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Borrachera de libros

Borrachera de libros
María José Muñoz el

No parece en principio muy atrayente cambiar alcohol por libros, al menos para esos jóvenes acostumbrados a cargar en bolsas de plástico las botellas y encaminarse al lugar habitual del botellón cuando llega el fin de semana, abandonando así por unos días el ambiente escolar. Pero ese viernes, 13 de diciembre, se trataba de un BiblioBotellón; sí, efectivamente, eso de que si no quieres caldo dos tazas, pensaría alguno farfullando antes de subir a lo alto del Alcázar de Toledo, a la última planta, donde se vivió esta experiencia inédita hasta entonces en una biblioteca; tanto, que ha suscitado el interés hasta del departamento de Marketing Bibliotecario de la Universidad de Barcelona.

«No han sido las multitudes del botellón, pero algunos han venido», reconocía con humor el director de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, el incansable Juan Sánchez, optimista donde los haya, quien minutos antes había respondido así a la pregunta de Canal Sur de si no tenía miedo al fracaso: «No tenemos miedo, no nos importa el fracaso. El verdadero fracaso sería no intentarlo». Quiere el director que se sepa en la ciudad las cosas que ocurren en la Biblioteca; quiere que se enteren los padres, y todos los jóvenes, como ese puñado de adolescentes que en la tarde-noche mágica del BiblioBotellón bebieron versos de Federico García Lorca de botellas con etiquetas del Quijo te, o participaron en las justas entre raperos y poetas, mientras la lluvia golpeaba los cristales del histórico edificio.

Y Juan Sánchez repertía: «Chicos, sois unos privilegiados por estar aquí hoy; ¡este es un día histórico!», y subrayaba -quién sabe- si algún día la Real Academia Española de la Lengua adoptaría BiblioBotellón como nuevo vocablo, igual que ha hecho con abducir, alcaldable, buñueliano, cultureta, espray, festivalero, grafitero, homófobo, oenegé, sobao o sostenibilidad, y muy pronto hará con tuit y tuitero.

Seguro que volverán a intentarlo porque el objetivo es claro: beber literatura de alta graduación y cogerse una borrachera de libros. Tampoco es que se pretenda llegar al coma etílico, pero quizá, con un poco de suerte, a alguno se le quede el sabor de una letra entre los labios.

 

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