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Blogs La viga en el ojo por Fredy Massad

Entrevista a Freddy Mamani

Fredy Massadel

La arquitectura de Freddy Mamani (Bolivia, 1971) podría entenderse como una especie de sincretismo sui generis. Una reivindicación de lo antiguo y lo autóctono desde una construcción fantástica, imaginada, reinterpretada. Una visión personal de su propia cultura que, por reivindicativa,  molesta e interpela a la cultura oficial. Edificios que incomodan, hechos para nuevos ricos que defienden su derecho a que nadie eduque sus gustos, su derecho a vivir como desean.

Mamani cumple con la labor de transformar diariamente el paisaje de El Alto, la ciudad más alta del mundo. Un paisaje que, antes de su intromisión, era gris y precario. Desde la arquitectura, reivindica el orgullo de los inmigrantes procedentes del mundo rural del Altiplano, para quienes los cholets de Mamani son una forma de afirmación y reafirmación social y económica.

El surgimiento de Mamani está directamente relacionado con las políticas igualitarias y de derechos humanos que fueron conculcadas durante los primeros años de gobierno de Evo Morales. Su arquitectura debe ser mirada sin prejuicios, tanto negativos como buenistamente positivos. Estos últimos podrían festejarla desde un cierto paternalismo y frivolidad folclorista.

 Al conversar con Freddy Mamani, se descubre a una persona próxima, alejado de toda pedantería intelectual. Una persona llana que supo imaginar una arquitectura que entendiese la cultura de lo místico, la feria, la fiesta, el colorido de los aymaras, los quechuas, los mestizos … En síntesis, de la simbiosis de culturas que se produjo en la altura americana.   

 ¿Cómo se inicia en la arquitectura y la construcción?

Yo migré del campo a El Alto, que en esos años aún no era ciudad sino un pueblito con unos pequeños barrios. Cuando tenía seis años acompañaba a las obras a mi padre, que por entonces trabajaba en la construcción. Había terminado el bachillerato y, en sus tiempos libres o fines de semana, me llevaba a su obra y ahí fue donde yo empecé a jugar con el yeso, el cemento…Tengo ese recuerdo. Después, nos fuimos a La Paz, mi padre fue a estudiar, y ya no regresé a la ciudad de El Alto hasta que cumplí más o menos trece años.

Soy el mayor de seis hermanos y para poder ayudar a mi familia tuve que buscarme trabajo y el mejor remunerado a la semana era el del albañil. Antes era un oficio más fácil y, como digo, desde mi niñez yo siempre he sido apasionado para la construcción. Comencé trabajando como peón, luego como maestro, contramaestro…hasta llegar a ser contratista a los 18 años. De niño mi sueño era también ser ingeniero civil pero la economía familiar no me permitía cursar esos estudios así que, al tiempo, entré a cursar la carrera de Construcción Civil en la Universidad Mayor de San Andrés, en la Facultad de Tecnología.

 ¿El racismo y clasismo de la sociedad boliviana de aquellos tiempos condicionaba el acceso a la educación?

Sí. En esos tiempos había mucha discriminación. Yo no podía ser abogado aunque lo deseara porque no me era posible estudiar Derecho, ni tampoco podía, por ejemplo, entrar en una academia policial y la causa era mi tez y mi apellido. Era necesario tener un apellido extranjero para poder tomar una carrera de élite, entre las que se incluía la de arquitectura. Igualmente, era necesario disponer de mucho dinero para cursar esas carreras, así que decidí estudiar la carrera de Construcciones Civiles en la Facultad de Tecnología porque esta formación era también acorde a lo que yo también estaba emprendiendo en el trabajo.

Tras licenciarme he visto la falencia de esos años de estudio en la academia, porque no se nos inculcó el estudio de nuestra propia identidad.

 

¿En qué sentido emplea el término «identidad» en este caso?

