Entrevista realizada por Alicia Guerrero Yeste
Lo escrito en crudo es siempre un material sumamente valioso. Es el material más directamente próximo a la realidad de los flujos de acción del pensamiento. El punto de origen desde el que hacer emanar interpretaciones y lecturas, y al que retornarlas siempre después.
Esto último se siente aún más obligatorio en el caso de un individuo que situó con pacífica osadía su territorio de acción y trabajo en el borde de los límites y reveló la potencia inexplorada que había en ellos, como fue Gordon Matta-Clark. Alejarse y alejarlo de esas palabras y estructuras originales (o, quizá más correctamente, originarias) supondría debilitar o anular el impacto que su subversiva resonancia sigue ofreciendo a la realidad presente para proponer formas sinceras de resistencia y de combatividad.
Con la voluntad de preservar esa lúcida y vigorosa energía que sigue latiendo en ellos – son los escritos de un hombre muy joven, profundamente culto y poderosamente inteligente-, y de ofrecer un retrato completamente al natural de su pensamiento y sensibilidad, la historiadora del arte y comisaria Gloria Moure ha realizado esta edición de los textos esenciales de Matta-Clark que publica la editorial Caniche.
Cartas, manifiestos y anotaciones en folios sueltos y cuadernos, y una selección de entrevistas que, en palabras de Moure, “nos permiten adentrarnos en el entramado de ideas e intereses que conforman el talante creativo de Matta-Clark (la idea de no secuencia, el tiempo, la alquimia, la entropía, la geometría, la relación con la cultura, el movimiento, la experiencia, la memoria, la inmersión social, el espacio político, la valoración de la colaboración, el anonimato, etcétera) y que nos ayudan a comprender su trabajo desde el interior de su pensamiento”. Y que pueden agitarnos como una vivencia literaria, más valiosa y útil cuantos menos teoricismos e intelectualizaciones se le impongan.
Quizá, dado que tu ámbito de procedencia es la Filología Clásica, la pasión por los antiguos griegos, podemos apelar a las maniobras de Hermes, ese astuto dios de los caminos y el azar, capaz de desplazarse fluidamente entre territorios, para hablar de cómo tu llegada al mundo del arte contemporáneo se produjo a través de una ruta imprevista o indirecta.
Sí, hay un punto de partida, que en mi caso fue la Filología Clásica. Uno al comienzo traza una línea de posibilidades que le interesan, pero otras van creciendo alrededor, ramificándose, pero sin desviar de ese tema central de interés, sino más bien enriqueciéndolo. Así, uno va ampliando sus conocimientos y adquiriendo a la vez la aceptación de que la propia vida tiene también esa diversidad. Diría que mi formación no está marcada por una voluntad de especialización, sino de comprensión de la complejidad del mundo.
Cuando hoy reviso el trabajo que he llevado a cabo a lo largo de tantos años veo claramente una columna vertebral que lo unifica todo. Esa columna es mi propio interés en aquellos artistas que han ampliado perspectivas, que no se han encerrado en una concepción del arte establecida, sino que son porosos y se han abierto a otras disciplinas.
Gordon Matta Clark es uno de esos artistas.
Gordon Matta Clark es una figura paradigmática en este sentido de encarnar la complejidad: se forma como arquitecto pero actúa como artista, interesado por el lenguaje… Aunque podría decirse que eso que denominamos “complejidad” no es de hecho tal, sino un concepto de mundo donde no existen las clasificaciones fruto del racionalismo. Matta Clark fue un artista consciente de un mundo en cambio constante, y aceptaba ese cambio como algo positivo. Igualmente, el error era algo que está ahí y de lo que es posible apropiarse. Desgraciadamente, no pude llegar a conocerlo personalmente.
Pero sí acceder a sus archivos. En 2006 comisariaste para el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía una exposición dedicada al trabajo que desarrolló entre 1971 y 1977.
