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Blogs Tiro al blanco por Tomás González-Martín

Militao ha callado la boca a los que le llamaban “Limitao”

A Éder casi no le gustaba el fútbol; su padre, Valdo, se lo inyectó en vena, pero en la cantera del Sao Paulo jugaba de interior y Geraldo, su entrenador, le obligó a ser central. Tampoco le gustó. Pues tenían razón. Hoy, el brasileño es el mejor jugador del Real Madrid

Soccer Football - La Liga Santander - Real Madrid v Osasuna - Estadio Alfredo Di Stefano, Madrid, Spain - May 1, 2021 Real Madrid's Eder Militao celebrates scoring their first goal REUTERS/Susana Vera
Tomás González-Martínel

Éder Militao, el muchacho que no quería ser central. De niño, a los trece años, era interior en el Sao Paulo, pero Geraldo, su entrenador clave, le hizo defensa. Hoy es el mejor jugador del Real Madrid, titular indiscutible para Zidane, condición ganada tras disfrutar de nueve partidos de continuidad.

No le gustaba el fútbol y hoy es el mejor central del Real Madrid, con permiso de Nacho. De niño, sus aficiones eran la cometa y montar en bicicleta. Hoy vuela muy alto, como su cometa, para marcar un gol decisivo para su club y ser el número uno en el once de Zidane. «No era un gran seguidor del futebol», reconocía Eder Militao cuando comenzó a destacar en este deporte, en las filas del Sao Paulo. Fue su padre, Valdo Militao, que jugó en el Corinthians y en otros equipos brasileños de menor fuste, quien se encargó de hacerle que le gustara el balón, hasta llegar a ganar la Copa América con Brasil y ser jugador del Real Madrid. Y eso que esto de la pelota no le atraía. Ahora se ha convertido en un baluarte de Zidane tras dos años en los que no destacó porque sencillamente nunca le dieron una continuidad de partidos para demostrar su valía. Ahora ha disfrutado de ese protagonismo y se ha ganado la titularidad, otrora una quimera.

Su padre es el culpable. A los doce años le inscribió en el Proyecto Camiseta 10, dirigido por su amigo Agnello Souza. Valdo le veía jugar en el barrio y observó una velocidad, una calidad en el pase y una capacidad ofensiva que le hizo apuntar al niño. A los 13 años era mejor que los de 15, que ya eran palabras mayores. Lo llevó a pasar las pruebas del Sao Paulo. A la tercera lo cogieron. Diez años después ha hecho olvidar los 50 millones pagados por el Real Madrid al Oporto en 2019, el precio más caro abonado en la casa blanca por un defensa.

Aquella decisión de papá de insistir tres veces en el Sao Paulo cambió la vida del zagal, que sin embargo se tomó aquel reto como un juego, sin obsesión. «La paciencia es mi virtud, nunca me desespero», subraya el brasileño. Le salió bien. Con esa edad dejó su casa de Sertãozinho y pasó a vivir interno en la sede de la cantera de Cotia, donde se forman los chicos, a 346 kilómetros de sus padres. Hoy triunfa a ocho mil kilómetros de distancia, en el Real Madrid. El sacrificio mereció la pena.

Cuando llegó al centro de entrenamiento del Sao Paulo hace diez años jugaba de interior. Pasados seis días, su entrenador, Geraldo, inolvidable en su carrera, le cambió de posición. Primero le puso como mediocampista de ataque, pues tenía buen disparo. Pero acabó siendo central. Ese puesto no le gustó a Éder, quería tener el balón, no defender. Su padre le dijo que si eligieron hacerle central era porque vieron cualidades para ello, gracias a su velocidad y su buen rendimiento aéreo. Acertaron. Hoy es el mejor central del conjunto de Zizou.
Papá, el culpable: Éder no era forofo del fútbol, le gustaban la bici y volar la cometa; su padre le llevó al balón al apuntarle en las pruebas del Sao Paulo

Allí, en Cotia, no dejó de jugar con la cometa. Le relajaba. Iban a prohibírselo, pero al ver la felicidad que sentía al volarla, los dirigentes de la cantera dijeron que le dejaran manejarla. Era su forma de superar la presión. Hoy también la ha superado en el Real Madrid, tras soportar críticas muy duras para un joven que jugaba de vez en cuando. Ahora se ha asentado en el once del técnico francés. En el Real Madrid juegan Militao y diez más.

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