 La ciudad de El Alto es una de las más jóvenes de Bolivia, tiene sólo 35 años de antigüedad, y es, a la vez, la segunda más poblada del país. Su población está conformada por migrantes del campo, un 75% de los cuales son aymaras, más un porcentaje de quechuas. Estos habitantes tienen un potencial de identidad y necesitaban una arquitectura que estuviera acorde a ellos y además a la academia.

Las materias que había en la facultad estaban cargadas de estudios sobre arquitectura extranjera e investigaciones sobre arquitectos de otros países.

En Argentina, la formación en historia de la arquitectura se inicia en el Antiguo Egipto, continuando con el estudio de la historia de la arquitectura occidental. Apenas se estudia nada de la arquitectura precolombina. ¿Se estudia de alguna forma reglada en las escuelas de arquitectura de Bolivia la arquitectura de los primeros habitantes, anterior a la conquista de América?

Sucede exactamente como en Argentina. Muchos arquitectos relevantes locales se han formado mayoritariamente en el exterior. Como te decía, pertenecen a una clase social de élite y han estado en Harvard, Europa… Así, todo lo que imparten tienen que ver con ese conocimiento y nada está relacionado con nuestra cultura.

Al salir de la universidad yo me dije que debía romper esquemas para poder ofrecer a mis usuarios una arquitectura que se acomodase a ellos. Para entonces yo ya siempre trabajaba codo a codo con mis clientes. El Alto no está construido por profesionales sino por constructores y ahí llegamos nosotros con una identidad arquitectónica fuerte que recupera las raíces de nuestros ancestros.

A la vez, hoy por hoy es un potencial en el turismo, un aporte a la cultura a través de la arquitectura, recuperando dos elementos esenciales. Por un lado, la arquitectura propia de la cultura tiahuanacota. En Tiahuanaco encuentro una arquitectura milenaria y que plantea una enorme incógnita, porque no se conoce la tecnología que fue empleada para cortar tan limpiamente esas piedras de tamaño monstruoso. He tratado de recuperar esa arquitectura en mis obras actuales, algo más complejas y monumentales si se las compara con esas ruinas de Tiahuanaco. He fusionado lo estructural en mis obras actualmente. Por el otro lado, los colores. Al llegar, vi que El Alto era una ciudad color ocre, muy aburrida, y he tratado de darle vida a través la referencia a los colores de los textiles que utilizaban nuestros ancestros y actualmente también nuestras autoridades.

 

El cholet surge de la fusión de esos aspectos tradicionales e identitarios. El resultado es una arquitectura para una nueva burguesía, de pleno carácter popular y que además contribuye a la configuración de un nuevo paisaje urbano.

Así es. Además, son edificios autosustentables económicamente. No se trata sólo de construir edificios residenciales de gran tamaño sino que son también edificios comerciales, planteados para que generen beneficio económico para el propietario en el futuro. Es decir: que el edificio sea un seguro de vida.

La planta baja son galerías comerciales que pueden arrendar, también hay dos plantas con salones para actividades culturales y festivas. También, paralelamente, tienen canchas deportivas, juegos infantiles… En la parte superior, hay apartamentos que pueden alquilar. Las familias construyen a una edad media de entre 30-40 años y cuando tienen hijos que van independizándose pueden ofrecer a sus hijos estos apartamentos.

En la última planta viven los propietarios del cholet que, como son migrantes del campo, gustan de vivir junto a la naturaleza, rodeados de ésta.  Estar ahí simboliza que están más conectados a ella, al espíritu de su propia vida, a su propia integridad.

¿Cómo se gesta el primer cholet y esta ingeniería económica? ¿Cómo surge el planteamiento de este concepto?

 La gente de El Alto tiene una idiosincrasia rural. Se caracterizan por ser comerciantes y, a la vez, por ser folcloristas Para el alteño, el primer día de trabajo es el domingo. Las ferias, desde antaño, se han hecho en las áreas rurales y las transacciones estaban basadas en el trueque, porque no había moneda. Iban desde los valles, al Altiplano y al Oriente y viceversa con el comercio.

