Con Bergman se ha ido para siempre la posibilidad de que, de repente, alguien haga ‘Saraband’. Seguiremos descrubriendo rincones en nosotros mismos, pero nadie ya nos los mostrará tan clara y oscuramente. Parece ser que no era una gran persona; era simplemente grande, uno de los pensadores y observadores más lúcidos del siglo XX, se dedicó fundamentalmente al cine, al teatro y a la pareja, y en esos lienzos nos deja no sólo la pintura sino también los rastros de pintura: se manchó las manos como un chiquillo loco para hacerla.
Ver sus películas no es tan bueno ni tan necesario como volverlas a ver.
Enlazo hoy con algunos artículos publicados en papel por nuestro periódico, con el fin de darlo algo de anchura a la página:
Bergman, gran vividor y poeta de la muerte: (Federico Marín)
Jaque Mate: (Oti)
El último silencio: (Weinrichter)
Carne de teatro: (Alfonso Armada)
Un sentimiento que piensa: (Fernando Rodríguez Lafuente)
Otros temas Oti Marchanteel