En esta España definida por la envidia cuesta demasiado elogiar a quienes lo hacen bien. El que triunfa pasa inmediatamente a estar en la diana, porque hay que derribar al ganador. En el mundo anglosajón, se ensalza al que vence como ejemplo para imitar. En las Españas se busca derrocarlo, quizás porque no se puede aspirar a imitarle. Florentino Pérez ha ganado dos Champions en tres años y si llega a perder la final de Milán ante el Atlético le habrían fusilado por una presunta falta de proyecto que fue un recurrente manido y tonto. El domingo presenta las cuentas de club, con uno ingresos de 620 millones de euros, récord mundial, y no se destaca esa capacidad de negocio de un español y de un club español. Presentará a votación un prespuesto de 631 millones, otra plusmarca universal, y tampoco se valora esa realidad. Todo por esas inquinas de antimadridistas contra madridistas que dejan el debate en una tertulia de barrio. Si fuera inglés, allí sería alabado.
Claro que Pérez ha hecho cosas mal, como todo cargo que está en primera línea. Pero es ridículo decir que no tenía proyecto. ¿Y al ganar la Undécima ya sí lo tenía? Lo digo porque todos aquellos críticos fijos callaron y demostraron que era más un deseo que una afirmación argumentada.
Hay maricomplejines que no subrayan esos éxitos, deportivos y económicos, porque es Florentino y porque es el Real Madrid, objeto de fobias ancestrales, y no desean posicionarse. No criticar al ganador, elogiar lo que hace bien, parece que supone debilidad. Esos maricomplejines apoyaban con su complejo a los que esperaban la derrota madridista en Milán para consolidar una campaña contra Pérez que era evidente. Decían que el Madrid no tenía proyecto y la planificación de futuro estaba escrita. Renovaciones de Modric, Kroos, Pepe, Bale y Cristiano. Mejora de contrato de Keylor. Futuras mejoras para Lucas y Carvajal. Pero no hay proyecto.
Sin embargo, esos mismos enemigos del Madrid no critican al Barcelona, cuyo supuesto proyecto ha dejado aparcada la cantera para fichar a Umtiti, Digne, Alcácer. Lo que antes criticaban a Florentino, la cartera, no se critica al Barça de Bartomeu. El Real Madrid recupera a Morata, Asensio y Coentrao, pero no tiene proyecto. El Barcelona no saca ningún nuevo canterano y tiene proyecto. El Real Madrid consolida en su esquema a jugadores a canteranos como Lucas, Nacho y Morata, pero no tiene proyecto. Se nota demasiado que esos odiadores del Real Madrid, como la odiadora de Carlos Herrera, confunden deseos con la realidad. Se les ve el plumero. Y los maricomplejines que no quieren demostrar que son blancos admiten esa crítica brutal de los enemigos del Real Madrid con su silencio, con el fin de no unirse al poderoso (eso debilita mucho y requiere muchas justificaciones), de no alabar al que gana y sobre todo de no ensalzar al que tiene carácter ganador, porque parece que eso demuestra debilidad propia al subirse al carro del vencedor.
Esa es la clave del Real Madrid, su carácter ganador. Si no crees en tus posibilidades es imposible triunfar. Y decirlo aiertamente no es subirse al carro del ganador, es decir la verdad. Pero muchos odian ese carácter porque nunca sabrán lo que es eso. Y los maricomplejines ya no saben, tampoco, lo que es tener un espíritu de victoria, amedrentados por los que odian al Real Madrid porque sus futbolistas osan decir que solo les vale ganar. La personalidad de los profesionales del Real Madrid no es prepotencia. Pero sus enemigos siempre dirán que son prepotentes. Es el recurso de los derrotados mentalmente.
El Real Madrid pierde muchas batallas dialécticas por ese ataque sideral basado en el odio al que gana. Y quienes son madridistas callan. Y otorgan. El equipo es vigilado para ser criticado al mínimo desliz. Es el precio que paga por ser el más laureado del mundo. Pero se confunde ese liderazgo mediático con la envidia que genera el que siempre juega a por todo. La envidia es la enfermedad nacional. Florentino Pérez ha ganado dos Champions en tres años y lo que se debate hoy es por qué no tiene directror deportivo.