El nombre de Matta-Clark es muy conocido, pero no lo es tanto el contenido plástico de su obra. Esta exposición me dio la oportunidad de darla a conocer, así como de publicar sus textos, una idea que yo ya tenía en mente desde hacía tiempo.
La publicación que acompañaba aquella exposición está agotada. Este libro que ha editado Caniche pone de nuevo a disposición esos textos.
Sí, las tres ediciones que se publicaron de aquel catálogo están totalmente agotadas. La edición de Caniche me ha dado la oportunidad de rehacer la publicación de los escritos de Matta-Clark y enriquecerla además con unas cartas inéditas depositadas recientemente en los archivos del Canadian Centre for Architecture. Son unas cartas entre Matta-Clark y su madre, y aunque no hablan específicamente de su trabajo artístico –ya que cronológicamente son anteriores al inicio de este-, ofrecen un perfil muy interesante sobre su figura.
La manifestación de la sustancia personal de Matta-Clark -un espíritu abierto y enérgico, generoso y cariñoso- que queda recogida en ellas resulta imprescindible para comprender a fondo los valores que impulsaron su trabajo.
Es muy importante en un personaje como él ver cómo esa sustancia personal se extrapola a la obra. La generosidad que hay reflejada en esas cartas luego se plasma en la participación, a menudo con carácter de reivindicación, que hay en su obra, siempre ligada a la ciudad y al devenir de esta. Y lo genial es cómo Matta-Clark sigue siendo absolutamente actual.
Intensamente actual. Estos textos reflejan la lucidez inmensa de su observación y diagnóstico de situaciones y problemáticas que son verdaderamente acuciantes en la sociedad de hoy, cinco décadas después.
En efecto. Matta-Clark desarrolló su trabajo siendo muy joven, durante la década de los setenta y su actividad fue muy breve, porque murió en 1978.
Su cultura era aquella que había vivido en casa. Era hijo de dos pintores, Roberto Matta y Anne Clark, con una fuerte sensibilidad política. Tenía un vínculo con su familia paterna en Chile, algo que le hizo tomar conciencia de unas situaciones políticas a las que habría sido ajeno desde Nueva York.
Igualmente, la influencia de Marcel Duchamp fue muy decisiva sobre él. Hay dos conceptos particularmente duchampianos a los que se acercó Matta-Clark, aunque planteándolos desde un prisma propio. Por un lado, la utilización del lenguaje, con el que jugaba constantemente. Por otro, la intención de voyerismo: ver a través de algo, ver qué hay detrás de ese algo. En Étant donnés (1946-1966) hay dos agujeros en la puerta que permiten ver qué hay tras ella, pero que exigen acercarse a ellos con la intención de mirar, y Matta-Clark lo extrapola a esos inmensos agujeros en sus intervenciones, que descubren lo que hay más allá de las estructuras visibles, trabaja en los subsuelos, filma ventanas de edificios y lo que sucede tras ellas… También creo que hay puntos de contacto con el infraleve duchampiano, que él absorbe sensiblemente y transforma. Matta-Clark decía que la vida está en los bordillos, que los puntos de creatividad, los puntos donde suceden las cosas, son los márgenes extrafinos. Él llevó esa noción al extremo total, enriqueciéndola con todas sus inquietudes sociales y arquitectónicas sobre la ciudad, haciendo ver cómo la vida la genera el individuo y no el edificio que lo envuelve.
Los textos de este libro (diálogos, reflexiones, anotaciones…) son sobre todo vitales, respiran una espontaneidad y sinceridad bajo la cual se palpa la energía de una actividad intensiva, constante, de atención y reflexión intelectual y sensible (llegando a lo poético incluso) de muchísima profundidad. Una erudición y capacidad crítica muy notables sustentando cuestionamientos, análisis, búsquedas de formas de acción…
Así es. Es una síntesis de muchísimas cosas y todos esos intereses cruzados los formaliza en la ciudad, que es su punto de acción. Y lleva esto a cabo de muy diversas formas: interviniendo edificios; en las performances que organizaba en lugares como el puente de Brooklyn; a través de FOOD, el restaurante destinado a dar comida a personas marginadas que convirtió en una pieza artística y centro de congregación de artistas, y que a la vez cumplía también una necesidad social, haciendo así de la vida misma arte. Este es un asunto que llevó al extremo.

