“La puesta en escena ha sido hasta brillante”, escribía en su último artículo el analista Fausto Masó, sobre la parafernalia circense y la manipulación política que ha montado el gobierno venezolano con motivo de la enfermedad del comandante en jefe. La prueba está en la despedida mediática que le han manifestado sus simpatizantes antes de viajar a Cuba por la tercera operación de su tumor pélvico.
Como si fuera poco le han encendido la cruz del Avila, el cerro emblemático de Caracas al que le han cambiado el nombre hispano por uno indígena “waraira repano” , que alumbra la capital en navidad. Se mantendrá alumbrado hasta que el ilustre paciente-impaciente regrese de Cuba, decidieron las autoridades.
También los seguidores del comandante pintaron un corazón gigantesco en la arena del estado Falcón, manifestándole su amor.
Y ni hablar de los brujos caribeños, los babalaos y demás tribus, cuyos ritos con los tabacos, la sangre de gallos y escupitajos de ron se dispararon tan pronto conocieron que mi-comandante se fue a la clínica habanera a sacarse otro tumor que le salió en la pelvis. Larga vida y pronta sanación le desearon todos al encender las velas.
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