No se me ocurre ni un solo motivo por el que ‘El hombre que mató a Liberty Valance’ no pueda ser el mejor western de la historia, o hasta la mejor película de Ford. El valor, los valores, la amistad, la justicia, el amor, la lealtad, el riesgo y la responsabilidad asumidos hasta sus últimas consecuencias… Todo está vertido ahí sin ínfulas pero de un modo rotundo, inequívoco, en esos personajes de una pieza que interpretan Stewart y Wayne, Ransom Stoddard y Tom Doniphon. Y aderezado con unas fabulosas gotas de nostalgia, de épica, de leyenda (si la realidad no coincide con la leyenda, me quedo con la leyenda…, o algo así es lo que dice el periodista al senador), de elogio de la construcción y defensa de los pincipios del Estado democrático… Siempre he pensado que, tal vez, quien realmente disparó sobre Liberty Valance fue el personaje que encarna James Stewart (si se piensa, Doniphon-Wayne le dice que quien disparó fue él tal vez impulsado por los problemas de conciencia del legalista Stoddard y para corroborar su versión sólo tenemos su palabra: transformada en un sibilino flash-back…). Pero, la cosa es como es, y da un poco lo mismo quién matara realmente a Liberty Valance, el pedestal ético sobre el que se sujeta la película es inamovible. Tengo la impresión de que se es mejor persona después de ver ‘El hombre que mató a Liberty Valance’ que antes. Y he aquí un aspecto que quizá tiene un tanto descuidado el cine actual, y me refiero al más atinado: que no te mejora.
Los estrenos de este fin de semana podrían servirnos como ejemplo:
Harry Potter y la Orden del Fénix: (salió publicado el miércoles)
Y el artículo de T. García sobre el doblaje:
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