Se abrazó con Kepa al final del partido. Keylor lo hace con todos los porteros en todos los encuentros. No sabe si será su rival o su relevo en 2018, pero el costarricense fue el mejor jugador del Real Madrid en Bilbao. Criticado en cuanto falla un balón, Navas ha sido el guardameta triunfal en la obtención de dos Champions y una Liga en dos años. En el madridismo existe, sin embargo, una obsesión con la portería, como si fuera el problema principal del club. Ni los títulos evitan una polémica larvada y artificial que nació cuando Íker Casillas se vio superado por Diego López en el puesto. Era enero de 2014. Desde entonces vivimos esta tensión exagerada.
Ponen en duda a Navas desde que fue titular en agosto de 2015. Y ha sido un espléndido guardameta. En San Mamés fue el mejor. Llegó a salvar al equipo con tres paradas en disparos rasos que habrían significado el 1-0 en tres momentos distintos. Pocos comentamos esta realidad. Pocos elogiamos al que se lo merece. No interesa.
Interesa la polémica. Es el mundo que vivimos. A Kepa y a su agencia de representación, Bahía, les interesa que se vaya en enero del Athletic con el fin de no soportar a Urrutia durante seis meses muy duros que le podrían dejar sin Mundial. Ese es el quid de la cuestión. Pero Keylor no debe pagar esos intereses ajenos. No es culpable. Es inocente. Algunos quieren demostrar lo contrario para justificar cambios en el mercado de invierno.
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