El Peñón se estremece
Los gibraltareños tenían claro que las cosas iban a cambiar en cuanto llegara el PP al Gobierno. Quizás no esperaban un ministro tan directo como José Manuel García-Margallo al frente de Asuntos Exteriores y eso les ha sorprendido. Incluso la broma que gastó a un europarlamentario británico amigo suyo, al saludarle con un “Gibraltar español” provocó alguna tensión en la colonia, donde, además, están estrenando también gobernantes.
Después, cuando García-Margallo desveló que había dicho al secretario del Foreign Office, William Hague, que se “acabaron las bromas” con Gibraltar, saltaron las alarmas. El Gobierno de Mariano Rajoy iba a actuar en este asunto de manera muy distinta al de José Luis Rodríguez Zapatero. El Foro Trilateral de Diálogo impulsado por Miguel Ángel Moratinos cuando era ministro de Exteriores se daba prácticamente por muerto, desde antes incluso de producirse la victoria del PP. El entierro lo hizo oficial la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría.
Se abre una nueva etapa, en la que el Gobierno español ha fijado ya las coordenadas en las que quiere moverse. Contra lo que pudiera deducirse de las primeras manifestaciones de García-Margallo, no renuncia a la cooperación. El ministro hizo un especial hincapié en la reanudación de las negociaciones sobre la soberanía y ello llevó a pensar a los llanitos que ya no habría más conversaciones sobre cooperación.
Sin embargo, en la carta remitida a Hague, García-Margallo, al tiempo que rechaza las palabras del premier británico, David Cameron, a favor de la autodeterminación del pueblo gibraltareño, porque eso no lo recoge ni el Tratado de Utrecht ni las resoluciones de Naciones Unidas, apuesta también por continuar con la cooperación. Es decir, hablemos de soberanía y de cooperación de forma paralela, entre otras razones, porque hay una Declaración de Bruselas de 1984 en la que los dos países nos comprometimos a buscar conjuntamente una solución al contencioso. Pero contando con las opiniones a los dos lados de la Verja.
A los vecinos del Peñón les interesa –y mucho- que no se vuelva atrás en las facilidades que han conseguido en los últimos tiempos, en comunicaciones, flujo a través de la verja, etcétera.
Sería un error que el Ejecutivo español abriera sus contactos con el británico, adoptando medidas que perjudiquen a los habitantes de la colonia, entre otras razones porque hay también una importante población en el Campo de Gibraltar que se beneficia de que exista una buena armonía. Pero también es cierto que cabe exigir a las autoridades del Peñón una actitud dialogante y alejada de prejuicios trufados de comportamientos numantinos. El nuevo ministro principal, Fabian Picardo, es un hombre joven y sabe que el anacronismo de Gibraltar no puede existir por mucho tiempo más en Europa. Su aportación a una salida que satisfaga a todas las partes, por difícil que sea, debería ser importante. Porque, aunque negociar el futuro de la soberanía de Gibraltar corresponde a Madrid y a Londres, es indudable que no puede hacerse ignorando a los gibraltareños.
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