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Secundar

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Circula sobre el feminismo una definición semántica, la de la RAE, la del diccionario.
-¿Quieres la igualdad entre hombre y mujer?
-Claro
-Pues eres feminista, porque eso es feminismo.

Por esta relejada definición, un poquito interesada, será muy difícil que una mujer joven se afirme como no feminista. Es imposible no ser feminista. Ser no-feminista exigiría mucha explicación y demasiadas razones.
Feminista es todo lo que no es misógino. Esa es en realidad la definición extendida.
Lo veo en algunas mujeres jóvenes. Están obligadas a tener una postura al respecto. Eso las convierte en mujeres muy conscientes de sí mismas, de su “naturaleza politica”. Esto antes no pasaba. Esa conciencia o autoconciencia de las mujeres les exige analizar su feminismo en una especie de narcisista militancia. Una observación activa del “fenómeno de ser mujer”.
Pero ser feminista en 2018 en el cuarto o quinto mejor país del mundo para nacer mujer (de hacer caso a uno de tantos estudios con los que nos bombardean), no es lo mismo que ser feminista en los años 30. Es, me temo, un feminismo discriminatorio y no demasiado liberal (el jueves sentí que estamos atrapados entre el liberalismo de Vargas Llosa y el igualitarismo de Ana Rosa)
Quienen popularizan así el feminismo y lo hacen neutro y aligerado e irrenunciable llevan en el pecado la penitencia, pues lo “inclusivo” de esa definición por la que nada femenino puede escapar del feminismo ha deparado que todas y todos sean feministas. Ahí entra Ciudadanos. La “ciudadanización” del feminismo se la tienen merecida, y Rivera ya quiere liderar la transversalidad del movimiento.
En España, donde los conceptos los tenemos tan poco claros, ¡qué batiburrillo es además lo transversal!

Incluso las valientes mujeres del contramanifiesto (encuentro ideal esa posición del contramanifiesto) deben aclarar que son feministas, tan feministas o más, solo que de otro modo. No es posible no ser feminista. España es un Estado social, democrático y feminista de derecho. ¿Por qué no lo incluyen así en la Constitución?

Otra cosa que me ha llamado la atención del 8-M es el uso del verbo “secundar”. Los medios dan la noticia: porcentajes mayoritarios de población secundan la huelga. ¿Pero secundar qué es? La apoyan, les parece bien. ¿Pero qué indicador es ese? La huelga se hace o no se hace; secundar la huelga antes era hacerla, ahora es apoyarla ¿o es manifestarse?
He llegado a leer que “el PP se suma sin secundarla”.
A estas alturas no sé qué es secundar la huelga. Si hacerla, apoyarla, manifestarse, o simplemente justificarla.
Con el feminismo me parece que pasa algo así. La confusión es tan grande que todo el mundo es nominalmente feminista, todo el mundo “secunda” el feminismo, aunque bien sabemos que no es así.

Secundar se revela como verbo feo. Secundar es apoyar difusamente, y como a la cola, sin mucha claridad. Como apoyar secundariamente, como un verbo gregario.

Otra cosa sorprendente es la labor de las periodistas. No niego que el aberrante mundo periodístico sea especialmente doloroso para ellas, hace tiempo escribí aquí una pobre cosa sobre el Mundo Hermida que me parece es el periodismo -manda el Alfa rodeado de mujeres que no mandan-, pero la parcialidad y sesgo de muchas de ellas han superado todos los límites. Hoy mismo escuchaba a una hablar del manejo del movimiento, como si admitiera un activismo sostenido en el tiempo.
Muchas periodistas han sido activistas. Y yo no lo veo mal, ni bien, no soy yo un purista del “piriodismo”, pero me sorprende. Me sorprende que al respecto no haya habido ni una crítica, ni una autocrítica. La intención es buena, pero se aprecia en algunas de ellas una especie de providencialismo. Quieren cambiar el mundo, cambiar las cosas,cambiar la vida de sus sobrinas. No solo se creen capaces de tal cosa, sino que además piensan que es posible. Aunque no descarto que haya también sus jetas (pues jetas habrá también en el mundo femenino), y sus caudillismos de la Causa, sus pandis ortodoxas, y su lobismo.
Esto es interesante. En los periódicos la mujer estaba restringida al lado frívolo, las últimas páginas. Ahora surge una dimensión política, seria, distinta que han de contar. Es como si hasta cierto punto estuvieran obligadas a alargar esto para poder escribir de ello. Para que nos las barra la rutina con lo mismo de siempre y los viejos encasillamientos. Eso es espectacular. Es más que “buscarse el tema”, es cambiar la agenda. La tarea feminista en la prensa de papel y digital en los últimos años ha sido colosal. Nada secundaria.

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