En El Alto existe comercio tanto formal como informal. Hay personas que migran del campo a la ciudad e inmediatamente comienzan con el comercio con pequeños puestos que invaden calles, aceras… Con esta arquitectura he tratado de solucionar ese problema. Los comerciantes se integran a estos edificios en la planta baja.

Por su parte, los folcloristas son vistos como un mal ejemplo para los niños con sus pasos, entradas… Así, las ceremonias de matrimonio se realizan también en esos salones de los cholets. Estamos tratando de acomodar a esta sociedad con un concepto diferente, adecuados a su cultura.

Los cholets comienzan con un primer propietario que había ido siguiendo mi trabajo, viendo cómo construía desde antes de mis estudios universitarios. Cuando era contratista, siempre me gustaba mucho hacer la parte frontal, que construía con ladrillo común, igual que todas las construcciones de la ciudad de El Alto. Siempre me gustaba hacer algo fino, innovar algunos detalles… Este hombre me consultó quién era el responsable de unos edificios y, al decirle que era yo mismo, me dijo que tenía un terreno donde quería construir un edificio que fuese único en El Alto. Me dijo además que iba a viajar a China y tenía la posibilidad de traer consigo materiales desde allí. Insistía en que quería que la casa fuese algo único.  Esa fue la clase de propuesta que yo estaba esperando.

Comencé a diseñar un cholet, que entonces aún no era un cholet sino una obra única, tipo tiahuanacota, y a la vez teniendo presente la indicación que me hizo el cliente de que la vivienda le sirviera sobre todo para poder obtener alguna renta de ella en la vejez. Le propuse dos diseños con los que estuvo muy de acuerdo y me dio plena libertad para construir.

La obra resultó exitosa. Fue publicada a doble página en La razón, el periódico más importante de Bolivia, y eso fue para nosotros como un gran primer premio. Tras esto, comenzaron a llover los encargos. La economía se encontraba en un boom en aquel momento. Tras haber construido unas cincuenta y siete obras, publicamos un libro, transcendimos a nivel internacional, comenzamos a recibir buenas críticas… fue un importante impulso personal para mí. Pude estudiar Ingeniería Civil, así que he cumplido mi sueño, he recibido efusivas críticas de la academia, he defendido mi tesis, he viajado al exterior…

 

No obstante, su obra ha recibido también críticas muy severas. Me decía antes que la educación se imparte por figuras pertenecientes a las élites y formadas además en conceptos ortodoxamente académicos. Supongo que, para ser considerado respetable entre esos sectores, la cuestión consiste en ser seguidor de Wright o de Le Corbusier, algo que poco puede tener que ver con los deseos de personas que querían una arquitectura como la que usted está construyendo. ¿Cree que puede ser ése el motivo de que un cierto sector de la profesión manifieste un rechazo a su obra?

Es algo comparable a lo que está sucediendo con la política de Evo Morales. No se acepta, por más bien que éste lo haya hecho.

Hay personas con concepto colonial han ido a estudiar al extranjero y quieren manejar lo mismo acá en el tema de la arquitectura. Y se sienten además superiores, los mejores, por haber estudiado en los mejores colegios, las mejores universidades…Por ese motivo tienen además las mejores posibilidades económicas, los mejores proyectos. En mi caso no se han dado todas esas oportunidades. Yo he salido de escombros: he nacido en una cabaña, ingresé en la ciudad como migrante; estudié en un colegio nocturno en El Alto y luego, en una universidad estatal, la carrera más despreciada en aquellos años; después comienzo mi carrera en la ciudad de El Alto con esta identidad diferente. Un muchacho que ha salido del campo ha trascendido fronteras, ha llegado a París, al Metropolitan Museum de Nueva York, es invitado por numerosas instituciones y universidades para pronunciar conferencias, participa en festivales de diseño… Creo que ese rencor se debe al hecho de que he sobresalido más que los supuestamente mejores.

