Rosa Belmonte el 29 mar, 2014 Hay una escena en ‘Dreamland’ en que tienen que limpiar una estación y a uno de los chicos se le ocurre la gracia de darle a la alarma de incendios. Empieza a caer agua tan generosa y falsamente como si hubiera llegado el monzón. Esa alarma de incendios debería estar disparándose todo el rato porque en esta serie hay más humo que en ‘Aplauso’. Y digo serie por decir algo. En esta boba sucesión de coreografías y ‘product placement’ (lo de Coca Cola y Onitsuka Tiger llega a ser ridículo). Visto el resultado de esta cosa sin guión, más les valdría haber hecho un docu reality. Peor no podría ser. Porque entre comprobar si Raquel Bollo se cortó de verdad las uñas en el AVE (vía polígrafo) y ver a una imitadora de la tía de la vara (Debbie Allen, claro) no hay color. O lo que es peor, ver a Natalia Millán haciendo el ridículo con el acento de Anne Marie Rosier en las revistas de Lina Morgan (esto me ha dolido mucho). Luego hay escenas como la del polvo en el taller mecánico que son como de ‘El cuerpo del deseo’ y una de esas películas del Canal Playboy. Podríamos pensar que esto iba a ser un acercamiento a ‘Un paso adelante’ y a ‘Glee’. Es un alejamiento. Tan tonto todo que resulta imposible glosarlo (anda que el vestido rojo de flecos con el que la protagonista se va a la fiesta). Pero me alegro de haberlo visto. Sobre todo por esa especie de ‘cómo se hizo’ que vino después. A algunos de los chicos se los llevaron a Los Ángeles, al Paseo de la Fama. Y uno contaba: “Estábamos cantando canciones de Michael Jackson en la estrella de Michael Jackson. Montando un pimpollo allí en medio de Los Ángeles”. Montando un pimpollo. Y por si alguien piensa que esto no puede ir a peor, la semana que viene sale Malú. Sin categoría Comentarios Rosa Belmonte el 29 mar, 2014