Matta-Clark se encuentra en el Nueva York caótico y conflictivo de la década de los setenta, con gravísimos problemas de degradación urbana y social. Él se comprometió con esa situación llevando a cabo toda esa diversidad de acciones que, como señalas, en algunos casos ofrecían soluciones a problemáticas sociales, exponían hasta el fondo la absurdidad nociva y de larguísimo alcance del sistema, descubrían las rendijas burocráticas que hacían posible subvertir y reaccionar contra dicho sistema desde adentro… Todo ello realizado con una inteligencia, capacidad creativa y una honestidad que me cuesta muchísimo percibir en obras experimentales, performances y trabajos de cooperación actuales, más bien inofensivos e inútiles ejercicios de exhibicionismo buenista que desafíos.
Hay compromiso y una honestidad indudable en el trabajo de Gordon Matta-Clark. Nueva York le ofrecía un buen contexto, pero buscó también en otras ciudades edificios que estaban a punto de ser derribados para intervenir en ellos, como hizo en París, cuando estaba transformándose el barrio de Le Marais y creó ese corte cónico en el edificio de la calle Beaubourg. He conocido a artistas que fueron testigo de ese proceso y decían que era impresionante verlo colgado, trabajando, porque ese es otro aspecto muy importante: la implicación física en la realización de la obra.
En Nueva York encontró un mundo de artistas muy interesante, con figuras muy cercanas a él, como Vito Aconcci, que también empezaba a estar muy interesado en la arquitectura y en el trabajo sobre el espacio urbano, aunque su trabajo se formalizaba de manera distinta. Dan Graham es otro artista afín a él, pero finalmente él vuela de algún modo por sí mismo porque, como antes decía, sus propias circunstancias y su fuerte conciencia política le hacen ser mucho más comprometido que los demás artistas norteamericanos. Esto no quiere decir que su obra sea política, pero sí que hay en ella un compromiso. Su trabajo es una denuncia evidente, al poner a la vista las disfunciones de la sociedad y de los sistemas.
Tampoco la definición social de la función del arquitecto.
Exacto. Organiza también ese grupo llamado “Anarchitecture”, fusionando los términos “anarchy” y “architecture”, y documenta fotográficamente todas las catástrofes que localiza .
La entrevista que le hace Donald Wall en 1976, y que se incluye en su versión directa, en sucio, es uno de los documentos más interesantes que contiene el libro por cuanto aporta también a ese retrato interior de Matta-Clark. Wall lo confronta a las posibles inconsistencias o contradicciones que pudiera haber en su discurso, algo que Matta-Clark debate de buen grado. Una de las preguntas que Wall le formula es si cortaría o movería partes de una obra de Le Corbusier, a lo que Matta-Clark responde: “No. ¿Qué sentido tendría? No me interesa cargar con una situación que ya está cargada con su propia identidad. Me interesa mucho más el anonimato (quiero la no identidad, signifique lo que signifique)”. La cuestión que puede plantearse es cómo su intervención sobre un edificio anónimo, supuestamente carente del valor de identidad y trascendencia que se atribuiría a uno concebido por Le Corbusier u otro gran nombre (y yendo más allá de la relevancia que también el propio nombre de Matta-Clark alcanzó en vida de este y posee ya igualmente en el arte y la arquitectura contemporáneos) nos está aportando unas poderosísimas reflexiones sobre la arquitectura. Y son poderosísimas porque la suya no es la meditación egocéntrica, controlada y controlablemente racional que por lo general tienden a albergar y a emitir las obras de arquitectura, digamos, “canónicas”.
