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El sueño-cliché

hughesel

El otro día me sucedió algo espantoso. Lichtenberg dijo que la historia era la historia de los hombres despiertos, pero que faltaba una historia de los dormidos, de los sueños. Yo he notado en mí la lamentable domesticación de los sueños hasta el punto de que el otro día soñé sueños freudianos. Dos sueños en una misma noche que incluían su interpretación. Perfectos cuentos morales, sueños con moraleja horrible. En la infancia soñaba caóticas asociaciones, frondosidades de lo real. Pero la edad, la lamentable edad, ha provocado que mis sueños sean fantasías muy pobres que, de tan obvias, se interpretan solas. AL despertar era como si hubiera hablado con mis padres. Mi yo-moralista y aconsejador me había dado un sermoncillo. ¿Pero qué sueño era ese? ¿Qué estafa es esa de soñar sueños freudianos?

Mi sueño favorito de siempre fue el que me llevaba a seducir a la mujer deseada. Era un sueño excepcional porque siempre, en el momento de consumar, ¡la tía buscaba una excusa! Eran sueños landistas, muy españoles. Eran como los capítulos de Frasier, en los que siempre que iba a ligar al final pasaba algo. Pero esos sueños ya eran constantes con las que convivía. Me acostaba y pensaba: a ver a quién casi-me tiro esta noche… Estaba ahí, compendiada, toda la represión sexual española, que yo, español perfecto, incorporaba en cada estrato de mi mente. Pero luego había hermosos totum revolutum. El sueño era como una minipímer de lo real. Uno se levantaba desconcertado y exhausto. Pero no. Ahora no. Ahora la edad me ha deparado sueñecitos autogestionados en los que parece que estoy durmiendo en el diván.

Mi onirismo, por decirlo de alguna manera, está domesticado, cansado y pobremente culturizado. No es un sueño en bucle, es un sueño lineal. No es la muerte, ni una vida misteriosa, es un sueño-terapeútico, un sueño-cliché, excesivamente práctico y personal.

Había una dimensión maravillosa en el sueño antiguo que parecía corresponderse con un fondo general de sueños. Como un patrimonio colectivo de la imaginación. Sueños de otro que yo soñaba, sueños ajenos.

Pero ya no. Mi subconsciente es un aburrido terapeuta.

Las canas, la racionalización onírica… Ah.

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