Un arquitecto, exdecano de la facultad de arquitectura, me decía: nosotros no tenemos ni un solo folleto sobre nuestro trabajo publicado en el mundo y tú tienes un repertorio enorme de publicaciones en libros, revistas, vídeos, entrevistas…Y tienes además tres carreras, nosotros sólo somos arquitectos. Sin embargo, yo no me siento superior sino que creo que estoy aportando con lo poquito que he podido hacer y además estoy llenando ese vacío de la academia, que precisaba de una cierta cultura. Nada más que eso. Creo que ellos se sienten defraudados por ellos mismos.

Al haber trabajado en la construcción he podido ver personalmente todas las necesidades de mis usuarios y estoy acogiéndome a eso. Creo que la universidad no debería ser tan rígida, ya que nosotros estudiamos en las universidades para servir al pueblo. Yo, personalmente, quiero servir a mi pueblo, a mi cultura, a mi identidad, pero sin cerrarme exclusivamente en esto. Tengo la opción de poder trabajar con otra cultura, con otra sociedad…y lo he hecho y disfrutado. También he construido arquitectura minimalista y lo he disfrutado, pero prefiero trabajar sobre todo allí donde las grandes mayorías necesitan profesionales. Estos profesionales que han salido de la universidad tienen ese recelo o quizá sienten vergüenza de trabajar en la ciudad de El Alto. Nuestro concepto es diferente y vamos a seguir trabajando en esto Yo quiero colaborar con mi pueblo.

La primera impresión que me produjo su obra fue pensar en Aprendiendo de Las Vegas de Venturi y Scott Brown. Después leí que hace unos años viajó a Las Vegas y  le había fascinado. Venturi y Scott Brown hablaban de la arquitectura como de un espacio que se decora y que, personalmente, considero muy válido. La arquitectura no debe solamente ser una cuestión tan rigurosa y seria, sino que es posible introducirle un componente, digamos de una manera tal vez algo apresurada, posmoderno.  ¿Reconoce de alguna forma, consciente o inconsciente, la influencia de Aprendiendo de Las Vegas? Señala también que juega el papel del artista, algo que también me parece que rompe con los moldes de la doctrina del Movimiento Moderno. Quizá de ahí procede ese rechazo que admiro que su arquitectura sea capaz de suscitar.

Mi primer viaje al exterior fue a París, invitado por un empresario muy vanguardista en el diseño del interiorismo en muebles. Cuando viajé a Las Vegas me impresionó ver esa colección de arquitectura del mundo. Me pareció que la obra que yo estaba construyendo parecía algo de Las Vegas pero construida en la ciudad de El Alto. Esto fue una inspiración única porque no conocía esa arquitectura, antes no disponía de una computadora.

¿Qué arquitectura había visto antes de comenzar a construir los cholets? ¿Conocía a Gaudí o lo descubrió más tarde?

Algunos docentes que tuve nos mostraron obras de Gaudí, de las que quedé muy admirado. Admiro muchísimo a Gaudí. Su arquitectura es compleja.

 

A mi modo de ver, su arquitectura tiene un marcado carácter social. En un sentido de social distinto a ese que se ha impuesto entendido como arquitectura hecha para personas con escasos recursos económicos. Parece que quiera imponerse la idea de que la arquitectura social debe consistir en ofrecer viviendas y espacios públicos de cierta precariedad material y conceptual, que liga a Iberoamérica con una idea de lo pobre. En su caso, hablamos de una arquitectura que presta servicio y da visibilidad a una cultura. Los cholets construyen y consolidan la ciudad, no sólo urbanísticamente sino también social y económicamente.

Desde las universidades, mi obra es conceptualizada como algo decorativo. Sin embargo, no es así. En algunas conferencias he planteado que también las obras coloniales son decorativas. Pienso en París, por ejemplo, donde hay edificios con algunas cornisas hacia adelante o en los costados y que carecen de cualquier utilidad. Para mí, eso es una torta (tarta) blanca o una torta gris. Yo hago una torta que puede ser algo colorida pero en ella todos los espacios son funcionales, acordes a las necesidades del usuario. Por ejemplo, las habitaciones son diferentes. En una zona residencial no vas a ver un salón amplio para fiestas en el propio edificio, pero acá nosotros tenemos nuestro propio espacio de recreación, nuestro jardín con su horno y diversos elementos, entre ellos incluso invernaderos ya sostenibles. También están ahí sus talleres, sus espacios de trabajo, oficina, despacho… Y, en lo alto, está su dormitorio. Es decir: es un edificio completo. Su funcionalidad es diferente, pero no es una arquitectura solamente decorativa.

