El Deportivo no juega porque su estadio se ve afectado por el temporal. El Celta no quiere jugar porque Balaídos se ve afectado por el viento. Son dos ejemplos, los últimos, de una Liga de chichinabo, que cuenta con los mejores futbolistas del mundo, monopolizando los premios de jugadores, pero dirigidos por presidentes de segunda. Presidentes que solo piensan en fichajes para seguir en el puesto y no arreglan campos que dan vergüenza. Viajamos todas las semanas a esos coliseos dejados de la mano de Dios y da pena decir que esta es la mejor Liga del mundo. No lo es. Es la última en inversión de infraestructuras.
En Inglaterra llueve y nieva mucho más y los campos no se cierran por agua o viento. Aquí, con esa justificación paletil de ser de secano, caen gotas y la gente corre asustada. Y los estadios se ahogan en cuanto llueve dos horas.
Ahora, el Celta-Real Madrid no tiene fecha para jugarse. Si los dos clubes siguen en copas europeas hasta semifinales, podrían enfrentarse el 17 de mayo nada menos, entre las jornadas 37 y 38. El duelo sería el penúltimo encuentro de Liga. Podría convertirse en una final de campeonato. Esto es adulterar la competición. La Liga no puede continuar así. El Valencia-Real Madrid, cuya fecha oficial era el 11 de diciembre, también se atrasó hasta el 22 de febrero, tres meses después. En la Premier las fechas de los partidos se cumplen aunque caiga el diluvio universal. A ver si aprendemos algo alguna vez.