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Hollande, Valls y la cruda realidad

Hollande, Valls y la cruda realidad
Manuel Erice el

Era el mirlo blanco para la Europa socialista, y muy en particular, para el PSOE en España. Cuando François Hollande se disponía a entrar en el Elíseo tras su rotunda victoria electoral, las arremetidas del primer partido de la oposición en España contra el Gobierno de Rajoy eran cada vez más recias. Obviando que era el propio PSOE quien acababa de dejar las arcas públicas hipotecadas para al menos un lustro, Rubalcaba hacía de su capa un sayo y aprovechaba la ola socialista en Francia para proclamar que “otra política económica es posible”. Frente a la contención y el sacrificio al que nos sometía la pérfida Alemania, comandada por la antipática Merkel, Elena Valenciano, ahora cabeza de lista en las elecciones europeas, se sacaba otro de esos conejos de la chistera que tanto gustan a los socialistas, que tanto huyen de proponer a los españoles disciplina y esfuerzo, y volvía a plantear más gasto. Frente al “austericidio”, una de esas palabras del marketing que tan bien maneja la izquierda, la “política del crecimiento”. Ni el mismísimo Zapatero aprobaba el planteamiento de sus herederos al frente del partido, convencido ya, como había demostrado en su último año y medio de mandato, que no quedaba otro remedio que un prolongado sacrifico para salir de la crisis.

Pues bien, casi dos años después, Hollande se ha dado de bruces con la misma realidad con la que chocó el Zapatero de 2010, el que sacudió los cimientos del PSOE cuando anunció en aquel mayo fatídico la reducción de sueldo de los funcionarios y la bajada de las pensiones. Si ya es sabido que en política lo que no afrontas tú te lo afrontan los ciudadanos en las urnas, a Hollande le han madrugado los electores en un varapalo electoral que los franceses casi ni recordaban. Es verdad que de un tiempo a esta parte los comicios municipales se han convertido en Francia en una suerte de potro de tortura para quien gobierna el país, pero la barrida del socialismo ha sido tal que, exceptuando la victoria de la española Anne Hidalgo en París, la derecha y la extrema derecha se han llevado casi todo el resto de la tarta. No puede decirse aún que Mariano Rajoy no pueda perder las próximas elecciones europeas el próximo 25 de mayo, pero quizá la diferencia en el castigo sea menor por una razón: incluso aunque el líder del PP se desdijo de buena parte de su programa electoral con una notable subida de impuestos, nadie podrá decir que no se planteó el sacrificio desde un principio. Quizá a los franceses les ha parecido que lo que prometió Hollande no eran tan desagradables. Y si no, que se lo pregunten a los humildes trabajadores que han dejado de votar socialista para dar su apoyo a Marine Le Pen.

Como el Zapatero de 2010, Hollande se ve obligado a traicionar ahora sus (presuntos) principios socialistas nombrando primer ministro a quien la prensa de izquierdas tacha de “duro”, el español Manuel Valls. En efecto, Valls es un hombre de la derecha socialista, si se puede hablar a sí, que seguramente se acomodaría más a la UMP, el partido de la derecha, pero que ha hecho carrera entre los socialistas franceses. Aunque el nombramiento le ha costado ya dos dimisiones, Hollande se ha dado cuenta de que necesita agarrar firmemente el timón de un país a la deriva y que amenaza con convertirse en el lastre de Europa. Ojalá no sea así.

 

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Manuel Erice el

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