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Unas veces se gana y otras… ¿se pierde o se aprende?

Unas veces se gana y otras… ¿se pierde o se aprende?
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SANDRA SERRANO

Lo que para mí es un buen mensaje: “unas veces se gana y otras se aprende”, para mi compañero es una frase incorrecta donde se sobrevalora el triunfo, endulzando la derrota. Y así, todo; como bien expresa el dicho popular “para gustos los colores”.

Según a quién le hagamos la pregunta obtendremos una respuesta u otra. Ninguna de ellas totalmente errónea ni verdadera. ¿De qué sirve entonces competir? ¿Influye en nuestros jóvenes de forma positiva o negativa? Depende.

Para algunas personas la naturaleza competitiva del deporte transmite indiscutiblemente una serie de valores que difícilmente se aprende en otros contextos; mientras que, para otros de esa esencia única emana el mayor problema ético del fenómeno deportivo. Sea como fuere, ambas argumentaciones se fundamentan en un cúmulo de reflexiones complejas que difícilmente ayudan a decantarse por una sola de ellas.

Por un lado, medirse con uno mismo o contra un buen adversario contribuye a esforzarse y superar las propias barreras; nos exige enfrentarnos a nuestros propios errores y cooperar con el resto en busca de soluciones. Así enfocada, la competición es proceso, no resultado, y, sea cual sea el veredicto, todos aprenden y ganan. Por el contrario, cuando lo más importante de la competición es el dictamen del marcador, los números acaban por sobrepasar el valor de las personas y el fin justifica los medios; el valor ético desaparece y, en su lugar, observamos actuaciones groseras y poco respetuosas. El reflejo del deporte de las estrellas. ¿Es esto último lo que deseamos para nuestros jóvenes?

Afortunadamente, en los Juegos Deportivos de Escuelas Católicas de Madrid (ECM) son muchos los coordinadores deportivos que, siguiendo la filosofía de sus centros educativos, apuestan por el sentido didáctico de la competición, llegando incluso a tomar decisiones ejemplares. Hace varios años, Patrocinio de María fue el primer colegio en relegar a un segundo plano los resultados de los partidos al incluir en sus equipos a jugadores de edad superior a la categoría correspondiente. Este año, un equipo infantil de fútbol sala de Nuestra Señora Sagrado Corazón compite en esa misma situación.

Destacan también, entre los miles de pequeños gestos desapercibidos entre la dicotomía de ganar-perder, aquellos delegados que deciden sacar a alguno de sus jugadores del campo para igualar las condiciones adversas del contrario, otros que buscan la forma de integrar a jugadores con discapacidades motrices o el público que anima y alaba los esfuerzos del rival casi tanto como los de su propio equipo.

Quizá por eso la liga de ECM es diferente al resto, más humana y cercana. Con un objetivo común, enseñar y transmitir valores porque, para ser sinceros, competir puede llegar a ser tan positivo y didáctico como nosotros nos empeñemos ya seamos entrenadores, árbitros o familiares.

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