Pepe y otros compañeros de Cristiano en la selección portuguesa desvelaron en una comida de la concentración de la rojiverde el enfado del Balón de Oro por su situación fiscal en España. El astro del fútbol denunció ser elegido como una nueva Lola Flores de Hacienda, para desviar atenciones. Pero él nunca expuso ese enojo públicamente. Fueron los jugadores del equipo nacional luso los que explotaron el litigio por medio de su prensa. Pasados quince días de polémica, Portugal cayó eliminada por Claudio Bravo, perdón por Chile, y Ronaldo no ha hablado.
Florentino Pérez expuso en su entrevista a ABC que el máximo goleador de la historia del Real Madrid hablaría con él finalizada la Copa Confederaciones. Probablemente lo han hecho. Se han calmado las aguas, otrora turbulentas. Al jugador le gustó la defensa que el presidente del club hizo de él en ABC, siendo portada de un medio de información nacional con el apoyo de Florentino Pérez y su denuncia de la criminalización que sufría el artillero. Es lo que buscaba Ronaldo. Quería vislumbrar la reacción de la entidad. Fue enorme. Pero Cristiano no ha hablado. Y debería hacerlo.
El jugador ha de expresarse, porque hemos vivido quince días rodeados de un escándalo sin declaraciones oficiales, con supuestos peligros denunciados por futbolistas anónimos, sus colegas de la selección, que no querían aparecer con nombre y apellidos. Con amenazas de las que no hay constancia grabada. Y ahora ¿no hay nada? No se ha generado esta polémica para nada.
Cristiano debe decir esta boca es mía. O, en todo caso, desmentir bulos. Porque nadie ha desmentido o confirmado con cara y nombre los presuntos enfados. Solo Florentino Pérez ha expuesto ese enojo de su jugador. Quizá es lo que deseaba Cristiano.
El Balón de Oro debe hablar. Y, en todo caso, no permitir que otros jugadores hablen por él. Porque esta polémica anónima no es presentable. Y no vale decir ahora que yo no dije nada. Porque si Cristiano no lo dijo, debe salir a la palestra y desmentir el jaleo atribuido a él. El mejor jugador del mundo no puede permitir ser utilizado como una pantomima. O es verdad o es mentira, pero basta de medias verdades y de versiones de otros.
Cristiano ha de dar sus opiniones de manera directa, diciendo “¡síííí!” o diciendo “¡nooooo!”.