“Reputación y generación de valor en el siglo XXI” (LIBRO) por Jorge Cachinero en libros.com
Una de las virtudes más destacadas de la situación política actual de la Argentina, tras la elección en noviembre de 2015 de Mauricio Macri como presidente de la nación, es que, de forma rápida, generaciones de argentinos estén aprendido a convivir con el consenso y la negociación como fundamentos naturales del funcionamiento de su sistema político y se hayan alejado, así, de las prácticas y de los hábitos impuestos por dictaduras y por presidencialismos después de décadas de regímenes militares y de gobiernos kirchneristas.
Cambiemos, la alianza de los partidos republicano y radical sobre la que Macri construyó su victoria, nació como una coalición electoral y, sin duda, tuvo éxito en su tarea de conseguir el cambio político en la Argentina.
Sin embargo, el nuevo presidente no cuenta con una mayoría en las cámaras y, a pesar de ello, ha tenido durante 2016 un éxito legislativo inesperado. Un 70% de las leyes aprobadas por el parlamento en ese ejercicio lo fueron por consenso porque, precisamente, el gobierno ha sabido aplicar las virtudes de la negociación, de la transacción política y del pacto a la labor legislativa.
Cambiemos parece, también, que, por el momento, está cumpliendo sus tareas ejecutivas eficientemente, por mucho que algunos consideren que, como coalición de gobierno, no esté “suficientemente equilibrada”.
“El presidente Macri escucha y sus socios influyen” en el proceso político y legislativo, como algunos de sus socios reconocen.
Para la Argentina más reciente, esto es una prueba evidente de ejercicio de liderazgo democrático y moderno.
Además, esta nueva forma de hacer las cosas se extiende más allá del perímetro político de Cambiemos.
Algunas de las facciones en las que se fracturó el peronismo tras su derrota de 2015 están operando políticamente, al menos en lo legislativo, de acuerdo a este nuevo estilo pactista, con la única excepción de los que podrían ser considerados como los representantes, minoritarios, eso sí, del kirchnerismo puro y duro.
El grupo de Miguel Picheto -jefe de los senadores peronistas y que se ha erigido en representante de los intereses territoriales y provinciales de los gobernadores argentinos- y el del diputado Sergio Massa -con todas los interrogantes que plantea sobre si será capaz, o si tendrá la voluntad, de unificar la actividad política y los intereses del grupo que lidera con los de los senadores de Picheto- participaron activamente en la aprobación de las primeras grandes leyes del nuevo gobierno de Macri como son la Ley que regula los Contratos de Participación Público-Privada (PPP) o la Ley del Ministerio Público.
Con todo, los retos para el nuevo gobierno Macri siguen siendo enormes.
Por un lado, en el terreno de la política, éste debe hacer frente al trilema presente de la necesidad de que el país abandone definitivamente las tentaciones populistas, de que el gobierno pueda seguir gobernando de forma eficiente en minoría y de que, por supuesto, Cambiemos pueda ganar las elecciones de medio término de 2017.
El año presente, por su característica de electoral, hará resurgir la confrontación política, que tan sutilmente ha sido manejada durante los últimos meses por el gobierno en beneficio de los intereses de los argentinos, especialmente, en materia económica.
Por otro lado, en el terreno de la economía, se hace necesario, entre otros muchos asuntos, eliminar la pobreza -mientras que, a la vez, se reducen los subsidios tan extendidos durante los años del kirchnerismo-, combatir la inflación para, por lo menos, disminuirla desde el 35% al 17%, o, por último, reducir el déficit público desde el 7% al 4.8% del Producto Interior Bruto (PIB).
Todo ello en un momento en el que la Argentina imagina una salida inteligente al mundo, como dicen sus dirigentes, después de años de aislamiento y de alianzas internacionales ideológicas, cuando, además, parece que es el mundo -o parte de él- el que, en esta ocasión, y de forma irónica o tragicómica, quiere cerrarse en sí mismo al apostar por la receta del proteccionismo.
Merecería la pena que los que defienden esta visión del mundo de mirada hacia dentro aceptaran la propuesta de los líderes argentinos del momento presente cuando les invitan a que “vengan a Argentina a ver todo lo que no funciona del proteccionismo antes de seguir por ese camino”.
Cambiemos nació como una coalición electoral y triunfó en su empeño: ganó las elecciones presidenciales de 2015. Cambiemos está funcionando como coalición de gobierno porque ha devuelto la negociación y el pacto a la política argentina como método de funcionamiento del proceso legislativo.
El desafío que le queda por afrontar a Cambiemos es el de transformarse de coalición en partido sostenible en el largo plazo mediante la ampliación de su radio de atractivo electoral hacia las clases medias no urbanas y las clases medio-bajas -las fuentes de votos tradicionales del peronismo-, sin dejarse arrastrar hacia la trampa falaz, presupuestaria, financiera y socialmente, del asistencialismo.
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