Creo que Gordon Matta-Clark nunca quiso hacer arquitectura en el sentido más tradicional del tema, pero su trabajo ha tenido consecuencias que sí han influido en ella.
Su obra evidencia capas de conceptos en su interior. Por ejemplo, denunciar la demolición de edificios o incluso de barrios enteros, como hizo en París. Todo un barrio va a ser transformado y Gordon señala su duda sobre si ese modo de transformación va a ser el mejor y cómo dicha transformación va a afectar la vida de las personas. En “Conical Intersect” cortó con una motosierra una gran sección cónica que permitía ver a través de dos edificios del siglo XVIII que iban a demolerse, muy próximos al que iba a ser el emplazamiento del Centre Pompidou, desde la que enfocaba a lo que se estaba construyendo, a lo nuevo para denunciar el carácter de esas transformaciones urbanas, el hecho de que se destruyeran edificios cuando muchas personas vivían sin techo. Y, tras esos aspectos evidentes, hay cuestiones más poéticas definiendo también su trabajo, como la voluntad de ir más allá de la superficie, entender qué hay detrás de ella. Abrir un agujero permite eso: descubrir que hay una superposición y hacerlo de formas diversas, introducir esa dimensión del voyerismo, realizar cortes que permiten una entrada de luz que transforma el espacio y variaciones con esa luz… Hay un componente político, pero también un componente poético, y ambos se superponen. Su modo de trabajar alberga de manera intrínseca una complejidad.
Es crucial también la dimensión performática: trabaja en el edificio desde su propia medida.
La materialidad de su obra es un cúmulo de ideas y de resoluciones de ideas que dan lugar a esa complejidad tan maravillosa que son sus obras, y que nadie más ha logrado replicar. Su interés principal era el ser humano. Su obra es una afirmación de que lo fundamental es pensar en el individuo no en el edificio en sí. Es el individuo el que genera la vida y él hace proyectos que presentan variaciones de la posibilidad de vivir que no están ligadas a la construcción de edificios, lo cual no significa que estuviera contra ellos, sino contra un sistema. Con su trabajo subyace la denuncia del sistema.
Una denuncia, que como dices, alberga una infinitud de capas. La denuncia de los efectos voraces y destructivos de la especulación inmobiliaria, la posibilidad de una fenomenología que, al zarandear sensorialmente nuestra consciencia, active nuestra conciencia crítica respecto a muy numerosas cuestiones respecto a lo social colectivo y a lo individual. Esta potencia tan honda de subversión y el situar en el eje central al individuo, la sociedad y la vida es lo que hace traer a la meditación sobre la arquitectura estas cuestiones que no activan del mismo modo las obras “canónicas”, las obras que tomamos como referente para hablar de “qué es la arquitectura”. ¿La arquitectura para Matta-Clark estaba entonces situada más allá de ese ámbito de (auto)sublimación de la arquitectura y sus referentes establecidos? ¿Quiere ahondar esencialmente en lo que la arquitectura tiene de fabricación humana, de elemento para la vida humana y el propio edificio como elemento vivo, viviente?
Para Matta-Clark no tenía sentido alguno cortar un edificio de Le Corbusier. Para él, ese edificio es un objeto y, por otro lado, el punto de su trabajo no es agredir la arquitectura. Él toma edificios que van a demolerse y extrae la dimensión política que hay en ello.
“¿Cortarías o moverías partes de un edificio de Le Corbusier?” es una pregunta que no tiene mucho sentido porque, conociendo a Matta-Clark, Wall debería haber sabido que su trabajo no iba por ahí. Sí es cierto que hizo estallar con un gran ruido todos los cristales de la Universidad de Cornell, pero fue uno más de esos gestos – aquí dirigido a una institución enseñante- con los que quería decir “intentemos ir más allá”. Es en ese tipo de gestos en los que radica la riqueza de su figura. Su posicionamiento es complejo. Toma edificios anónimos, que han estado habitados, donde ha habido hogares en los que sucede la vida: la vida diaria, lo cotidiano, y que van a ser tirados abajo. Edificios con una historia propia. A través de superposiciones, cortes, luz… Matta-Clark no destruye, sino que crea otras formas.
