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Así funcionaba la máquina de Anticitera, el primer «ordenador» de la Historia

Así funcionaba la máquina de Anticitera, el primer «ordenador» de la Historia
Máquina de Anticitera en el Museo Arqueológico de Atenas
Muñoz Gómez Fernando el

Es uno de los misterios más interesantes de la historia. Toda una muestra de la inteligencia hoy ignorada de nuestros antepasados. La «máquina de Anticitera (o Antiquitera)» es una de esas leyendas casi románticas que unen -aunque con enfoque opuesto- a escépticos y “creyentes”.

Un aparato complejo datado en el siglo I a.C.: el primer objeto con engranajes descubierto de esa época. Una joya hallada en el año 1900 por buzos originarios de la isla de Dodecaneso Symi. Hasta su descubrimiento, la existencia de este tipo de máquinas era una ilusión, una quimera, un sueño: había textos que hablaban de estos mecanismos pero ninguna prueba que ratificara su mera existencia. Su aparición lo cambió todo.

Un equipo de filólogos, físicos, ingenieros, astrónomos e historiadores de ciencia de las universidades de Atenas, Salónica, Cardiff y Nueva York han podido hacer una descripción completa del funcionamiento de un mecanismo sobre el que han estado trabajando 11 años.

Máquina de Anticitera

El famoso «mecanismo de Anticitera», conocido como el primer «ordenador» digital de la Historia, era utilizado con fines astronómicos y calendáricos. Según informa la agencia Efe, la clave que ha permitido entender mejor los fragmentos de este aparato ha sido recurrir un tomógrafo especial, fabricado en el Reino Unido exclusivamente para esta investigación. Con ayuda de este tomógrafo, los expertos pudieron leer los textos escritos con letras de tan solo dos milímetros de tamaño, incrustadas en las partes laterales del cajón de madera que constituye el mecanismo de Anticitera.

«Para la lectura de cada letra fueron necesarios veinte cortes tomográficos», según explicó el especialista en paleografía Agamemnon Tselikasa durante la ceremonia de presentación el jueves por la noche. Gracias a esta lectura, los científicos han podido hacer una descripción completa del funcionamiento del mecanismo, entender su finalidad y ver cuáles son las partes que todavía no se han recuperado de este artilugio.

Un método para explicar el universo

«La lectura nos permitió entender con certeza cuáles son las partes que nos faltan. Sabemos que el mecanismo incluía un planetario completo que aún no ha sido hallado», explicó a Efe Yanis Bitsakis, físico y especialista en Historia de las Ciencias. Según Bitsakis, ya no cabe duda de que el aparato había sido fabricado para explicar el universo, según el conocimiento astronómico de la época.

Los informes revelan que existían diferentes partes de la máquina:

  1. En la parte frontal del mecanismo -un cajón de madera de 33 centímetros de altura, 18 de anchura y 8 de profundidad- había dos círculos, uno para el zodíaco y otro para el calendario egipcio.
  2. En la parte lateral había un botón que al girarlo ponía a funcionar una treintena de engranajes colocados sobre diez ejes que accionaban a su vez las manecillas de los dos círculos.
  3. Se podían predecir eclipses solares y lunares con hasta 19 años de antelación gracias a este mecanismo capaz de medir las posiciones planetarias en un momento concreto.

«Un sistema de cuatro engranajes permitía que los cinco planetas girasen alrededor del sol que a su vez giraba alrededor de la tierra», explicaba ante los medios el profesor de Física de Universo Xenofón Musás.  Según Musás, en el mecanismo de Anticítera y en sus inscripciones está todo el conocimiento en materia de física, ingeniería, astronomía y matemáticas del siglo I a.C.

Cómo y dónde pudieron crearlo

«Para fabricarlo era necesario un muy buen conocimiento de ingeniería y de astronomía, inimaginable tratándose de un periodo situado 1.700 años antes de la revolución científica de los siglos XVI y XVII», destacó el profesor emérito de Astrofísica de la universidad de Cardiff, Mike Edmunds a Efe.

Además, los nombres de los meses en la parte frontal están escritos en el dialecto de la ciudad de Corinto, lo que hace suponer que el fabricante o el propietario era originario de esta ciudad o de alguna de sus colonias situadas en las costas de Epiro, en el mar Jónico. La posibilidad de alguna relación con Epiro se refuerza por la mención -además de los juegos de Olímpicos, los Nemeos, los Ístmicos y los Píticos, donde participaban todas las ciudades del mundo heleno- de unos juegos locales, los del oráculo de Dodoni. La mención de otros juegos locales de la isla de Rodas permite suponer también alguna relación con ella.

Hasta 1972 habían sido descifrados tan solo 923 caracteres de las inscripciones, mientras que el equipo actual consiguió leer 3.400.

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Muñoz Gómez Fernando el

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