Por Francisco José Fernández Acosta, alumno del Máster en Neurociencia de la UAM
El Dr. Luis Puelles, destacado neuroembriólogo y anatomista con una prolífica carrera investigadora de cincuenta, es uno de los “gigantes” de la neurociencia española. Ha sido Catedrático de Anatomía y Embriología Humana en la Universidad de Murcia durante más de tres décadas, así como investigador principal del grupo “Regionalización cerebral y genes del desarrollo” en el Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB). Con un inicial espíritu autodidacta y una vocación más científica que clínica, ha contribuido sustancialmente al entendimiento del desarrollo del cerebro desde sus primeros estadíos. Entre artículos, capítulos de libros académicos y atlas anatómicos, su firma aparece en más de 280 trabajos científicos.
Sin embargo, la ciencia no es el único interés del Dr. Puelles que también dedica su tiempo a la música, la lectura o la cocina, entre otras aficiones.
¿Por qué decidió dedicarse a la investigación básica? ¿Cómo llegó al campo de la neuroanatomía?
Realmente mi interés estaba en la Psicología, en comprender la mente humana y sus secretos. Entré en la carrera de Medicina pensando en estudiar esa rama, pero las asignaturas de Psicología y Psiquiatría fueron un desastre absoluto: era pura palabrería, y yo no podía entender una Psicología sin cerebro; me quedé totalmente desencantado, así que reaccioné. Pensé que hacía falta saber más del cerebro en sí mismo, sus bases, para que en algún momento podamos llegar a atacar los grandes problemas de la mente… Fue por lo que decidí dedicarme a la neuroanatomía: quería tocar el cerebro y trabajar sobre algo firme, no solo palabras. Sin embargo, sigo manteniendo la ilusión juvenil por llegar a entender los fenómenos superiores de la mente.
Además, me di cuenta de que no me iba lo clínico. Yo sabía que servía para resolver problemas teóricos, más del tipo de investigación, por eso decidí terminar la carrera pero dedicarme a la investigación. Comencé bajo la tutela del profesor José María Génis Gálvez, que consiguió engancharme a la neuroembriología. Desde entonces no he abandonado este campo.
Ha dedicado usted muchos años a la Neurociencia. ¿Se deja de ser científico en algún momento?
Bueno, a lo mejor de joven te hubiese dicho que no, pero conforme me he ido haciendo más viejo, digamos que me he ido haciendo consciente de que, aparte de la ciencia (que tiene sus cosas buenas), también hay más cosas en la vida y en el mundo. Están las relaciones humanas, el amor, el arte… Hay muchas maneras de obtener placer, que no necesariamente es placer científico, de satisfacer la curiosidad. La ciencia es muy fuerte, pero no se puede uno concentrar, o no debe, creo yo. La gente considera que soy polifacético, porque aparte de dedicarme a la ciencia pues leo mucho, de muchas cosas distintas. Me gusta la filosofía, pero también leo novela, historia, biografías y muchas otras cosas, lo que me pique la curiosidad.
Otra rama en la que se ha desarrollado a lo largo de su vida es la neurofilosofía. ¿En qué consiste este concepto?
La llamada neurofilosofía es el intento de compaginar la filosofía clásica con los datos modernos que aporta la neurobiología. Es una especie de moda nueva, de filósofos que leen y estudian la Neurociencia antes de hablar. Hay que atender a la evidencia científica. La gente puede pensar que una creencia, por el hecho de ser antigua, tiene que ser verdad, pero se puede estar equivocado durante siglos hasta que alguien descubre una verdad… Bueno, o un acercamiento a la verdad, porque nunca llegamos a la verdad total.
¿Podría ayudarnos este pensamiento a explicar cómo surgen las funciones superiores de nuestro cerebro?
Un neurofilósofo que me gusta mucho, y cuyas ideas comparto, es Mario Bunge. Él llama a su filosofía “materialismo emergentista”. La idea es que todo es materia y, conforme se van adquiriendo niveles de complejidad, van surgiendo propiedades nuevas. Solamente el nivel de organización es lo que separa al cerebro de la materia más bruta: vas subiendo niveles de complejidad hasta que, por emergencia, surge la mente humana.
¿Llegará la ciencia algún día a comprender qué sucede en ese último paso?
Yo creo que sí, llegará un momento que, con los avances en unas ramas y en otras, se conseguirá. Hoy en día los métodos de estudio del cerebro están un poco limitados, sobre todo el estudio del cerebro in vivo. Para resolver el problema de la mente hará falta investigar el cerebro vivo, no basta con el fijado, y ahí todavía tenemos una muy baja resolución, pero es más que nada una cuestión temporal. Si la ciencia sigue, y la humanidad no se destruye, llegará un momento en el que lo entenderemos, y es posible que yo llegue a enterarme, a pesar de mi edad.
Cambiando un poco de tema, cuál es su opinión acerca del papel de la ciencia en la sociedad.
La ciencia básica es como mantener viva la evolución: el nacimiento espontáneo de ideas no dirigidas. Está muy bien fomentar la solución de problemas, la ciencia aplicada, pero no se puede abandonar la ciencia básica. Lo que pasa es que la financiación científica sale de los impuestos de los ciudadanos, por lo que hay una presión por enseñar a la población qué se ha conseguido con ese dinero. Hay que hacer un trabajo educativo entre la gente para que entiendan que, si quieren que les resolvamos sus problemas, hay que financiar la investigación básica. No hay otra manera.
Además, hay que repartir bien el dinero. No hacen falta grandes sumas para que, el que de verdad tenga una idea, la pueda explorar. Hay investigación buena, de calidad, en toda España. Hay que estar atento y apoyar desde distintos niveles para que, cuando salga al azar una mente excepcional, se encuentre con los medios mínimos necesarios para poderse desarrollar.
¿Qué le diría usted a los jóvenes que quieren iniciar su camino en la ciencia?
La motivación de la investigación es la satisfacción de una curiosidad muy fuerte que uno siente, y eso no te lo debería quitar nadie. Si tienes curiosidad por algo, pues lánzate a buscar las soluciones posibles. Habrá muchos caminos, unos mejores y otros peores; sé crítico con la situación. Yo he ido aprendiendo y criticando, y es lo que me ha permitido hacer algo original en algún momento. Esa es la mentalidad que los jóvenes debéis desarrollar.
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