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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Haciéndose una Historia a medida

Emilio de Miguel Calabia el

En la Historia no importan los acontecimientos, lo que realmente ocurrió. Lo principal es cómo nos la contamos a nosotros mismos, la narración que nos creamos, entre otras cosas, para definir nuestra identidad en el presente.

Las primeras crónicas siamesas fueron obra de monjes. Su interés primordial estaba en vincular la Historia del reino con Buda. El ideal era poder demostrar que bien Buda visitó y predico sus enseñanzas en Siam, o bien que lo hicieron sus discípulos más inmediatos. La Historia que importaba empezaba en el momento en que el reino se convertía al budismo. Aquí me recuerda a un fenómeno parecido en el Islam, en el que la Historia previa a la conversión al Islam se convierte en algo irrelevante, el período de la Jahiliyya, la era de la ignorancia.

En estas obras, cuyo nombre técnico es “tamnan”, se resaltan sobre todo la fundación de templos, la relación del Rey con la Sangha (el monacato budista), la revisión de las escrituras budistas… El criterio básico para valorar a un Rey es su devoción por el budismo y si llevó a cabo acciones para promoverlo o no. Hay una relación directa entre el grado de éxito mundano de un Rey y su devoción por el budismo. Porque, al final, lo que interesa a los autores de los “tamnan” es el desarrollo del budismo, no las guerras, ni las epidemias, ni la economía.

A partir de la segunda mitad del siglo XVII, apareció una nueva manera de contar la Historia: el “phongsawadan”, la Historia dinástica. Sus autores ya no eran monjes, sino personas de la Corte. Su foco de atención eran los reyes y sus hazañas, las batallas, las conspiraciones, las obras públicas emprendidas por los reyes. El foco geográfico solía ser la capital del reino, porque era allí donde radicaba el poder. De hecho las dinastías se identificaban con su capital y la fundación de una nueva capital solía ir asociada con un cambio de dinastía.

Cuando en 1782 la dinastía Chakri estableció la capital en Bangkok su idea de la Historia procedía del “phongsawadan” del período anterior, un género que se siguió cultivando. Si a Rama I, el fundador de la dinastía, le hubiesen preguntado por la Historia de su reino, se habría remontado hasta los orígenes de la antigua capital de Ayuthaya en el siglo XIV y habría trazado una Historia de reyes y batallas hasta sus días. Rama I y los que le rodeaban habían ocupado puestos prominentes en Ayuthaya antes de su destrucción por los birmanos en 1767 y se consideraban continuadores de la misma.

El contacto con Occidente en el siglo XIX forzó a una reconsideración de la manera en que se hacía la Historia. Los siameses (utilizo el término “siamés”, porque el término tailandés para designar al país no se oficializó hasta los años 30 del siglo XX) aprendieron de los occidentales varias cosas. La primera fue la importancia de la antigüedad; cuanto más antiguo, más digno de respeto. Comenzar la Historia dinástica en el siglo XIV era menos impresionante que comenzarla, por ejemplo en el siglo IX. El proceso de extensión de la Historia tailandesa hacia el pasado había comenzado. Otra cosa que aprendieron es que la Historia puede servir para fundamentar reclamaciones presentes. Si, por ejemplo, había un templo en la frontera entre Camboya y Siam sobre cuya pertenencia se discutía, unas crónicas que mencionasen la construcción de dicho templo por un rey de Ayuthaya conferían una ventaja automática en la disputa a la parte siamesa. Finalmente, los occidentales enseñaron a los siameses nuevas herramientas para escribir la Historia. Una de éstas fue la epigrafía, que interesó mucho al rey Mongkut (1804-1868) y que dio lugar al primer episodio de modernización de la manera de escribir la Historia del país.

