Hablaremos de Lang, porque sí y también en recuerdo de algunas bajas memorables que entraron siempre al trapo rojo de Lang (como Terence Stampado, Christian, PPBER o Toni García). Retorno al pasado ni es de Lang ni vendría aquí a cuento de no ser por que no es un título sino una sensación: la que te abraza mientras ves ‘La tumba india’; o más que al pasado, diríamos, a la niñez. ‘La tumba india’ es por completo mágica, siempre y cuando no te aflojes la corbata antes de verla en casa y después de un día salvaje. O también. El exotismo radical de esta película, que empieza por su olor a tebeo y su apariencia de cartón de feria, tiene al momento un efecto ‘heno de pravia’ demoledor. No es fácil verla con más de quince años, aunque te hayas aflojado la corbata. Sólo así mirarás la danza carnal de Debra Page en vez de el hilo que atraviesa (y sujeta) a la cobra de broma. El arranque resumen (de lo sucedido en ‘El tigre de Esnapur’) es antológico y los decorados, el argumento, las persecuciones, las peleas, en fin, todo, es como un Indiana Jones hecho con la izquierda (mi izquierda, al menos). Un Fritz Lang postrero y sabio con todo el aroma, la pasión y el morro de alguien que empieza…
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