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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

El Gran Sucesor (y 4)

Emilio de Miguel Calabiael

Tras el fiasco de Kim Jong-Nam, el mundo exterior dejó de tener información fidedigna sobre los planes sucesorios de Kim Jong-Il. Algún desertor norcoreano comentó que Kim Jong-Il sentía debilidad por su hijo menor Kim Jong-Un, pero todo lo que se refería a éste estaba rodeado de tanto misterio, que muy pocos analistas lo tenían en el radar.

En el verano de 2008 Kim Jong-Il sufrió una grave apoplejía, que le dejó en un estado que ni el photoshop podía ocultar. La cuestión de la sucesión se hizo acuciante. A finales de septiembre, Kim Jong-Il anunció que le sucedería Kim Jong-Un, que para muchos, incluidos los norcoreanos, era casi un desconocido. Mientras que el proceso de sucesión de Kim Il-Sung se había desarrollado gradualmente a lo largo de 20 años, Kim Jong-Il sabía que no dispondría de tanto tiempo. Kim Jong-Un fue sometido a un cursillo acelerado de “aprenda a ser un gran líder en 10 días”. A finales de septiembre Kim Jong-Un fue ascendido al rango de general de cuatro estrellas y fue hecho miembro del Comité Central del Partido y de la Comisión Militar Central, también fue nombrado Vicepresidente de la Comisión de Defensa Nacional del Partido. El 10 de octubre Kim Jong-Un tuvo su primer baño de masas: acompañó a su padre en la tribuna con motivo del desfile conmemorativo del 65º aniversario del Partido de los Trabajadores. Finalmente el 8 de enero de 2009 Kim Jong-Il, con ocasión del vigésimo quinto cumpleaños de su hijo, informó oficialmente, por si quedara alguna duda, de que había designado a Kim Jong-Un como su sucesor.

Los meses siguientes los analistas notarían que la política norcoreana se volvía algo más impredecible de lo habitual: reforma de la divisa, hundimiento del navío de guerra surcoreano Cheonan, ataque con misiles a una isla surcoreana… La explicación más sencilla es que Kim Jong-Il quería difundir la idea de una Corea del Norte sólida y fuerte para facilitar la sucesión. 2009 fue también el año en que se procedió a crear a marchas forzadas una mitología y un culto a la personalidad alrededor de Kim Jong-Un, que hasta hacía poco había sido un desconocido para los coreanos.

Desde una óptica confuciana, en la que la antigüedad es un grado, 25 años es una edad demasiado temprana. Por eso, los analistas aventuraron que Kim Jong-Un tendría que apoyarse en los veteranos del régimen e incluso se preguntaron si éstos no se convertirían en el poder tras el Trono, mientras que Kim Jong-Un no sería más que un figurón en sus manos. El círculo interno que le arropó en aquellos primeros días estaba compuesto por personajes como Jang Song-taek, su ubicuo tío, que supervisaba los servicios de seguridad y jugaba un papel importante en las relaciones económicas con China; su tía, la hermana de Kim Jong-Il, Kim Kyong-Hui; el Vicemariscal Yi Yong-Ho, Vicepresidente de la Comisión Central Militar, que estaría encargado de servir de intermediario en los contactos entre Kim Jong-Un y los generales; y Choe Ryong-Hae, un apparatchik del Partido que serviría de correa de transmisión con el aparato del Partido. Los analistas que anticipaban que Kim Jong-Un sería una mera marioneta en manos de este círculo, olvidaron una cosa y no tuvieron en cuenta otra. Olvidaron que en un régimen con un Líder Supremo sólo hay puesto en la cima para una persona, no para una camarilla. No tuvieron en cuenta la personalidad de Kim Jong-Un; inteligente, implacable y decisivo, son tres adjetivos que le sientan bien.

Me gusta cómo Fifield describe lo que representan los dos primeros años en un régimen absolutista: “El período más peligroso para un autócrata novato son los dos primeros años en el poder. Es entonces cuando tiene que descubrir quién es leal y quién es prescindible. Es durante esos dos primeros años cuando es más probable que cualquier otro que aspire a su puesto haga alguna jugada para conseguirlo. Y eso ocurre especialmente si el líder hereda a sus partidarios de su predecesor.” Parece como si Kim Jong-Un hubiera leído esas líneas. En los dos años siguientes demostraría que no era la marioneta de nadie.

Siguiendo al politólogo Bruce Bueno de Mesquita, Fifield describe el régimen de Kim Jong-Un como un “régimen de pequeña coalición”. En este régimen el líder se apoya en un círculo íntimo y reducido al que recompensa generosamente. Esa élite privilegiada está interesada en mantener su posición y sabe que ello es más sencillo si el poder pasa del padre al hijo y si el líder tiene éxito. El líder sabe que en el comienzo de su reinado tiene que deshacerse de posibles rivales y de las voces críticas. El líder debe buscar un equilibrio entre matar a demasiadas personas, – lo que podría empujar a una élite aterrorizada a conspirar contra él-, o a demasiado pocas,- lo que podría transmitir una imagen de debilidad. Mesquita recuerda que muy pocos dictadores caen por revueltas populares; la mayor parte de los que son derribados, lo son por maniobras de sus allegados.

