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Blogs La viga en el ojo por Fredy Massad

La ciclotimia del Pritzker

La ciclotimia del Pritzker
Fredy Massad el

Da la sensación de que al jurado del premio Pritzker no le interesan los puntos medios: sus oscilaciones son cada vez más extremas, poniendo de manifiesto que los criterios con los que elige anualmente a su laureado no responden a ninguna lógica ni ideología consistente, más que la de esforzarse por generar tendencia. Se ha pasado, sin solución de continuidad, de la sanata de  un modelo de arquitectura chabolista, a galardonar este año, y bajo la batuta del australiano Glenn Murcutt, a unos arquitectos cuya obra se distingue por rendir culto al puritanismo elitista.

RCR Arquitectes está centrado en hacer arquitectura basada en perseguir la perfección y cuidarla hasta el último detalle. El mensaje que el Pritzker transmite mediante el gesto de premiarles es que quiere marcar el retorno a la esencia fundamental de la arquitectura, lejos de cultos a ídolos o de los discursos rimbombantes y populistas mensajes redentores para la humanidad que caracterizan al penúltimo laureado. No obstante, no hay que perder de vista el hecho de que es un movimiento, de nuevo (y como siempre) astuto, por parte de la Fundación Hyatt, a la busca de seguir preservando el prestigio del Pritzker y seguir abanderando el discurso políticamente correcto: al destacar el reconocimiento a un equipo, el galardón busca (taimadamente) alejarse del denostado concepto del arquitecto-estrella que él mismo se encargó de erigir y consolidar, para seguir afirmándose como el referente positivo y actual sobre las dinámicas de la arquitectura.

La arquitectura de este equipo no necesita de aditamentos para destacar sus bondades y la línea de trabajo mantenida, durante años, gracias al rigor y concentración en la esencialidad de la arquitectura, con la que han forjado su hacer y logrado obras como el Restaurante Les Cols, el Espacio Barberí (sede de su despacho) o, entre sus obras más recientes, el Museo Soulages. Con ellas han consolidado un lenguaje propio que podría considerarse definido por una cierta inclinación hacia lo puritano, que no sólo tiene que ver con el paisaje volcánico de Olot sino también con la propia arquitectura rural del entorno, que les ha influido y a la que han agregado contemporaneidad y una contenida idea de lujo. Un concepto que se podría denominar ruralismo chic.

El jurado destaca uno de los valores que los propios arquitectos han empleado para distinguir y hacer destacar su práctica: el de esa reivindicación intelectualizada de lo rural y lo autóctono. El discurso que RCR Arquitectes ha elaborado sobre su inmersión estética y emocional en el paisaje al que pertenecen manifiesta cierta coherencia cuando trabajan dentro de ese entorno pero, desafortunadamente, se debilita al operar fuera de ese contexto. Pese al peso y prevalencia que otorgan al definir su identidad desde una imagen de arraigo en el territorio, una idea artesanal de trabajo junto a los gremios, todo esto se desvanece al ver sus propuestas para Dubai, proyectos que no parecen realizados por los mismos arquitectos.

El cambio de escala y la pérdida de esa raigambre hacen que proyectos como The Edge y un hotel en la isla artificial de Palm Jumeirah no puedan leerse como continuidad y en ellos se pierda la esencia primordial de ese discurso que RCR Arquitectes han transformado en el dogma que les confirió ese rasgo distintivo. En otros casos, la obsesión por el purismo, por esa obra de arquitectura total, ha podido terminar condenando a los usuarios a la incomodidad, provocando la dificultad que deriva de hallarse en un objeto concebido desde una mayor atención a la excelencia en el  diseño que a la comodidad de ser humano y al mantenimiento del edificio. Un ejemplo de esto es la Biblioteca Joan Oliver, donde la patente priorización la sofisticación estética y el anhelo por la perfección fotogénica del edificio culminan en una experiencia de uso relativamente fallida.

Éste es el segundo Pritzker que recibe la arquitectura española, y aun pese a la dimensión relevante de la obra de este equipo, no era en absoluto esperado. En paralelo, es importante señalar que en los últimos años RCR Arquitectes ha sido uno de los estudios catalanes que ha adquirido mayor proyección global: dos exposiciones en 2015−una en el Palau Robert y otra en el Centre d’Art Santa Mònica, ambas en Barcelona−y otra en el Museo ICO en 2016 hicieron de ellos los representantes de la arquitectura catalana impulsados por el propio gobierno de la Generalitat.

Pareciera que con este reconocimiento el jurado quisiera enmendar el cuestionado Pritzker a Aravena y hubiera considerado que la mejor forma de hacerlo era concedérselo a una arquitectura con aura de excelencia como la de RCR Arquitectes, al igual que en su momento hiciera con Peter Zumthor para romper la inercia de galardonar a figuras que encarnaban el cliché de arquitecto-espectáculo. Como Zumthor, RCR Arquitectes encarnan el paradigma ideal de lo que debe ser la arquitectura. Pero cabría preguntarse si ese ideal como místico no es finalmente una fantasía a la que, ahora, este autoproclamado principal premio de la arquitectura recurre para mantenerse en su limbo: desconectado de la realidad y los debates a ras de suelo. Ese limbo desde el que sigue instrumentalizando la arquitectura, haciendo de ella un producto mediático y banal.

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