En 1833, Mongkut encontró en la antigua capital de Sukhothai una estela del Rey Ramkhamhaeng, en la que éste describía en tonos idílicos como era la situación de su reino y la manera paternal en la que gobernaba a sus vasallos. La estela jugó un papel muy importante en la historiografía tailandesa posterior. Con la estela los tailandeses aprendieron el valor ideológico que pueden tener los restos históricos.

En la estela el Rey describe cómo se vivía en su reino y cómo lo gobernaba. La visión que transmite es una de armonía y progreso social; la sociedad es una gran familia, que el Rey gobierna de manera paternal. Esta estela durante el siglo XX apuntaló la idea de que Tailandia era una gran familia bajo la mirada benevolente del Monarca. Otra utilidad que tuvo la estela fue la de ampliar el marco cronológico de la Historia tailandesa. Dado que a los occidentales les importaba la antigüedad, démosles antigüedad. Ahora la Historia tailandesa podía empezar en el siglo XIII con la fundación de Sukhothai, a la que a mediados del siglo XIV sucedería Ayuthaya. La estela caía tan a propósito que varios historiadores han negado su autenticidad y desde los años 80 del siglo XX los debates al respecto han menudeado. Existe un libro muy interesante, editado por la Siam Society en 1991, titulado “The Ramkhamhaeng Controversy”, que recoge argumentos a favor y en contra de su autenticidad.

Quien comenzaría a escribir la Historia de Siam conforme a las técnicas occidentales, sería el Príncipe Damrong Rajanubhab (1862-1943), hijo del Rey Mongkut y hermano del Rey Chulalongkorn. Damrong colaboró con Chao Phraya Tippakonrawong en la obra “La Crónica Real de Bangkok: el Segundo Reino”. Mientras que Tippakonrawong escribía en la línea de los grandes cronistas de Ayuthaya, Damrong introdujo nuevos métodos. Damrong trataba sus fuentes de manera crítica y no se limitaba a la mera narración de los acontecimientos, sino que trataba de analizar las causas y consecuencias de los hechos de una manera racional.

Con Damrong se pasa de una Historia dinástica a una Historia nacional. El marco de referencia es ahora la raza tailandesa, aunque la Monarquía siga siendo el eje sobre el que la Historia pivote. No sé si este cambio fue producto de su educación occidental o si fue un mecanismo defensivo ante la amenaza de los imperios coloniales europeos: Siam tenía que probar que era una nación, con su propia Historia, igual que Francia e Inglaterra. Posiblemente ambas razones influyeran.

Damrong también exploró la Historia del pueblo tailandés antes de Sukhothai, algo que nadie había hecho hasta entonces en Siam. A partir de él, y sobre la base de algunas obras de autores europeos, se creó la narrativa que cuenta que el pueblo tai procedía del centro de China. Presionados por los chinos, emigraron hacia el sur. En el siglo VI establecieron en el sur de China el poderoso reino de Nanchao que sería destruido en el siglo XIII por los invasores mongoles. Una parte de sus pobladores emigrarían hacia el sur, siguiendo los pasos de sus compatriotas que habían tomado esa ruta en siglos anteriores. Ahora sí que los tailandeses tenían un pasado largo, “comme il faut”.

Los cambios que Damrong había introducido en la manera de narrar la Historia nacional se verían acentuados en la década de los 30 por Luang Wichitwathakan. Luang escribió en un momento en el que los fascismos estaban en alza y en que, tras el derrocamiento de la Monarquía absoluta en 1932, las nuevas autoridades andaban buscando una nueva legitimidad. Luang Wichit encontró que esa legitimidad la podía dar el nacionalismo. Su Historia sería la Historia de la raza tailandesa. En sus manos la Historia sería tanto una narración del pasado como una herramienta para remodelar la sociedad en el presente. La sombra de Luang Wichit sería tan alargada que aún tiñe a parte de la historiografía tailandesa.

Este fenómeno de reformular la narrativa histórica según las necesidades del presente no es privativo de Tailandia ni mucho menos. La nación que esté libre de jugar con su propia Historia, que tire la primera piedra.

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