Era casi inevitable que los principales pensadores que reflexionaron sobre esta nueva problemática fueran españoles y, además, de la Escuela de Salamanca. La Monarquía Hispánica era entonces la principal potencia europea. Su monarca, Carlos V, era el Emperador del Sacro-Imperio Romano Germánico. Carlos V defendía una idea de la unidad de la Cristiandad que era más deudora de la Edad Media que del Renacimiento. Ello no impedía que sus complicadas relaciones con el Papado se moviesen en un marco más renacentista que medieval. Carlos V rechazaba el pragmatismo de Maquiavelo. Se veía como un príncipe cristiano y, como tal, se consideraba obligado comportarse en su acción política de manera moral y que no violase los dictados de su conciencia. Este sería un legado que dejaría a su hijo Felipe II. Finalmente estaba el hecho de que Castilla había descubierto las Indias. Concluido la etapa de las grandes conquistas, que muchas veces estuvieron acompañadas de violencias contra las poblaciones indígenas, había comenzado la preocupación por justificar jurídicamente las conquistas realizadas y crear un marco legal más sostenible para el naciente imperio español en América.
Lo siguiente que cabría preguntarse es: ¿por qué la universidad de Salamanca estuvo a la vanguardia en dar respuesta a estos nuevos problemas? La Universidad de Salamanca había sido creada en el siglo XIII. Para la segunda mitad del siglo XV ya era una de las cuatro grandes universidades europeas, junto a París, Bolonia y Oxford. Esa fue también una época en la que el Renacimiento eclosionó en España y, gracias a su prestigio, Salamanca atrajo a algunas de las principales luminarias de la época: Antonio de Nebrija, Pedro de Osma, Arias Barbosa, el ingeniero Fernán Pérez de Oliva… El siglo XVI el resplandor de Salamanca sería aún más impresionante. Francisco de Vitoria, escarmentado por la educación anticuada que había recibido en la Universidad de París, renovó los planes de estudio de la Universidad de Salamanca en un sentido humanista. Ya fuera por la renovación introducida por Vitoria, ya fuera por la casualidad histórica, Salamanca fue en el siglo XVI un punto de encuentro de grandes genios: Francisco de Vitoria, Francisco Suarez, Fray Luis de León, Martín de Azpilicueta, Melchor Cano, Diego de Covarrubias…
A continuación veremos en detalle las respuesta que dio la Escuela de Salamanca, centrándonos en las tesis de su fundador, Francisco de Vitoria.
Francisco de Vitoria comienza demoliendo la teoría medieval de los dos poderes. Niega que el Papa tenga poder natural “supra omnes”. Esto implica que el Papa Alejandro VI carecía de autoridad para promulgar la bula “Inter caetera” que dividió el mundo entre Portugal y Castilla y les dio derecho a tomar posesión de las tierras de los infieles en sus respectivas demarcaciones. El Papa es la cabeza de la Iglesia, donde dispone de poder absoluto sobre sus sacerdotes, y su autoridad es sobrenatural, esto es, se limita a las cuestiones espirituales. En virtud de esa autoridad sobrenatural, el Papa sí que puede encomendar a los príncipes cristianos la prédica del Evangelio, pero ahí terminan sus facultades. Asimismo su poder se limita a la Cristiandad, no se extiende a quienes no profesen la fe católica.
Vitoria también desmantela el poder del emperador: “Imperator non est dominus totius orbis”. De Vitoria defiende una pluralidad de repúblicas, cada una soberana en su propio territorio. Esa soberanía lleva aparejada la independencia frente a los demás Estados.
Desmontada la teoría política medieval de los dos órdenes, Vitoria también afronta la réplica al desafío de las teorías de Maquiavelo. El pensamiento de Maquiavelo parte de la base de que los hombres son malos: “Porque de la generalidad de los hombres se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores, cobardes ante el peligro y ávidos de lucro. Mientras les haces favores, son completamente tuyos: te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida y sus hijos, pues –como antes expliqué-ninguna necesidad tienes de ello; pero cuando la necesidad se presenta se rebelan.” De Vitoria parte de la premisa contraria: el hombre, cuya naturaleza ha sido creada por Dios, es bueno por naturaleza: “La naturaleza ha dotado al hombre de la razón y de la virtud para su defensa y perfeccionamiento, frente a los medios puramente corporales con que dotó a los otros vivientes”. Los hombres tienden naturalmente a la sociabilidad. Es viviendo en sociedad como se perfeccionan. “La amistad entre los hombres parece ser de derecho natural. Va contra la naturaleza huir del consorcio de los hombres que no causan daño.”
