No es un viernes cualquiera: es Viernes de Pasión, y no se ha estrenado ninguna película tan buena como para servir de alternativa. Dejo por un momento mi retiro (vacacional) para meter aquí no sé si algunas cuñas publicitarias o una fe de ratas:
No sé el tiempo que tendré que esperar para tener algunas Señales de futuro (aprovecho y enlazo con la crítica del estreno), aunque supongo que en dos o tres semanas podré decir a los habituales del blog si sigo aquí o si me voy a remar a otras aguas más cálidas…
De cualquier modo, mi intención es la de no sucumbir todavía al empujón. Aunque la realidad no me engaña: quienes podían han decidido que un tipo como yo se estaba mereciendo un portazo en las narices. Los motivos son por completo personales, o sea, por pura antipatía, lo cual los hace tan válidos o más que los profesionales o de otro tipo. Pero, hombre, espero que confiéis en que nada en mi actuación profesional (ni personal) hubiera merecido este trato por parte de alguien profesionalmente capaz y personalmente sano. Pero hablar de profesionalidad y de salud en los tiempos que corren es absurdo.
El caso es que me lo tengo merecido y, además, me temo que si tuviera otra vida me pillaría los dedos en las mismas puertas y con los mismos porteros.
Y voy a darle de cenar a los chiquillos.
Apunte: todo el mundo progre pone a parir la película de Mel Gibson ‘La pasión de Cristo’, a pesar de que es casi una obra maestra.
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