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Blogs Tiro al blanco por Tomás González-Martín

Di María no debe equivocarse

Tomás González-Martín el

Elegido mejor jugador de la final de la Champions. Colocado como titular por Ancelotti en una apuesta arriesgada. Corredor incansable en el Mundial. Pulmón ofensivo de Argentina con calidad para dar pases y definir. Di María se ve destacado por todo el mundo y se deja querer. Elogiado por medio planeta, se lo comienza a creer. Peligro. Es tal su orgullo, que se vende al mejor postor, olvidando que tiene contrato con el Real Madrid hasta 2018.

Ángel entró como un secundario en el Real Madrid en 2010, procedente del Benfica, de la mano de Mourinho. Tuvo que aceptar una ficha de 1,8 millones para firmar. Después, ha rendido. Renovó. Ahora cobra tres millones anuales. Y ha encajado mal que llegaran hombres como Bale y le quitaran el puesto ganando más dinero que él.

Ancelotti le encontró sitio en el once tras sus malos modos. Estuvo indolente frente al Xátiva, en diciembre, carente de actitud en el campo del conjunto levantino. Repitió esa indolencia al tocarse sus genitales ante el público del Bernabéu, frente al Celta. Fue silbado por aquel mal partido, a principios de enero. Tenía que meditar su forma de jugar y de abordar los partidos. Buscaba un traspaso en el mercado de invierno. Carlo, a finales de ese mes, le situó como interior izquierda, en la misma misión que ejercía con Argentina. Salió bien. Ahora, las cosas le salen igual de brillantes con la albiceleste. Y se deja querer, se vende. Piensa que debe ganar más de tres millones.

Su actitud actual repite el viejo sendero. Quiere el traspaso o una mejora ostensible de sus emolumentos. El Madrid se ha comportado bien con el rosarino. No le castigó tras sus feos gestos en aquellos dos partidos. Le pudo multar por indisciplina de manera muy grave. No lo hizo. Ahora, Di María le contesta con la moneda de la exigencia. Del ego. Puede cometer el mismo error que Ozil, diluido en el Arsenal, sin más copas que celebrar que levantar la que tiene en casa para beberse una cerveza caliente inglesa en el día de libranza. Mesut cobra siete millones en el Arsenal, sí. ¿Y de qué le vale, Mustafá?. El Madrid le ofrecía seis y con los títulos de las primas habría cobrado esos siete.

Di María parece caminar por el mismo trazado de la soberbia. Si es así, y desea irse, cometerá otro error. Ancelotti cuenta con él. Se lo ha dicho. Pero las divergencias económicas y su petición de jugar como extremo, en el puesto de Gareth, le hacen intransigente. Su pensamiento radical puede hacerle marcharse al Manchester United, al PSG o incluso al Mónaco. Todos le quieren. En Francia puede ganar siete u ocho millones. Si es lo que busca, es su vida. Pero solo hay que recordarle que Falcao ha pasado un año en el Mónaco, percibe 14 millones, y pide firmar por el Madrid perdiendo mucho dinero. En el fútbol no todo es dinero. Radamel lo sabe. Di María, no lo sabemos.

Si continúa jugando así, el Madrid le mejoraría el contratro dentro de un tiempo, pero en silencio, sin sentir la presión externa de las filtraciones. Ángel lo ha hecho mal. Mueve el árbol mediático para pedir, en vez de hacerlo en privado. A Carvajal, a Xabi y a Ramos se les ha mejorado la ficha sin denunciar nada en la prensa. A los clubes no les gusta que les pongan con la espada en la pared diciéndoles lo que tienen que hacer. Y menos, los directamente interesados. El Ángel puede perder su aura. Dejar al campeón de Europa, aspirante a seis títulos, es una posición extraña. Otros ruegan por venir. Di María sabrá. O no.

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