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España rompe límites y se muestra decidida a defender su patrimonio

España rompe límites y se muestra decidida a defender su patrimonio
Jesús García Calero el

Dicen que el éxito tiene muchos padres y los fracasos son huérfanos. Durante años, desde estas páginas hemos ido desgranando, una a una, las carencias, faltas y olvidos, el desdén y la incuria con la que España trataba a su riquísimo patrimonio subacuático décadas atrás. Hemos hablado de responsabilidades y hemos compartido la sensación de que, en conjunto, nosotros los españoles, los que a menudo ni estudiamos ni valoramos nuestra historia, los que solemos vapulearla o mirarla con complejos poco confesables, también teníamos algo que cambiar, que mejorar al respecto, porque la única manera de exigir es estar dispuestos a comprometerse. Lo hemos hecho con tesón, y con la esperanza de que algo vaya transformándose en este campo que, finalmente, ha logrado enganchar a miles de lectores. Ojalá hayamos contribuido a que muchas de esas personas hayan aprendido a apreciar el verdadero valor de los restos de aquellas viejas naves con las que España exploró y configuró el primer imperio global, porque es importante que los ciudadanos de hoy aprendan, de manera directa, que el esfuerzo colectivo que permitió que fueran construidas fue una aventura maravillosa, llena de contrastes, pero con logros indubitables. No lo creemos solos. La historiografía más reciente, extranjera y española, comparte esa visión sobre el “spanish turn” el papel principal de nuestros antepasados en la llegada de la edad moderna y por ende en el inicio de un camino de humanismo que llevaba a la Ilustración. Es algo que no nos hemos contado aún.

Vienen estas reflexiones a cuento de la noticia sobre la espectacular campaña arqueológica, la tercera ya, en el pecio de la fragata Mercedes, la misma que los ingleses hundieron en un ataque el 5 de octubre de 1804 y que en 2007 sufrió el expolio de Odyssey. Aquello fue un punto de inflexión. Batallas legales importantes se ganaron y otras, igualmente importantes, fueron acalladas. Pero salió bien si pensamos que el expolio espoleó, valga la aliteración, la conciencia del valor de este patrimonio.

CARTAGENA, 30/08/2017.- Autoridades civiles y militares ante dos culebrinas (cañones), hallados en la tercera expedición del Gobierno español al pecio de “Nuestra Señora de las Mercedes”, hundido a principios del siglo XIX. EFE

Así que a la luz de la campaña de excavación arqueológica sobre el pecio de la Mercedes, podemos ver que el éxito tiene muchos padres: entre ellos destacan el Ministerio de Cultura, el Museo Arqua, el CSIC y el IEO -que dependen de Economía e Innovación-, a los que se suman, con protagonismo en la defensa del patrimonio, la Armada y la Guardia Civil. Pero hay que reconocer el logro que supone que el equipo de científicos españoles dirigido por el arqueólogo Iván Negueruela haya logrado este año izar dos enormes cañones renacentistas que portaba la fragata desde una profundidad de 1.137 metros.

Semienterradas en el lecho marino, con un peso de 2,5 toneladas cada una, la operación de extracción de las dos culebrinas ha sido sumamente compleja. Y es un éxito valioso porque España puede celebrar su capacidad y cambio de rumbo en un momento en el que desde algunos lugares, como Colombia,  se ha tratado de preterir nuestro papel en la defensa de un patrimonio compartido. Los resultados de la campaña, presentados en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática, Arqua, en Cartagena, con presencia del director general de Bellas Artes, Luis Lafuente, y miembros destacados de la Armada y el Gobierno Autonómico, hablan por sí solos. Instituciones coordinadas, esfuerzo colectivo, los más altos estándares científicos y tecnológicos.

Desde un punto en las cartas marinas a 30 millas al sur de Faro, el barco oceanográfico Sarmiento de Gamboa, del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con laboratorios y tecnología punta que pudimos visitar y conocer en Huelva, ha sido la plataforma desde la que se ha lanzado un vehículo remoto (ROV), el «Liropus 2000», cedido por el Instituto Español de Oceanografía (IEO). Dirigido por los arqueólogos y conservadores del Arqua, el ROV desprendió las culebrinas del duro limo que las retenía con una lanza de agua a presión, construida a tal efecto, y el equipo multidisciplinar izó los cañones hasta la cubierta.

Los cañones estarán desde hoy sometidos a un tratamiento de conservación que durará dos años al menos, hasta eliminar los cloruros que pueden dañar el bronce que ha estado inmerso en agua salada durante dos siglos. Pasado ese tiempo serán piezas centrales de la exposición del Arqua, junto con el obús, el grifo, las rodelas y rejillas rescatados este año, a los que se suman otro obús, las vajillas de plata y piezas de oro, más otros artefactos de interés excavados en los dos años anteriores. Y por supuesto los objetos personales de la tripulación y la ingente cantidad de monedas ganadas a Odyssey en los tribunales.

Mil ciento treinta y siete metros, la profundidad, es cuatro veces la altura de la Torre Eiffel, para hacernos una idea. Una profundidad en la que hasta la fecha no ha excavado ningún país europeo. No es que sea un concurso, pero el logro está, objetivamente, ahí. Sin embargo, hay algo mucho más importante: esta misión tiene un sentido que trasciende su propio objetivo, puesto que ha servido para estrechar relaciones con varios países y generar una cultura de cooperación científica internacional del más alto nivel y muy en serio, único futuro que podemos darle al conocimiento del patrimonio a menos que nos rindamos a quienes quieren disolverlo en el mercado y extraer pingües beneficios con la historia que tantos países y costas compartimos.

