Paso un momento por aquí y le hago unas carantoñas al tamagochi, que está, el pobre, que expira (o riego este bonsai de aspecto moyogui, por lo que los terribles vientos lo modelan). Aún no he suspendido mi huelga de hambre (término absurdo, porque el hambre sigue, en todo caso sería huelga de comida) de películas y llevo un arranque de año tranquilamente sin celuloide. Las he dejado rodar por mi deuvedé, y muy sigilosamente: ‘París Texas’, por ver el arranque de un marciano más genuino que ET, y unos pedazos de ‘2046’, porque rima con 2006. Supongo que en breve saldré de mi osera, y espero que más ecléctico, más tolerante, más esponjoso…, o sea, un oso más esponjoso… Estos días he vuelto a comprobar que el cine no me necesita; lo asumo y empiezo el año dándole humildemente la vuelta al asunto: yo a
él, SÍ.
¿Y por qué digo todo esto?, pues es evidente: porque no he visto películas y no tengo más cosa que decir. Y también porque estoy algo deprimido por este asunto de la ley mordaza del CAC.