Nicolás Maduro debe tener unos sueños pesados y agitados que no lo dejan dormir desde que la oposición inició el largo y tormentoso camino constitucional para sacarlo de la Presidencia. El referéndum revocatorio de su mandato se ha convertido en una pesadilla que ya no sabe cómo salir de ella.
Mientras más tiempo pasa es peor para el mandatario. La aguda crisis económica y social se está desbordando y juega en su contra. Todas las medidas que ha tomado para enfrentar la crisis han fracasado y nada indica que la situación mejore sino más bien empeore. El país va a la deriva.
Mientras más obstáculos ponga en el camino para ganar tiempo, impedir que lo revoquen este año para prolongar la agonía más allá del 10 de enero, más ganas provoca de revocarlo y no solo de los opositores. Cada retardo y triquiñuela del CNE genera más descontento social y suma más votos en su contra.
Al día de hoy, los sondeos como Venebarómetro señalan que la intención del voto a favor del revocatorio oscila entre 62% y 64%. Y si el deterioro continúa así con el ritmo acelerado que ha venido registrando desde enero pasado el número de electores que votaría en su contra podría escalar hasta 80%.
Lo que todos se preguntan es si Maduro está tan ciego y sordo que no ve su caída tan rápida o si cree que aferrándose al poder podría salvar su pellejo si designa al ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, o al vicepresidente Aristóbulo Isturiz en el cargo para que se ocupe de su fracaso porque esa herencia es la que tendrían que lidiar los dos años que le restan del período de 6 años.
Si se prolonga la agonía después del 2016 ya ni la Constitución podría garantizarle que la maniobra lo proteja hasta el 2019 cuando finaliza su mandato. La presión social es tan grande e implacable que le va a cobrar este mismo año todo el sufrimiento y daño que le ha causado a los 30 millones de venezolanos, ni uno menos.
En consecuencia y por su propio bien, Maduro todavía tiene tiempo para reflexionar, y si es inteligente de salir airoso del embrollo que él mismo ha creado. Lo más práctico es la renuncia al cargo y si no, entonces que no entorpezca los lapsos del revocatorio, cuyo resultado ya está cantado.
Tarde o temprano Maduro sabe que va a salir de la Presidencia. Sus reemplazantes no lo podrán salvar de su caída. Entonces que sea de buena manera y civilizada porque Venezuela ha sido generosa con su persona y su entorno. Fue un privilegiado y tiene que compensar y devolver lo que ha recibido.
Hoy hubo una manifestación para exigir la fecha para la segunda fase del revocatorio con una tardanza de casi dos meses del CNE, que es la recolección del 20% de las firmas, pero el CNE hace mutis y responde cuando le da la gana jugando con fuego y candela con la paciencia de la gente.
La paciencia de los venezolanos no es infinita. Todo tiene su límite. Así lo demuestran los testimonios de los manifestantes que para colmo fueron bloqueados por los cuerpos policiales y militares para que no pudieran llegar a la sede del CNE. El clamor del pueblo no lo pueden silenciar los piquetes de seguridad.
“Yo no estoy motivado por partido político alguno: yo estoy motivado por el hambre, por las necesidades y por la inseguridad que vengo pasando no solamente en las calles sino en los barrios”, decía José Rodríguez un desempleado de la parroquia de El Cementerio de Caracas.
“Vine a acompañar esta marcha para que el CNE y la rectora Tibisay Lucena cumplan con la Carta Magna y activen el revocatorio, que cumplan con Venezuela, pues. A todos nos acosa el hampa, nos acosa el hambre, nos acosa la miseria. Por eso estoy aquí”, añadió Rodríguez.
Por su parte, a Nubia Santana, quien ejerciera como patóloga de la medicatura forense capitalina, la mueven consideraciones de carácter médico. “Estoy pidiendo el revocatorio porque hace dos años fui diagnosticada con un liposarcoma en una pierna, y hasta ahora no he tenido ni siquiera una consulta oncológica porque las unidades para tratarla están cerradas”, reveló con todo el dramatismo que envuelve su caso, desde las inmediaciones de Ciudad Banesco, en Bello Monte, el otro brazo de la protesta.
“No hay medicamentos tampoco y la única solución que me dan es que tome calmantes, y si me da el dolor muy fuerte es que me ponen morfina. ¿Cómo vive un país con hambre y muriéndose lentamente?. Yo ya estoy sentenciada a muerte por el gobierno y hago responsable a Nicolás Maduro de mi deceso. Y lo hago responsable de lesa humanidad por violar mis derechos humanos”, dijo con todo su dramatismo.
Ayrim Díaz, ama de casa, no podía ser más directa en su reclamo: “ya estamos cansados de hacer cola, ya estamos cansados del presidente. Queremos salir de él, de la inseguridad y de todo esto que nos está atacando ahora”.
Otra dama que se desempeña en los oficios del hogar, Edith Pedrozo, de 64 años de edad, se mostró agobiada por la escasez de los alimentos y por la discriminación de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción CLAP. “Estoy cansada de salir a comprar los jueves, que es cuando me toca, y llegar a mi casa con dos kilos de harina de maíz para comer toda una semana. Eso no es vida: yo quiero un cambio para toda mi generación, para mis hijos, para los hijos de mis hijos. Ya no se puede comer ni avena, porque está en 3.500 bolívares (5,39 dólares) el paquete de 800 gramos. Los CLAP son la humillación más grande del mundo. A Tibisay Lucena le pido por favor que nos dé el visto bueno para el revocatorio; ella no pasa trabajo ni hace cola”, indicó.
Entre la multitud, el infaltable Rafael Araujo – o, para mejores señas, el “Señor Papagallo” -, exhibía su tradicional cometa, requiriéndole, en esta oportunidad, a la Asamblea Nacional, que acometa su función contralora “para que el gobierno no raspe la olla”.
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