En una entrevista radiofónica en 1976 explica cómo una portera sencilla de Le Marais le comentó respecto a “Conical Intersect”: “¡Ah! Ya entiendo…Lo que has hecho es llevar luz y aire a unos espacios que no tenían suficiente”. Sin embargo, una estudiante le dijo que “aquello era básicamente una sandez, que no había razón alguna en el mundo por la que esos edificios, que son espacios que la gente necesita –porque no hay suficientes viviendas en París- se convierta en un tema artístico”. Matta-Clark decía estar de acuerdo hasta cierto punto, aunque señalaba cómo la joven había obviado el hecho de que el edificio intervenido ya estaba en una situación de abandono total “y la naturaleza de la obra no contradecía el hecho de que ciertas necesidades humanas sean cruciales”. En otra ocasión, hablando de las reacciones a sus intervenciones, comentó la carta que un arquitecto le había dirigido recriminándole agredir el proceso natural de deterioro y ruina de un edificio. Estas dos últimas son evidencias de una incomprensión y rechazo que, podría decirse, proceden de la convicción en la intocabilidad de la arquitectura, de la arquitectura como sustancia ordenada y ordenadora, incrustado incluso en la mente de los no-arquitectos. “La gente habita su espacio con una temeridad aterradora”, escribió.
Sí. ¿Es algo sacrosanto la arquitectura?
Matta-Clark no destroza, nunca destroza. Siempre hay una forma, un punto casi de escultura viva, performática.

“Poroso”, adjetivo que tú has empleado antes, es seguramente el de mayor precisión posible para describir el carácter de esa complejidad. El término útil “híbrido” se evidencia demasiado vago y convencional aquí.
Es inclasificable. No es arquitecto porque no entra dentro del canal de la arquitectura. No es escultor, porque también hace performances, video…Matta-Clark es una figura que ejemplifica en sí misma esa complejidad que es la propia vida. Es inclasificable, y esa es una gran virtud.
Como antes decíamos, su trabajo y sus textos siguen teniendo un gran vigor. Han pasado cinco décadas y su vigencia es hoy aún más clara y fuerte que nunca. Los problemas de acceso a la vivienda, las ciudades destruidas, personas durmiendo en las calles…Situaciones que el artista sabe poner en evidencia, extraer de esas capas menos evidentes en las que se encuentran…forman parte de su ADN. Y, a la vez, su denuncia no es obvia, sino algo poéticamente formalizado.
Algo que contrasta con la retórica artificiosamente banal con la que a veces se envuelven los discursos arquitectónicos hoy. Volveríamos a esa honestidad palpable que hay en su trabajo y su pensamiento.
Matta-Clark no da lecciones de arquitectura, abre posibilidades.
Y justamente para esto es para lo que pareces ofrecer al lector este libro. Como editora, no has gestado un volumen que dirija al lector hacia una definición de Matta-Clark, sino a conocerlo en libertad, a efectuar sus propias lecturas. Tu introducción es un texto breve y discreto.
Mi lectura de un libro será diferente a la tuya, porque yo me acercaré a aquello que en ese texto es para mí más comprensible o afín a mis propios pensamientos. Todos reaccionamos de maneras distintas a la lectura de un texto y esto enriquece. Tras la lectura de un mismo libro podremos conversar y tú me desvelarás aspectos que yo no he advertido y viceversa.
No he querido dirigir al lector, sólo inducirlo. Las pocas directrices que he podido dar no son en absoluto para dirigir la lectura, sino para contextualizar. Cuando yo misma leo los escritos de alguien agradezco que no me expliquen qué voy a encontrarme, sino que me inviten a que lo lea. Esa ha sido mi voluntad. Acercar al lector a Matta-Clark.
