Tengo noticias de la película de Ingmar Bergman. De la última película de Ingmar Bergman, ‘Saraband’… según se alardea (con más inercia mental que auténtico análisis) la segunda parte o algo así de ‘Secretos de un matrimonio’. Y las noticias que tengo son de primerísima mano: ¡la he visto! Como ya se estena este viernes, no tengo mucho tiempo para presumir: o sea, que lo hago ya. Es una grandísima película, que rezuma intimidad e inteligencia y todo ese exabrupto de sinceridad que se ha visto en el último cine de Bergman (el último cine de Bergman es muy poco y generalmente embutido en películas firmadas por otros, como Liv Ullman o Bille August). Yo me declaro tan partidario de Bergman, que casi me avergüenzo. Me he hecho mayor, no cabe duda: su cine me saca de dentro todo el aire; me desalienta; me dice todo aquello que sospecho de la vida, de mí mismo y de los demás. ‘Saraband’ es eso: cuatro personajes y todas las relaciones posibles, amor, odio, ternura, miedo, labor, temor, recuerdo, morbo (enfermedad), abandono, muerte… Tela marinera. No sé si es una película para aconsejar; ni siquiera sé si es una película de una buena persona (me temo que Bergman no es ni ha sido una buena persona, sólo un hombre clave en el pensamiento y el cine del siglo XX). Tal vez haya que verla en días previos a una resaca…
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