Reducir su arquitectura a la idea de que es meramente de fachada es un facilismo. Por otro lado, los cholets, una edificación de carácter privado, suplen la ausencia de infraestructuras públicas posibilitando, por ejemplo, la realización de actividades lúdicas, culturales…en sus salones.

En efecto. Actualmente en el municipio hay un centro municipal para los jóvenes que llamamos «La alcaldía quemada». Un año sufrió un incendio y se ha rehabilitado como espacio cultural. Pero en la ciudad no hay cines, no hay campos deportivos…y los que haya podido haber, se han privatizado en el sentido de que son pequeñas áreas verdes que se han vallado y se han cerrado con candado. Los niños que quieren acceder a ellas, tienen que pagar. Así se está causando un grave perjuicio porque la juventud cae en la delincuencia. Cuando yo llegué a El Alto podía tomar mi balón y salir a la canchita de polvo a jugar, pero ahora eso ha cambiado. Los ancianos no pueden salir a una placita a solearse. En ese sentido, debemos cambiar bastante. Nos falta aún mucho por trabajar y concientizar a la sociedad de la ciudad de El Alto.

La elección de Evo Morales como presidente supone un profundo cambio en toda Bolivia pero, en particular, en La Paz y El Alto. Su elección ha sido clave en el ascenso social de los campesinos aymaras.

Ha sido un pilar fundamental en lo psicológico, ya que ha hecho que familias occidentales y orientales, del área rural sobre todo, se sientan identificadas con el poder. De hecho, ellos mismos proclaman: «Estamos en el poder.» Eso hace que se expongan económicamente a través de sus edificios en el caso de la ciudad de El Alto. Se reivindican como aymaras, como personas que quieren hacer aquello que les guste, que sienten que los identifica. Ese es el concepto que ha trascendido en la ciudad de El Alto.

 

Morales también es decisivo a la hora de reconocerlos con derechos que hasta entonces les habían sido negados. Rompe así con esa dura inercia racista y clasista que usted mismo señala haber sufrido.

Se ha producido un cambio radical, principalmente para los pueblos indígenas. En los últimos años, Evo Morales ha incluido a los pueblos indígenas en la nueva condición política del estado. Tenemos ya los mismos derechos en todos los aspectos, nos sentimos incluidos en la Carta Magna. Eso ha constituido un paso sumamente importante y creo que todo ha cambiado bastante. Ahora tenemos una mentalidad más amplia para poder desarrollarnos y emprender en muchos aspectos.

Si me permite que ahondemos algo más en el tema político, ¿qué cree que ha podido fallar en la gestión de Morales para llegar al punto en que se encuentra en la actualidad?

Yo creo que ha sido su humildad personal de Evo Morales. De haber sido un poco más humilde podría haber esperado cinco años para volver a ser electo. Pero creo que también tenía interés en dejar a Bolivia industrializada, ése era su propósito más grande. Ahora estábamos entrando a la industrialización y en estos cinco años hubiéramos visto realizadas muchas más obras que estaban en proyecto. Por ejemplo, ayer se inauguró un segundo hospital de tercer nivel en la Ciudad de El Alto. El otro fallo ha sido no tener oposición, incluso cuando ha caído no ha habido quien le defienda, porque supuestamente todos eran azules (miembros del MAS – Movimiento al Socialismo-, partido de Morales). Se necesita siempre ese equilibrio, esa balanza en la política.

¿El problema quizá fuera que no hubiera nadie que pudiera sucederlo dentro del mismo partido?

 Evo ha tomado con ese concepto pero yo creo que hay bastantes mujeres y hombres inteligentes capaces de tomar el timón del estado. Creo que ha habido por su parte un cierto egoísmo en esa voluntad de perpetuarse y éstas han sido las consecuencias.

