Como me he permitido el lujo de volver a ver la de “Sueño de invierno”, de Nuri Bilge Ceylan, que ganó la Palma de Oro en Cannes y que se estrena el próximo viernes, quisiera ofrecer aquí algunos detalles producto de mi osadía. Como se sabe, la película dura tres horas y cuarto, mucho tiempo para cualquier cosa que requiera la atención. Cuando la vi en Cannes me gustó mucho, aunque me pesó (por ser cauto) la primera mitad de la película, expositiva y descriptiva de lo que quiere contar, y me fascinó la segunda mitad, expositiva y descriptiva del alma de sus personajes. Vuelta a ver, y con la idea puesta en encontrar “paja” o material sobrante de la película, he de confesar que apenas podría recortarle un par de secuencias y algún que otro momento (lo de los chinos que se albergan en el hotel, alguna conversación breve y telefónica…), pero el resto es esencia de lo que se narra. De hecho, ahora creo que es en esa primera hora y media cuando Bilge Ceylan prepara magistralmente el terreno para los grandes duelos que hay a partir de entonces, entre hermanos, entre marido y mujer, entre las maneras de necesitar o amar… Sigue siendo, claro está, una película muy larga y muy exigente, que te sitúa frente a asuntos tan esenciales del ser humano como el fracaso, la vivencia, la convivencia, el invierno, el frío (o mejor, los fríos), la imposibilidad de irse o lo jodido de quedarse. El guión es primoroso, la puesta en escena perfecta, la rima entre los magníficos escenarios y el interior de los personajes es absoluta, los intérpretes son un dardo en la diana y todo eso es una película digna de pagar el precio en oro del tiempo que te exige.
Como casi todo su cine, desde “Lejano”, o “Los climas”, o “Érase una vez en Anatolia”, esta película de Nuri Bilge Ceylan me gusta mucho más después que durante.
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