El éxito ha sido calificado de «espectacular» por los arqueólogos venidos de México y Portugal como observadores de la misión. Al demostrar la capacidad y los medios de la ciencia española para excavar pecios a gran profundidad, nuestro país demuestra su disposición a investigar el inmenso patrimonio cultural subacuático de la nación que exploró el mundo y que ha dejado galeones y navíos en todos los mares. Y nuestra decisión de defender su estudio científico frente a la explotación comercial. México y España ultiman ya una colaboración para un proyecto concreto, y por eso la presencia de Roberto Junco, subdirector de Arqueología Subacuática del INAH, acompañado de la historiadora Flor Trejo, responsable del estudio de la Flota de 1631, ha sido garantía de ese estrechamiento de lazos para investigar juntos el pasado común, en contraste con la postura tristemente nacionalista mostrada por el presidente colombiano Juan Manuel Santos a la hora de excavar -y posiblemente comercializar para pagar su faraónico proyecto- el tesoro del galeón San José.

Aquí hemos construido la historia global de España, que si escuchamos los relatos que nos aporta este patrimonio es la historia global de lo hispano, de ese “spanish turn” que hoy reivindican los historiadores como María Portuondo en sus obras. Cuatro siglos de innovación, astilleros, flotas, instrumentos, velas y viento en un esfuerzo colectivo y trasatlántico que tuvo un enorme y positivo impacto en el mundo. Y en Colombia se trata, tal y como se presenta ese proyecto, de la historia colombiana de la hispanidad, un oxímoron plausible con ayuda de empresas de cazatesoros, oscuros financieros y contratos opacos. Dejemos a los modelos hablar.

En la conversación entre América y España siempre estuvo el océano, que hizo posible la creación de una civilización. Aunque los acentos cambian como las mareas a ambos lados. En ese ámbito fabuloso, la ciencia está abriendo un camino inédito «hacia el futuro de nuestro pasado», como reseñaba Jean Yves Blot, de la misión de arqueólogos portugueses, en su visita al Sarmiento de Gamboa. Ahora esa conversación se acrecenta con la investigación del registro histórico más frágil que existe en la actualidad, sometido a los daños causados por la pesca y a la voracidad de cazatesoros. En él esperan las claves de aquella sociedad que vivió la primera globalización. Unas claves que pueden ser útiles para nosotros.

Momento del izado de la culebrina en la cubierta del Sarmiento de Gamboa

Reconozcámoslo; el de la fragata Mercedes es uno de los pecios más famosos del mundo tras el expolio de Odyssey Marine Exploration en 2007. Iván Negueruela explicaba en el transcurso de la misión que el yacimiento quedó «arrasado» tras la extracción salvaje de 600.000 monedas en 3 semanas. Y que ello «ha condicionado la investigación científica» posterior. El director general de Bellas Artes, Luis Lafuente, destacó ayer en Cartagena que los hallazgos completan con profusión de datos históricos y arqueológicos la victoria judicial en Tampa ante Odyssey y sirven para «parar los pies» a algunas empresas de cazatesoros.

En el mismo sentido se mostraron durante la visita al Sarmiento de Gamboa para conocer los trabajos el abogado José María Lancho, especializado en patrimonio subacuático, y el arqueólogo español Javier Noriega, de la empresa malagueña Nerea. Para Lancho es «una victoria acreditar lo que Odyssey realizó en ese yacimiento, como dice Negueruela, arrasado» y le parece todo un éxito la presencia de los arqueólogos mexicanos, especialmente, por la trascendencia que estos lazos tendrán en futuros proyectos sobre el patrimonio común hispánico. Noriega se muestra muy orgulloso, además «del notable progreso científico que ha hecho posible la coordinación entre las instituciones implicadas en esta misión, dirigidas por los arqueólogos del Arqua».

Para hacernos una idea de la compleja extracción de las dos culebrinas basta contar que la fuerte corriente en el fondo, debida al agua que sale del Mediterráneo en dirección oeste, obligó a sumergir un peso muerto de 1,2 toneladas para mantener la geometría vertical de los trabajos. La pericia de la tripulación del Sarmiento de Gamboa permitió que el bloque de hormigón apareciese a solo 5 metros del ROV «Liropus 2000» cuando acababa de liberar pacientemente del fango la boca de una culebrina. Los pilotos del Liropus lazaron la boca de cada cañón, por turnos, enganchándolo al peso muerto. Poco a poco dejaron que el barco, mecido por las olas, fuera moviendo los cañones y acabara de desprenderlos del fango. Una vez exentos, les esperaba media hora de ascenso hasta la superficie. Los arqueólogos y todos los presentes comparan ese despegue con el de un cohete, puesto que dejaba una nube de limo flotando en el agua.

Según dijo Negueruela ayer, es poco probable que volvamos a excavar al pecio de la Mercedes, después de estas tres exitosas campañas. Ahora esperan otros retos. El principal dar credibilidad a los pasos dados hasta la fecha y poner en marcha proyectos de cooperación para participar en investigaciones junto con otros países. El primer ejemplo cercano es México. Esperemos que la relación sea fructífera y los trabajos comiencen de inmediato. Sin perjuicio de que España debe encontrar la manera de que la arqueología subacuática sea más activa en nuestras aguas territoriales, donde las competencias autonómicas no han ayudado hasta la fecha a la coordinación de una política estatal, es ahora el momento de resaltar la altísima calidad y la ambición de los trabajos llevados a cabo en la Mercedes. Merecen el aplauso de todos y están a la altura de la historia y el patrimonio subacuático, del esfuerzo colectivo que supusieron.

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