La ofensiva soberanista del Gobierno de Artur Mas no llegará, previsiblemente, a conseguir sus objetivos, pero, como mínimo, está provocando un importante desgaste para la Administración central, obligada a dedicar parte de sus medios a rebatir las pretensiones de los independentistas y también a neutralizar los daños que puedan causar a la imagen de España a nivel internacional.
El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, que fue el encargado de pilotar la elaboración de un extenso documento sobre la cuestión catalana, enviado a las Embajadas y Consulados para que dispongan de argumentos, sigue teniendo trabajo en este campo. Ahora ha mandado además una circular para que los diplomáticos al cargo de esas Embajadas y Consulados rebatan las declaraciones que puedan hacer en los medios de comunicación de los distintos países los dirigentes nacionalistas.
No deja de ser una lástima que los embajadores tengan que dedicarse a esa tarea, pero es obvio que, como representantes del Estado, no pueden permanecer en silencio si hay manifestaciones que tergiversan la realidad.
Lo que está claro es que la percepción que de la estabilidad de España puedan tener más allá de nuestras fronteras se ve perjudicada por la existencia de tensiones territoriales, sobre todo en Cataluña. España ha sido vista en estos años como un modelo de éxito que supo realizar una transición ordenada de la dictadura a la democracia, manteniendo las singularidades de las distintas regiones e incluso aguantando con firmeza el azote del terrorismo de ETA. Esa imagen puede quedar desdibujada por la persistencia del proceso soberanista.
Algo de esto se apunta, al parecer, en el detallado informe que ha preparado el Real Instituto Elcano sobre la estrategia exterior de España, un país que –no debe olvidarse- sigue estando, a pesar de la crisis, en los niveles más altos de los distintos índices de presencia en el mundo. Poner en riesgo esa situación es una irresponsabilidad por parte de Artur Mas, que con su actitud perjudica a muchos emprendedores empresarios catalanes quienes, por cierto, en casi todas las partes del mundo, suelen acudir encantados a las recepciones de las Embajadas españolas con las que mantienen una estrecha relación.
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