Casillas se marcha esta tarde del 11 de julio, cinco años después de salvarnos del infierno y llevarnos a la gloria con tu parada de tobillo ante Robben. Se cumplen cinco años del Mundial de España, de tu Mundial, y dejas el Real Madrid en el mismo día, casi a la misma hora. Hay fechas que marcan una vida. El melón, apelativo cariñoso del vestuario, abandona su casa después de veinticinco años. Entró a jugar en el torneo social en 1990. Y gustaron sus maneras. Todo fue una carrera hacia adelante, hacia arriba.
Debutó en el primer equipo el 12 de diciembre de 1999. Lo hizo bien en San Mamés. Y se consagró en 2002, cuando sustituyó a César, lesionado, y conquistó la Champions 2002 con sus paradas con el pie, con las manos, con el bazo y con el hígado, pegado al poste del éxito. Los golazos de Zidane (histórico, emblema de la Copa de Europa) y de Raúl fueron apuntalados con los despejes míticos de Íker y sus lágrimas de felicidad, abrazado a César, su gran rival.
Hoy se vea al Oporto un ídolo. El viernes hubo aficionados que acudieron al Bernabéu esperando un acto público de despedida. Aún no había firmado. El paso del tiempo calmará filias y fobias. Es un mito que ha sufrido la divisón del madridismo desde que Mourinho le puso la cruz. Defendido por muchos, silbado por un sector de la afición en la decadencia lógica de una carrera de dieciséis temporadas, hoy es un día para despedir bien a un icono del fútbol español y del Real Madrid.
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