El primer plano de la jovencísima actriz Nerea Camacho que aparece en el póster y la leyenda de debajo: ‘¿quieres que rece para que tú también mueras?’, es ya un golpe de efecto que te permite entrar a la película con el cuerpo en el estado idóneo. ‘Camino’ es una pasada, una genialidad, con un arranque y un desenlace que marean de puro buenos, y también es al tiempo una película mal medida, o desmedida, como se prefiera. Fesser cuenta la historia de una niña, Camino, y te quedas tan pegado a esa historia como una mosca a esas tiras asquerosas que antes se colgaban del techo. Ver ‘Camino’ es, probablemente, recordar ‘Camino’, o partes del camino, toda la vida, por la fuerza de sus imágenes y la inteligencia equívoca de su planteamiento. Y conviene verla pronto, antes de que todo el mundo le haga la autopsia a la finada.
Cosas que se pueden decir de ella: que es una historia de amor, de amor a Jesús, absolutamente romántica y enloquecida; que de la narración salta una idea del Opus Dei tenebrosa, donde se aísla, se abusa y se esquilma a sus seguidores; que sugiere que es tan cierto el consuelo espiritual en la muerte como el desconsuelo en la vida; que como el primer amor, aunque sea a Jesús, o más si es a Jesús, ninguno…
En fin, la película no tiene desperdicio. Bueno, en realidad sí: hay media hora larga de divagaciones visuales y espirituales que tal vez no fueran tan necesarias como el director se cree. Pero el director es Fesser, un divagador visual, o sea que son tramos de cine que pertenecen a lo genético.
Enlace con la crónica del festival del ABC
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