos comenzarían a pedir más democracia y China seguiría la senda de Corea del Sur y de Japón. Ahora la opinión mayoritaria sigue lo que hace años decía el fundador de Singapur, Lee Kuan Yew, riéndose de la ingenuidad norteamericana: China no puede democratizarse, porque el sistema saltaría por los aires y China no busca ser admitida en el orden internacional promovido por EEUU como un miembro honorífico de Occidente; China quiere ser parte de la comunidad internacional en sus propios términos.

Estando así las cosas, ¿qué puede hacer EEUU? Las opciones que presenta Allison son:

1) Acomodación: Que EEUU se adapte a la aparición de un competidor serio y busque un acomodo con él. El acomodo puede ser ad hoc, caso por caso, o puede ser el resultado de una negociación global. Lo que Allison no dice, pero yo sí, es que siempre hay que tener cuidado en que el acomodo no se convierta en una bajada de pantalones.

2) Minar a China y provocar un cambio de régimen. Esta opción respondería a la impresión de muchos líderes del PCCh de que EEUU nunca aceptará realmente a una China que no sea democrática. En este escenario, EEUU podría fomentar los eventuales deseos de libertad de sus ciudadanos y minar la legitimidad ideológica del sistema. Podría incluso apoyar a los grupos que buscan la libertad de regiones como Xinjiang o el Tibet. Lo que no dice Allison es que podría ser una estrategia muy peligrosa y que los chinos tambien pueden decidir jugar al juego de desestabilizar al contrario.

3) Negociar una tregua de, digamos, 25 años. En ese tiempo ambos podrían, por ejemplo, congelar las disputas en el Mar del Sur de China, limitar los ciberataques en determinadas áreas, abstenerse de interferir en la política doméstica del otro… La idea parece buena en principio, pero la geopolítica cambia tan rápidamente en nuestros días que no sé si la tregua no quedaría obsoleta en el primer fin de semana. Congelar los conflictos podía funcionar hace 50 años; hoy no lo tengo tan claro.

4) Redefinir las relaciones, tratando de buscar la colaboración en los desafíos que afectan a ambas: el peligro de la proliferación de las armas nucleares, el terrorismo y el cambio climático. Aunque Allison no lo diga, ello implicaría que EEUU reconociese que ya no es la única superpotencia, sino que el mundo se ha vuelto bipolar, como lo fue durante la Guerra Fría.

 

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