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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

La memoria de narciso

Emilio de Miguel Calabiael

Entre los 12 y los 18 años leí mucha ciencia-ficción. Aunque no fuese uno de mis favoritos, leí bastante a Isaac Asimov. Encontraba que a sus cuentos les faltaban acción y emoción. Más tarde, leyendo el tercer tomo de sus memorias, he descubierto que Asimov mismo reconocía esas carencias, aunque él no las denominaba carencias, sino que era su estilo. Asimov decía que sus cuentos eran como juegos intelectuales, donde se planteaba un problema y al final del cuento se llegaba a la solución. Reconocía también que les faltaba acción y que el diálogo ocupaba una buena parte del cuento. Hasta muy tarde Asimov no introdujo personajes femeninos y algo de relaciones sentimentales, aunque siempre se opuso a utilizar el sexo en sus novelas. Venía de una generación reprimida y conservadora en la que el sexo en literatura sencillamente no cabía.

Fue por ese recuerdo de juventud, que me compré el tercer volumen de las memorias de Asimov. En los dos primeros volúmenes, que llevan los títulos maravillosos de “In Memory Yet Green” y “In Joy Still felt”, Asimov contaba su vida hasta 1978. Empujado por su mujer y consciente de que no llegaría a los 80 años y no vería el año 2000, escribió un tercer volumen de sus memorias, repitiendo cosas ya dichas, pero todo contado en la forma de pequeños apartados.

Lo compré, pensando que allí contaría cómo se le ocurrió la saga Fundación y cómo la fue elaborando y que compartiría sus ideas sobre la creación literaria. Decepción. Las memorias son un ejercicio de narcisismo que llegan a cansar. Sus 550 páginas se resumen en unas pocas ideas: Asimov es inteligentísimo (esto era cierto, pero cansa que te lo recuerden cada tres páginas); Asimov es uno de los escritores más prolíficos que haya habido (también lo ha sido Anónimo y no anda pavoneándose de esa manera); la inmensa mayoría de sus libros han sido unos grandes éxitos editoriales y han hecho ganar dinero a sus editores; Asimov es un gran conferenciante, que improvisa, es ameno y se mete al público en el bolsillo.

De lo poco que me pareció interesante del libro fueron sus opiniones sobre los pioneros de la edad de oro de la ciencia-ficción. Para Asimov, los tres grandes de la ciencia-ficción eran él mismo (¿alguna duda?), Arthur C. Clark y Robert A. Heinlein. Heinlein, de quien se distanció posteriormente por su conversión al conservadurismo a raíz de su segundo matrimonio, fue uno de los pocos escritores que trató de mantenerse al ritmo de los tiempos y cambiar su estilo según las nuevas modas lo exigían, pero que, en opinión de Asimov, fracasó en el intento. E.E. Smith siguió el camino opuesto: nunca se movió de donde estaba. Comenzó escribiendo de una manera que se anticipó 10 años a su tiempo, luego escribió según la tónica general y terminó escribiendo con un estilo que hacía 10 años que no se practicaba. Asimov fue algo parecido, aunque tuvo alguna evolución en su última década.

Hay diarios y memorias de grandes narcisistas que, sin embargo, se dejan leer porque tuvieron una vida muy aventurera o estuvieron metidos en grandes asuntos. Nada de esto ocurre con Asimov. Fue un hombre dedicado a su pasión, que era escribir. Su manera ideal de pasar el tiempo era escribiendo a máquina en una habitación cerrada, incluso en vacaciones. No le gustaba viajar, ni sentía mayor interés por otras culturas. Un ejemplo clamoroso fue su participación en un crucero para ver un eclipse solar, que le llevó a las costas de África Occidental; aunque estaba anclado al lado de Dakar, no sintió la menor curiosidad por conocer la ciudad y se quedó en el barco, mientras el resto de sus compañeros la visitaba. Debía de conocer bastante bien a los grandes clásicos de la literatura anglosajona, pero no menciona otras literaturas ni culturas.

¿Qué cuenta entonces en las memorias? Sus tratos con agentes editoriales, lo que le hicieron ganar sus libros y todos los banquetes a los que asistió y en los que fue orador. Un ejemplo de uno de esos párrafos lleno de acción trepidante:

“… [Larry] quería que me hiciera con el color local y escribiera una novela de intriga titulada “Asesinato en el ABA”. Explicó que quería el libro para la próxima reunión de la Asociación un año después.

– Tendré el borrador para ti mucho antes, Larry- dije.

– El manuscrito, no- dijo.- El libro terminado.

Me quedé boquiabierto. Eso me daba sólo dos meses para escribir el libro, así que me opuse. Larry respondió con lo que les he oído un millón de veces a los editores. “Puedes hacerlo Isaac.”

El lector, evidentemente, queda con la intriga de si Isaac conseguirá hacerlo y unos pocos párrafos después, descubre que lo consiguió y que la novela fue un éxito. 550 páginas llenas de este suspense y esta acción agotan.

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