A los directores españoles les encanta rodar en Cuba. Todos certifican lo difícil que es trabajar allí, la gran cantidad de problemas que les asaltan y que no hay modo de resolver, algunos ‘requisitos’ inexcusables en el tono y timbre de la historia que tienen que contar, etc, etc… Pero ninguno, o casi ninguno pierde la ocasión de irse a rodar a Cuba. Zambrano, Barroso, Gutiérrez Aragon, aunque tengan que pasar el oprobio de que un comité del ICAIC les manosee el guión hasta que lo considere ‘correcto’. Entiendo la fascinación que exhala la isla caribeña y que haya atrapado a algunos directores como Zambrano y Barroso, que además han estudiado y dan clases allí, tal y como hizo el novísimo Jaime Rosales, el de ‘Las horas del día’… Bueno, el caso es que, aunque se me tache de estrecho o de cosas peores, yo veo en ello algo que no me acaba de oler bien. No es fácil de explicar si no se le da esa vuelta que siempre le resulta tan incómoda a los progres: qué pensaríamos de esa afición a rodar allí si los cineastas se fueran a darle a la manivela al Chile de Pinochet o a aquella Argentina siniestra de Videla. Fidel Castro es un déspota, un tirano, alguien que lleva cuarenta años con la pezuña encima de su pueblo, un carcelero y un asesino… En fin, qué voy a decir que el mundo no sepa… Claro que hay tipos que van a cosas mucho peores que rodar películas allí, pero eso es otro tema.
En el tuya-mía de los comentarios tal vez se pueda entrar en el cine que se estrena este fin de semana; pero me daba un poco de pereza tratarlo ya. Por cierto, está muy bien esa de ‘Underwold Evolution’, aunque parezca mentira.
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