El lunes serán elegidos como el mejor futbolista y el mejor entrenador del mundo por parte de los profesionales del fútbol mundial. La FIFA entregará en Londres los premios “The best”, a los mejores, y Cristiano y Zidane son, sin duda, el mejor jugador y el mejor técnico de los últimos tiempos, por mucho que les duela a esos forofos de Messi que solo se miran el ombligo.¡Qué casualidad! Es lo mismo que les pasa a los independentistas, que no ven más allá de su frente fronteriza. Lo decimos ahora, pocas horas después del empate frente al Tottenham, porque el resultado no impide destacar a los dos. Los dos son los mejores del fútbol planetario desde hace dos años. Ronaldo, precisamente, fue el estilete que más trabajo dio al excelente Lloris, guardameta del equipo inglés, y Zidane demostró una vez más su valentía al alinear al chaval Achraf como lateral derecho. Debutaba el marroquí en Copa de Europa. Fue otra prueba de las diferentes ideas de este francés que se ha ganado el liderazgo de su sector.
Ronaldo es el número uno del mundo, a los 32 años, porque a su calidad y su eficacia suma una madurez que le ha hecho entender el mensaje de Zidane para reservarse con vistas a los partidos concluyentes. Es determinante, único, marca la diferencia para el Real Madrid. Sentenció la Champions en Cardiff. Como decidió la Liga con sus goles en Vigo y en Málaga, por mencionar los encuentros más recientes del campeonato español. Cuando se jugaba la hora de la verdad, el portugués supo sentenciar a domicilio, en Balaídos y en La Rosaleda.
Zidane es el mejor preparador del planeta porque en veinte meses ha evidenciado un proyecto distinto de dirección que ha triunfado hasta alcanzar dos Champions, una Liga, un Mundial de Clubes, dos Supercopas de Euopa y una Supercopa de España. El francés llegó al Real Madrid el 4 de enero del año pasado y revolucionó el equipo y el concepto del fútbol del equipo.
Cuando el Atlético le venció por 0-1 en el Bernabéu, el 27 de febrero de 2016, el marsellés dio otra vuelta de tuerca a su ideario. Colocó a Casemiro como pivote destructivo fijo, insustituible, y eliminó un creador. El cambio fue perfecto. Gracias a esta apuesta, Zidane y el Madrid ha ganado siete títulos.
Una apuesta que se integra en la decisión del entrenador de rotar constantemente el conjunto con cinco, seis y hasta nueve variaciones entre alineación y alineación, con el fin de presentar siempre un once fresco, rápido, potente y enérgico, repleto de jóvenes talentos que unen a su calidad la ilusión máxima. Porque la elección de jugadores jóvenes es otro baluarte del proyecto del francés.
Siete jugadores menores de 23 años han entrado este verano en la plantilla. Es lo que desea Zidane. Su plantel consta de una docena de jugadores consagrados y de otra docena de chavales con magia en la cabeza y en las botas. Todo ellos forman ese libro ideal de Zidane para triunfar como entrenador. En muchos paridos arriesga al máximo, pues reserva a bastantes titulares, pero su planificación expone que si esos veteranos no descansan, el Real Madrid fallará después en los duelos decisivos. y su ideario ha triunfado. Con ocho partidos de rotaciones a domicilio en la Liga, que vivimos la pasada temporada en marzo, abril y mayo, el club blanco conquistó la Liga y llegó bien para ganar al Atlético en las semifinales de la Copa de Europa y para vencer en la final continental a la Juventus, además de saber superar al Celta y al Málaga en las dos últimas finales de Liga.
Zidane fue osado y triunfó. Muchos le criticaron por su excesiva valentía. Muchos cobardes habrían fracasado por mantener a los titulares y explotarles para llegar muertos al final de campaña. El francés apostó fuerte y ganó. Tiene un proyecto muy avanzado en la cabeza de lo que es el fútbol y lo impone. Y gana. Muchos deberían seguir sus ideas. Es un pionero del fútbol moderno. En este balompié de tantos millones y fichajes mediáticos, Zidane alinea en el mejor equipo del mundo, el Real Madrid, a chavales como Achraf, Mayoral y Ceballos. Esa es la diferencia. “The best”.
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