Parece que Kim Jong-Un también hubiera leído a Mesquita. A mediados de 2012 Yi Yong-ho fue relevado de sus cargos por “razones de salud”. La inteligencia surcoreana dijo que había sido desterrado al norte del país e incluso algunos aventuraron que había sido ejecutado. En todo caso, no se volvió a saber de él. Su sucesor, Hyon Yong-Chol, saldría de la escena de una manera más aparatosa. Fue ejecutado públicamente con un cañón de artillería antiaérea. Posiblemente la ejecución más costosa de la Historia. La razón oficial de su muerte fue insubordinación y traición. Cho Ryong Hae fue destituido de todos sus cargos en el Partido de los Trabajadores y mandado para reeducación a una granja colectiva. De alguna manera recuperó el favor en 2016 y volvió a ocupar cargos relevantes.

La gran pieza de caza mayor que se cobró Kim Jong-Un fue su tío Jang Song Thaek. Jang era un arribista que había sabido camelarse a la hermana de Kim Jong-Il. Gregario, mujeriego, bebedor, amante del dinero, un poco fullero, tenía un carisma especial que hacía que cayera bien; un tanto lenguaraz y heterodoxo, albergaba ideas aperturistas, que en ocasiones no se callaba y que a veces le trajeron problemas. Jang sobre todo había trabajado en cuestiones económicas y tenía muchos contactos en el extranjero, siendo además el responsable de las relaciones económicas con China. Los analistas estimaban que Jang estaba bien situado y capacitado para funcionar como una suerte de tutor de Kim Jong-Un. Eso era no conocer a Kim Jong-Un.

Jang estaba demasiado pagado de sí mismo como para darse cuenta de qué pasta estaba hecho Kim Jong-Un y cómo estaba metiendo la pata. Sus intentos de apertura económica del país crearon ampollas entre los elementos más conservadores del Partido de los Trabajadores. No sé hasta qué punto Jang se había convertido a las bondades de la economía de mercado. Lo que sí sé es que había apreciado todos los beneficios económicos personales que podría reportarle esa apertura. El caso es que había levantado ampollas y comenzaron a circular comentarios de que había acumulado demasiado poder. El momento decisivo llegó en agosto de 2012, cuando Jang viajó a China y recibió tratamiento prácticamente de Jefe de Estado.

A partir de aquel momento la estrella de Jang empezó a palidecer y lentamente fue siendo marginado. En otro tipo de régimen, a Jang acaso hubieran podido concederle un cómodo retiro, que hubiese sido una mezcla de balneario con arresto domiciliario. En los regímenes absolutistas conviene de vez en cuando dar un escarmiento ejemplar y cuanto más encumbrado el escarmentado, mejor.

En diciembre de 2013, en medio de una reunión del politburó del Partido de los Trabajadores, un funcionario comenzó a leer una larga diatriba contra Jang, acusándole de malbaratar los recursos del país en su propio beneficio y de tratar de crear una facción propia dentro del Partido. Jang fue expulsado del Partido y todos sus títulos le fueron retirados. Se puso especial cuidado en que su humillación fuese pública. Cuatro días despúes fue sentenciado a muerte y ejecutado por traición. Después de aquello ya nadie dudó de que Kim Jong-Un se había consolidado en el poder y de que de ahí no le movería nadie.

Aquí hubiera podido terminar esta entrada, pero quiero añadirle una coda sobre el destino del hermano rebelde, Kim Jong-Nam. De su vida desde que se trasladó a Macao, se sabe poco. “Lo que se sabe es que vivió en la sombra entre jugadores, gángsteres y espías. Parecía mantener algún vínculo con el régimen al mismo tiempo que vivía fuera de él”, afirma Fifield. Kim Jong-Nam se convirtió en una amenaza para el régimen, no se sabe si por resentimiento o por torpeza. Por un lado estaban manifestaciones controvertidas suyas como las críticas que vertió contra la sucesión de Kim Jong-Un. De pronto la idea de una sucesión hereditaria en el régimen norcoreano le parecía fatal. Por otro está la afirmación que hace Fifield de que se convirtió en un informante de la CIA; me parece difícil de creer, pero Kim Jong-Nam estaba desatado y podría ser plausible. Finalmente estaba el hecho de que fuese hijo de Kim Jong-Il y nieto de Kim Il-Sung. En las Monarquías absolutas cualquiera que lleve sangre real representa una amenaza para el Rey, porque puede servir de banderín de enganche para conspiradores descontentos con el incumbente.

El 13 de febrero de 2017 el destino se encontró con Kim Jong-Nam en el aeropuerto de Kuala Lumpur. Se estaba sacando la tarjeta de embarque para regresar a Macao, cuando una indonesia se le acercó por detrás y le tapó los ojos; a continuación le pasó las manos por el rostro y la boca. A continuación una vietnamita hizo lo mismo. Cada una le había untado una sustancia que, cuando se combina con la otra, genera un agente nervioso letal. Kim Jong-Nam apenas vivió unos minutos después del ataque. En la mochila que llevaba en aquellos momentos había 120.000 dólares.

Una nota final y ahora sí que acabo. Anna Fifield es una reportera muy experta y profesional y el libro está muy bien documentado. Me cuesta entender la portada escogida (una caricatura de Kim Jong-Un) y el subtítulo elegido: “El destino divinamente perfecto del brillante camarada [“Brillante Camarada” es su apelativo oficial] Kim Jong-Un”. La portada y el subtítulo dan la impresión de que uno se va a encontrar con una obra paródica y no con el libro serio y documentado que es y que tiene, eso sí, su puntita de ironía.

 

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