Los antimadridistas ya no saben qué palo flamenco tocar para menear el árbol blanco. La soleá del puesto de Bale quedó anulada con los dos golazos y la asistencia del galés frente al Betis, jugando por donde le da la gana, como le permite Benítez. El fandanguillo de James o Isco quedó solventado con otros dos golazos y otra asistencia (al galés) de James. El dilema no es el colombiano o Isco, porque el malagueño jugará continuamente, sino que JR10 es titular indiscutible. Y la polémica de Benzema u otro nueve no existe. Karim salió para hacer debutar a la BBC completa y marcó el primero de los 25 tantos que el entrenador le exige en la Liga. James, Benzema y Bale han acabado con la fábula del burro, cantada por el técnico como un versículo en tres idiomas, italiano, inglés y español. Y ahora, a falta de argumentos, se busca otro problema en el Real Madrid: la falta de gol de Cristiano en las dos primeras jornadas.
El portugués y Messi no han marcado en dos partidos, pero todo se centra en la ausencia de acierto del portugués. Para nada se habla del argentino. Ahí se les ve el plumero. Se especula con la mala conexión Ronaldo-Benítez y con su descontento por el ascenso de Bale en la importancia del esquema. Nada más lejos de la realidad. El luso juega también con libertad de movimientos, por donde quiere, y es el delantero madridista que más ha disparado a puerta: ocho veces en Gijón y siete en el Bernabéu frente al Betis. Sencillamente, el magnífico Cuéllar le paró tres golazos en El Molinón y su amigo Adán le detuvo otras dos buenas oportunidades en el coliseo blanco.
Benítez tiene claro que el luso volverá a ser el artillero del equipo esta temporada, como lo ha sido a lo largo de seis años. Le ha pedido que repita los 61 tantos de la campaña anterior. Le ha puesto deberes, como a Karim. Pero mientras no marque, se le buscarán las cosquillas al Balón y Bota de Oro. En esa intención de tocarle los dos balones de oro conseguidos con el Madrid, se aduce que sus enfados en el campo demuestran su enojo con su situación. Magna tontería. Es precisamente ese enfado casi infantil por ser el mejor el que mantiene la ambición de un jugador que a los 30 años sigue con la moral de cuando tenía 16 y Ferguson le vio brillar en el Sporting de Lisboa.
Es ese deseo de marcar y de ser el número uno su clave para continuar entrenándose al máximo y perfeccionar un estado físico casi inmejorable. Sabe Ronaldo que su potencia es la premisa de su éxito. Tiene una calidad en el remate y un salto de cabeza prodigioso que se apoyan en su fuerza muscular para correr como un galgo y saltar como un pertiguista sin pértiga. Si se enfada, es que todo va bien. Disfruten los antimadridistas el día que Cristiano no se enfade en el campo. Será el comienzo de su ocaso. De momento, continúa enojándose porque el disparo no le entra. Ese anhelo por ser el más grande es la motivación psicológica que necesita una estrella para mantener su ego profesional. Ellos mismos se engañan. Se imponen retos. Chris Evert necesitó a Navratilova para seguir siendo campeona. Lorenzo necesitaba vencer a Rossi para coronarse.
Cristiano necesita ganarse a sí mismo. ¿No se han dado cuenta los antimadridistas que Ronaldo estableció su plusmarca de dianas en una temporada, 61, precisamente esta última temporada, a los 30 años? Ahora se enfada porque persigue los 62 y su cuenta no ha empezado. Descuiden, que pronto comenzará a sumar. Busca superar el récord de 323 goles que Raúl mantiene en el Real Madrid. El luso lleva 313. En octubre hablamos.
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