Hay días que he visto más cine que este primero de Cannes de películas a concurso. La importante ha sido la de Mike Leigh, “Mr. Turner”, sobre los últimos años de la vida de ese pintor inglés que le echaba un manto de gasa o de presbicia a sus paisajes marinos. Tiene la peculiaridad de la interpretación de su habitual Timothy Spall, ese hombre con cara de perro pachón que consigue un retrato del pintor muy lleno de gruñidos, ordinarieces y extravagancias artísticas. La película es eterna, y no por lo que mantendrá en la memoria de los tiempos, sino porque dura dos horas y media que resbalan y resbalan.
La otra película a competición, “Timbuktu”, de Abderramán Sissako, tenía el interés de contar una historia terrible en ese pueblo de Mali, donde los extremistas islámicos, una pandilla de analfabetos degenerados, someten a los vecinos a una vigilancia extrema (claro) sobre el cumplimiento de unas leyes estúpidas y que de saltárselas les cuestan la vida; hay alguna escena de muerte a pedradas que válgame Dios. Pues aún consigue Sissako meter en su película algo de humor y de poesía.
Y la sección de Una Cierta Mirada se inauguró con “Party Girl”, el rocambolesco desvarío mental de una mujer madura, o más, que se dedica al cabaret nocturno cuando uno de sus clientes le confiesa su amor y su deseo de casarse con ella. Preparativos de boda, líos familiares…, yo, francamente, la padecí más que verla.
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