El mundo parece haberse movilizado para lograr la liberación de las más de 200 escolares nigerianas secuestradas por Boko Haram. Bajo la etiqueta #BringBackOurGirls (Devolvednos a nuestra chicas), políticos y famosos de Estados Unidos y de otras partes del mundo reclaman al grupo terrorista que deje libres a las niñas. El Gobierno de Barack Obama y la Unión Europea han alzado también la voz, mientras Francia ha tomado el mando del grupo de cinco países vecinos de Nigeria para adoptar medidas en la lucha contra lo que se considera el Al Qaida del centro y el oeste de África.
Sin embargo, antes de que se produjera la criminal acción de los terroristas, existían muchas señales de que Nigeria se había convertido en un lugar en el que las vidas de los cristianos corrían peligro. Cada vez eran más continuos y sangrientos los ataques a Iglesias y a comunidades cristianas por parte del siniestro grupo terrorista, que también actúa contra aquellos islamistas que condenan sus atentados. Hoy, los templos de Nigeria se encuentran rodeados de alambre y amurallados y, a sus puertas se pueden ver guardas armados con kalashnikovs. Ir a la Iglesia supone un autentico acto de valor, porque muchos fieles han muerto en los atentados de Boko Haram.
Quizás sea Nigeria el país más peligroso para los cristianos en estos momentos, pero en otros países –Irak, Pakistán, Egipto Sudán, Siria, entre otros– también se vive una persecución en la que se calcula que unos 100.000 cristianos han muerto en los últimos años, mientras otros se ven privados de sus derechos y condenados incluso a muerte cuando se les aplica la ley coránica, como ha sucedido, por ejemplo, con el caso de Asia Bibi, en Pakistán o el de Meriam Yehya Ibrahim, en Sudán
Muchas voces han denunciado esta situación. Hace pocas fechas lo hacia un dirigente de la comunidad judía en un artículo publicado en el diario El País, y en ABC se publicó un extenso informe sobre esa realidad, ante la que la comunidad occidental –incluida España- ha venido reaccionando con una enorme tibieza.
La mera condena de los atentados no basta. España impulsó en la UE un comunicado de apoyo a las autoridades nigerianas en el caso de las niñas secuestradas. Puede que nuestro país no disponga de medios para ir más allá en este asunto ni para embarcarse en una operación como la diseñada por Francia, pero, al menos debería liderar en el seno de la Unión Europea la adopción de medidas efectivas de protección de las comunidades cristianas en el mundo.
Cuando el PP se encontraba en la oposición criticó duramente al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero de no hacer lo suficiente en Europa en defensa de las minorías cristianas, bloqueando incluso alguna iniciativa en ese sentido. Tras llegar a La Moncloa, sin embargo, el fervor se apaciguó y hasta se quedó en un cajón del Ministerio de Asuntos Exteriores, prácticamente olvidado, un proyecto en el que se pedía que la UE reconociera los derechos religiosos de las minorías cristianas y no sólo los derechos individuales. Sin duda, sería un buen momento para recuperarlo.
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