Creo que aún no había dicho lo poco que me gustó la película de Bonello sobre Yves Saint Laurent, ni tampoco lo mucho que me divirtió y gustó la argentina “Relatos salvajes”, de Damián Szifron y producida por Pedro Almodóvar, media docena de historietas en las que la venganza se sirve en el plato que se tenga a mano, frío, caliente o templado. Es el tipo de película que nunca premian en un festival como el de Cannes, pero que luego llega a las salas de cine (que llegará supongo no tardando mucho) y arrasan… Son historias muy negras y graciosas, que no temen salirse por arriba de lo razonable, absolutamente incorrectas e impúdicas, y con el colofón de la última de ellas, una boda endemoniada, que te saca de la sala perplejo de los dos ojos. Fantástica… Los “críticos” no hacen más que ponerle pegas. Éxito asegurado.
La de Tommy Lee Jones, “The homesman”, es un western árido y duro, con una estupenda Hilary Swank (también el resto de actores y el propio Lee Jones) y con varias puñaladas de guión a la historia que cuenta: la de un viaje en carromato por el salvaje Oeste con un cargamento especial: tres mujeres locas, sin contar a la que guía la carroza y al viejo chalado que la acompaña.
Y es el momento de Jaime Rosales, que tiene aquí su última película, “Hermosa juventud”, una radiografía desoladora de la generación mejor preparada de la historia (según Zapatero), una pareja joven del extrarradio madrileño y su baraja (sin cartas) de posibilidades para que ese presente sin aire pueda ir estirándose un día y otro día y otro día. Rosales es un director seco y sin miramientos, pero en esta película le abre las ventanas al aire y tiene tanto en cuenta su estilo como el interés del público por entrar en su historia y querer a sus personajes. Sin ceder en el uso de sus armas habitualmente afiladas (su narración está llena de originalidad y personalidad), pero no las enarbola contra la paciencia del espectador, que en esta ocasión está visto como un aliado.
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