¿Cree que ha habido algún tipo de retroceso en lo social en estos meses que han transcurrido desde que dejase el poder o los cambios instaurados por él han quedado claramente consolidados?

 Es algo que aún estamos comprobando. Por ejemplo, el tema de las elecciones ha demostrado que la gente ha tomado conciencia y no hay vuelta atrás. Es algo ya conquistado. Si llegamos de nuevo al poder va a ser más complejo porque siempre el MAS llevó el poder con humildad pero del otro lado no hemos visto esa misma forma, sino que ha habido más bien una saña terrible; y ellos mismos están pisando la Constitución, porque hasta ahora se estaba asumiendo esa nueva constitución con mucha responsabilidad, quizá no tanto por parte del gobierno, pero la sociedad sí estábamos encaminándonos bien. Ahora, esto se ha tergiversado y ahora se ve más intensamente el racismo, se demuestra de qué lado está más presente el racismo…Estamos esperando con paciencia las elecciones. Ojalá todo vaya bien porque vemos aún días oscuros para Bolivia.

¿Le inquieta que, desde el exterior, se pueda malinterpretar el concepto de la arquitectura neoandina y del cholet? ¿Que sean meramente tomados por un exotismo folclórico, como puede serlo la lucha libre de cholitas, sin que se identifique claramente su trascendencia como agente social y urbano?

Estamos trabajando en eso. Este año he sido invitado por ocho países a mostrar mi trabajo. Diferentes universidades están muy interesadas. Hay profesionales de diferentes países y continentes que han hecho aquí sus doctorados o maestrías. Creo por eso que con mi innovación estoy también aportando a las universidades.

Esta arquitectura, además, no sólo va a quedar en esto. Lo que siento es que más bien estoy empezando y no tengo un final específico señalado como para decir qué obra o sueño tengo para poder plasmar y considerarlo mi final. Más bien estoy sacando ahora una nueva tendencia, podría decirse, pero siempre acogiéndonos a ese formato de los cholets. Pero ya es una nueva línea.

Estoy ya también en el mundo de la hotelería. Va a ser interesante captar turismo local y, sobre todo, internacional. Esto abre otra nueva etapa en mi vida. Estamos llevando además muchos otros proyectos adelante. He recibido muchas invitaciones de universidades para ejercer como docente pero lo cierto es que lo que me tiene más fascinado son las obras y no he podido aceptarlas.

¿Tiene en perspectiva algún proyecto de obra pública?

 Aún no hemos hecho nada. El miedo está en la gente de élite. Si Freddy Mamani hiciese un estudio monumental en la Ciudad de El Alto ahí estaría el éxito más brillantemente personal para él. Y quizá ese edificio no lo construiría ya en El Alto, sino en el extranjero. Es preferible no encender esa chispa porque causaría un incendio terrible. Pero yo personalmente tengo que trabajar. A mí, nadie me ha ayudado. Lo he logrado todo por mí mismo, pese a haber sido criticado: que sólo es ingeniero, que sólo es constructor, que no es arquitecto…Pero ahí está mi trabajo. Lo he logrado y vamos a seguir trabajando. Yo quiero que algún día se abra una materia para aprender la arquitectura neoandina. Por eso, creo que se avizoran buenos proyectos. Creo en las universidades. Eso es con lo que estamos.

 

Por último, quisiera preguntarle por su opinión acerca del documental Cholet; The Work of Freddy Mamani de Isaac Niemand.  ¿Reconoce en él bien reflejado el concepto y motivación de tu trabajo?

Es un documental con una vocación más bien artística, que reflejaba la visión de Niemand. Hay muchas entrevistas a personalidades bolivianas, académicos, sociólogos…Cada uno de los cuales aporta su punto de vista, propone, critica… Pero lo que es mío, mi verdadera lógica, y lo que tengo que seguir en mi propósito, por lo que voy a seguir trabajando es por rescatar mi cultura, mi identidad y la de los pueblos. No hay brazo a torcer.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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