Por L. Dary Beltrán, PhD – Departamento de Economía – Universidad Loyola Andalucía –ldbeltran@uloyola.es – @ldbeltranj
Los precios de la electricidad en los últimos dos años se han convertido en uno de los principales titulares de prensa, conversaciones de café y de los casos más comentados en las aulas de clase sustituyendo a lo relacionado con la pandemia, cuando solía ser un tema que apenas capturaba el interés de la población y no merecía la preocupación de los transeúntes. Sin embargo, sorpresivamente, a mediados del 2021 se volvió el centro de atención y uno de los principales objetivos de la administración pública, pues alcanzó un precio de cierre medio anual de 118,81 €/MWh en 2021 y de 202,9 €/MWh en 2022, incrementando en 70,78% su precio. Aunque, en lo que va del año, parece que el precio se ha estabilizado, estará en observación y control de menos hasta que finalice el 2023.
No es casualidad que el repunte de los precios de los bienes de consumo se haya producido después del lock-down provocado por la Covid-19, las medidas emprendidas para el proceso de recuperación han contribuido a dicha aceleración. La apertura de la actividad económica provocó un exceso de demanda al reactivarla rápidamente mientras que la oferta estaba limitada por las mismas restricciones globales. No obstante, el incremento de los precios ha permeado en los demás, teniendo como conductor los precios de las materias primas, especialmente las energéticas, trasladándose rápidamente hacía el precio de la electricidad.
La evidencia empírica deja en evidencia el impacto que tiene las materias primas como el petróleo, el gas natural y el carbón en el precio de la electricidad. Diferentes factores han contribuido a su encarecimiento: geopolíticos que obstaculiza el suministro de gas natural (la guerra en Ucrania que pone en evidencia la alta dependencia de algunos países europeos de la importación del gas natural), la reducción en la producción del petróleo y gas natural, la baja producción de carbón, la disminución en la inversión para nuevos yacimientos, la sustitución de inversión hacia energías renovables, por nombrar algunos. Sin embargo, ha sido el gas natural el que ha presentado el mayor incremento, con una inflación en 2021 de 340%, mientras que en España sigue siendo una fuente primaria energética y una componente importante para la generación de la electricidad.
Aunque el incremento es generalizado en Europa, España se ha llevado la peor parte, pues ha sido el país donde se ha generado un mayor impacto. Si bien, el incremento de la inflación inició debido a la componente energética, posteriormente se ha trasladado a los alimentos y los bienes y servicios no energéticos por medio de cambios en los costes de producción, efectos que estamos viviendo hoy en día.
Todas estas variaciones en los precios de la electricidad y su incidencia en el nivel de precios afectan a su vez el desempeño económico del país y, por ende, el bienestar social. La inflación reduce el poder adquisitivo, traduciéndose en una caída de la demanda y en la producción. Al incrementarse el coste de producción de las actividades productivas intensivas en electricidad, las actividades productivas que a su vez demandan insumos intermedios de estos sectores también se verán incrementados; este incremento de precios produciría una caída en la demanda de bienes y servicios reduciendo la producción, la cual, redundaría indirectamente en el ingreso disponible de los hogares, afectando el desempeño de las variables macroeconómicas y el crecimiento económico.
Aunque, el desempeño económico en España es producto de muchos factores, uno de ellos el precio de la electricidad, por lo que, desde el Departamento de Economía de la Universidad Loyola, junto al prof. Cardenete y P. Villegas, nos hemos preguntado, cuánto está afectando el incremento del precio de la electricidad a las principales variables macroeconómicas.
A través de un modelo de equilibrio general aplicado calibrado con la Matriz de Contabilidad Social construida para España se ha simulado un incremento del precio de la electricidad de 70,78% obtenido a partir del precio de cierre medio anual del 2021 y 2022. Los resultados obtenidos sugieren que dicho incremento del precio explica la caída del PIB español en un 1,52% en 2022. Esta caída de la economía se explica por el efecto en el consumo, el cual cae un 4,88% y del excedente bruto de explotación que cae 9,39%. Lo que a su vez se refleja en la reducción de la renta disponible de los hogares (-4,88%) y el ahorro (-3,07%).
Lo anterior permite concluir que la trayectoria ascendente de los precios de la electricidad en los últimos años pone de manifiesto las disfunciones que presenta el sistema en cuanto a la determinación del precio y la necesidad de llevar a cabo una revisión de los múltiples mecanismos y factores que lo conforman. Concretamente, de acuerdo con el Consejo Económico y Social de España (2017), respecto al coste de la energía, la formación del precio y la actuación de los mercados mayoristas resultaría necesario reducir, en la medida de lo posibilidad, la volatilidad en dichos mercados.
El análisis del sector eléctrico con un enfoque multisectorial permite cuantificar las interrelaciones y vínculos económicos con las demás actividades productivas y agentes, así como su papel en el crecimiento económico. Por lo que, constituye una fuente importante para la gestión pública y definición de políticas en materia energética.
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