El Estado,- la república en término de Vitoria-, emana de la sociabilidad humana y del Derecho Natural. El monarca obtiene el poder del Estado y es dueño del mismo, pero no propietario. No puede usar los bienes del Estado a su libre antojo. No podría, según ejemplo del propio Vitoria, entregar caprichosamente una ciudad a Francia. Su poder también se ve limitado por los derechos naturales de sus súbditos. Estamos muy lejos del poder omnímodo del príncipe de Maquiavelo y de la razón de Estado amoral que lo justifica todo.
Vitoria se atreve incluso con el fenómeno de la guerra, omnipresente en el siglo XVI y que parecía ser connatural a la sociedad humana. La referencia a las armas como la “ultima ratio regis” es una expresión del siglo XVII, pero que bien hubiera podido aplicarse al XVI. Vitoria acotará en “De iure belli” el derecho a hacer la guerra, exponiendo con un criterio muy limitativo qué guerras pueden considerarse justas. Al mismo tiempo indica que el príncipe “en cuanto le sea posible, debe guardar la paz con todos los hombres.”
Y finalmente estaba la cuestión de las Indias y la legitimidad de su conquista. Su punto de partida nuevamente son sus tesis sobre la naturaleza humana. Los indios poseen razón y lenguaje como los españoles. En tanto que seres racionales, todos son responsables de sus actos y tienen una misma dignidad. Antes de la llegada de los españoles eran verdaderos dueños de sus repúblicas y en tanto que tales no podían ser desposeídos sin más.
Habiendo establecido esto, lo siguiente será ver en qué circunstancias los indios podrían ser desposeídos. Vitoria comienza negando las argumentaciones más tradicionales. La primera era la que invocaba el señorío del emperador sobre el mundo, algo ya rechazado por Vitoria anteriormente. Tampoco cabía aducir la autoridad papal, por las razones indicadas anteriormente: “el Papa no es señor civil o temporal de todo el orbe, hablando de dominio y potestad civil en sentido propio.” Y aún más: “… aunque tuviese potestad secular sobre el mundo, no podría transmitirla a los príncipes seculares.” Tampoco puede argüirse en favor de la conquista la negativa de los paganos a recibir la fe cristiana. “… a los infieles que nunca recibieron la fe (…) de ningún modo puede forzárseles a recibirla.” Ni puede utilizarse el argumento de que los indios tienen costumbres contrarias a la ley natural. ¡Ni tan siquiera el canibalismo sería causa suficiente para justificar la conquista! Vitoria también rechaza como justo título la elección libre de los propios indios de someterse al rey de las Españas. Y ya, por último, rechaza la alegación de que hubo una donación divina.
Como ocurría en el caso de la guerra, Vitoria es muy restrictivo con las causas que pueden justificar la conquista de los indios. La primera es que los indios violenten y conculquen el derecho de los españoles, que les viene otorgado por el derecho natural y de gentes, de recorrer los ríos y mares y comerciar pacíficamente, “mientras [los españoles] no causen daño. En tal caso los españoles podrán intervenir para garantizar su derecho al comercio y a la residencia pacífica. También podrían los españoles intervenir si los aborígenes les niegan el acceso a sus recursos, mientras que sí se lo permiten a otros extranjeros. Otro justo título es si la guerra, la ocupación de las ciudades de los indios y su sometimiento es la única manera de conseguir la seguridad de los españoles. Asimismo si después de haber intentado persuadir a los indios por todos los medios pacíficos de que los españoles no son impedimento para su paz, éstos “perseveraran en su malicia y maquinasen la perdición de los españoles.” La guerra también estaría permitida si los indios no permitieran a los españoles predicar el Evangelio sin obstáculo. Adviértase que el rechazo a abrazar la fe cristiana tras la predicación no es título para la guerra justa. Otra causa de guerra es que habiéndose convertido un príncipe, sus rivales traten de devolverlo a la idolatría. Una última causa de guerra es la tiranía del príncipe y el carácter inhumano de las leyes, que impongan actos como el canibalismo o los sacrificios humanos; aquí la guerra se haría en defensa de las víctimas inocentes.
En general dos cosas son comunes a las causas que justifican la guerra de conquista de los indios. La primera es que el comportamiento de los indios sea tal que requiera la acción armada de los españoles. Los españoles no pueden llevar la guerra sin una provocación inicial. La segunda es que la acción de los indios implique una violación del Derecho de Gentes.
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