El libro contiene esos textos en los que expone con un razonamiento muy bien articulado su pensamiento y están también esas anotaciones en sus cuadernos, que son escritos que pueden verse como poemas, donde parece dejar plasmado el flujo más incontrolado de su movimiento interior. Para un tiempo en que se lee poco o en que las lecturas son más bien de superficie, es muy valioso dar con textos que choquen, donde tengas que parar en una frase o una palabra, en el sonido o incluso en la propia imagen de una palabra… Incluso podría plantearse una especie de analogía entre esa escritura y esos otros actos de cierta visceralidad física, como taladrar, aserrar, trepar, colgar de un arnés, en que lo puede ver en algunas fotografías.
Escribe espontáneamente y el lector puede introducirse en la espontaneidad del texto que, como dices, a veces no es articulado y denota un pensamiento espontáneo, totalmente en constante transformación. Y ahí se encuentran textos extraordinarios, como ese en el que habla del comer como acto de amor y que extrapola con la comunión, con el cuerpo de Cristo. O ese otro donde dice que podría “dedicar las noches al perfeccionamiento” si pudiera consumir trabajando “toda esta energía”.
¿Es intencionado el hecho de que no haya ni una sola fotografía ilustrando el libro, con la excepción de una doble página que lo muestra sierra en mano “deshuesando” –usando uno de sus términos- un edificio?
Sí. La dimensión visual en el trabajo de Matta-Clark es fundamental, pero el libro presenta exclusivamente sus textos. La publicación quiere concentrarse en sus ideas. Matta-Clark ha influido muchísimo en la arquitectura, pero sobre todo a través de la forma, lo cual significa que quizá no se conoce su pensamiento.
Centrarse en los textos también permite cumplir con otra voluntad: que es la de llevar su figura más allá del público arquitectónico. Es un libro que puede interesar a artistas en general, … Y una forma de proponer un posicionamiento ante la vida porque leer, como dice el propio título, es “atravesar la resistencia”.
Con esta expresión condensas el propósito del pensamiento y la acción de Matta-Clark.
No fue fácil dar con este título porque no quería caer en tópicos. Creo que este lo retrata muy bien. En todo lo que hizo está ese reconocimiento de una resistencia y su determinación a atravesarla, y es también un leit motiv de vida. Un leit motiv de vida muy importante, sobre todo en este momento que vivimos. En última instancia, el trabajo de Matta-Clark también habla de resistir. De tener la determinación de resistir y la habilidad para hacerlo, porque es lo que otorga la libertad.
Franquear restricciones y limitaciones, y tener sobre todo libertad de criterio. Quizá un problema grave que hoy tengan los activismos es constreñirse a las fronteras que imponen las ideologías. Es muy significativo ese recuerdo marcado que guardaba de “Colin Rowe o algún otro profesor” diciendo a sus alumnos que ingresar en la escuela de diseño era como tomar los votos del sacerdocio: se entraba para recibir una educación vocacional, se aprendía a actuar según una jerarquía, se aceptaban recibir los sacramentos para seguir ‘la buena vida’ y la excomunión ante un comportamiento herético. “A mí me quedó muy claro que es lo que ocurría en una escuela de diseño. Aprendías la ‘palabra’.”
Los textos del filósofo presocrático Demócrito exponiendo su teoría atomista fueron destruidos y, sin embargo, sus reflexiones hoy tienen relevancia absoluta. Ejemplos como el suyo nos dicen que hay que intentar estar liberado de los cánones establecidos, aunque sea difícil y hacerlo nos suponga angustia, ya que al final todos buscamos aquello que nos protege. Matta-Clark es una muestra políticamente formal de cómo saltarse esas protecciones, de ir más allá, como hacen los poetas.
Gloria Moure (ed.), Gordon Matta-Clark. Atravesar la resistencia. Escritos, cartas y entrevistas, Caniche, Vizcaya, 2015. (Traducción: Moisés Puente)
Entrevistas