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Blogs Por Tierra, Mar y Aire por Esteban Villarejo

Seis cazas del Ejército en alerta: objetivo evitar un ataque como el 11-S

Esteban Villarejoel

En España siempre hay seis aviones de combate del Ejército del Aire preparados para derribar cualquier aeronave sospechosa de poder ser utilizada como arma de destrucción masiva, lo que en el argot militar se conoce como un avión «renegade». Es decir, el objetivo de esos seis cazas es evitar que pueda repetirse un atentado como el 11-S en EE.UU., un ataque que activó este tipo de protocolo en los países de la OTAN.

Una pareja de cazas en las bases de Zaragoza o Torrejón de Ardoz (F-18 «Hornet»), otra pareja en Albacete o Morón de la Frontera (EF-2000 «Eurofighter») y una tercera pareja en la base de Gran Canaria (F-18 «Hornet») podrían despegar en el margen de 15 minutos para defender el espacio aéreo español. Son los cazas en alerta del Ejército.

 

Sala del Grucemac, en Torrejón de Ardoz, durante nuestra visita / E. V.

 

Asistimos a uno de los denominados procedimientos «renegade» -con avión sospechoso imaginario- en la base de Torrejón, donde el coronel Rafael García Hernández, del Grupo Central de Mando y Control (Grucemac), explica el trabajo previo y de vigilancia que se realiza antes de enviar a uno de los cazas al encuentro del «renegade»: «Saber quién está volando, dónde y tenerlo identificado. Ese es nuestro trabajo».

Para ello el Ejército del Aire tiene desplegados 13 radares en el territorio español: nueve de la empresa española Indra y cuatro italianos Alenia. Cada uno de estos artilugios componen los escuadrones de vigilancia aérea (EVA) con un radio de cobertura de 470 kilómetros de longitud y 30 kilómetros de altura. Son los encargados de detectar la primera alerta ante un avión desconocido que no responde a la interrogación electrónica o llamadas de radio.

Esa primera información es procesada por uno de los cuatro centros de mando y control del Ejército, como el Grucemac de la base de Torrejón de Ardoz. Existen otros tres, uno de ellos es móvil y llegó a desplegarse en una cumbre Iberoamericana en Uruguay (2006).

 

Despliegue de radares en la geografía española

 

«De no ser posible la identificación por la información disponible en el centro de mando recibida de diversas fuentes, se ordena por el centro de mando un scramble, es decir, un despegue de urgencia de uno de los aviones de combate para proceder a una identificación visual del avión sospechoso de haber sido secuestrado», aclara el teniente coronel Manuel Jiménez, jefe de operaciones de una sala cuya actividad es acaparada por el centenar de monitores, a cuyas pantallas no podemos fotografiar directamente. «Es información clasificada».

Primero se identifica visualmente al avión sospechoso, pero si hay que derribarlo la decisión vendrá dada, obviamente, por un nivel superior y político, en este caso delegada tal acción en el secretario de Estado de Defensa.

Una vez recibida la confirmación de que un avión ha sido secuestrado y se dirige a un punto de la geografía española -siempre escenario imaginario-, la «acción» se traslada al barracón de alarma donde un piloto, un armero, un mecánico y un bombero componen la unidad de reacción rápida. En 15 minutos máximo despegará un caza y en una hora el segundo de la pareja activada en el servicio si se requiriese.

 

Caza F-18 en el barracón de alarma del Ala 12 / E. V.

 

Piloto de caza F-18, el teniente Pedro Curiel recibió una formación de cinco años en la Academia General del Aire en San Javier (Murcia). Una oposición dura (matemáticas, física, química, historia, inglés…) y unas pruebas físicas y médicas muy exigentes (vista y espalda son fundamentales) realizan una primera criba de los aspirantes a piloto de avión de combate del Ejército del Aire. En la actualidad hay unos 60 en activo.

El programa de entrenamiento anual de un piloto de cazas en el Ejército del Aire se compone de 160 horas de vuelo, habiéndose reducido el número de pilotos en activo debido a la crisis, con el objetivo de reducir el gasto en combustible. «En el Ala 12 [base de Torrejón de Ardoz] tenemos ahora quince pilotos volando y otros diez sin volar», informa su coronel jefe de la misma, Antonio Nebot.

El estruendo sacude al barracón de alarma. Los dos motores supersónicos del F-18 advierten el inminente despegue del caza. Han pasado solo 9 minutos y 22 segundos desde que el piloto recibió el aviso de interceptar al avión sospechoso. Seis minutos menos que lo requerido. Son los cazas de reacción rápida, la culminación de un trabajo de 2.000 militares desplegados en 22 unidades.

 

Piloto de caza F-18, teniente Pedro Curiel / E. V.

 

Dos colegas fotografían el despegue del caza F-18 / ELÍAS HERNÁNDEZ (EA)

 

Un piloto, un armero, un mecánico y un bombero componen la unidad de reacción rápida / ELÍAS HERNÁNDEZ (EA)

 

Por cierto, este mes la Revista Española de Defensa dedica su portada y un extenso reportaje a la protección del espacio aéreo: «Siempre alerta para la seguridad de todos».

 

En twitter: @villarejo

 

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